Todo comenzó en una fría noche...
En la calle Privet Drive, se pudo observar una lechuza desapareciendo entre los arboles, de repente, un gran señor de barba blanca apareció de entre la densa neblina.
Caminaba por el vecindario mientras un gato observaba a lo lejos, todo parecía normal, así fue hasta que el señor sacó un objeto de su bolsillo, movió unas cuantas palancas y lo alzó en el aire. El pequeño objeto comenzó a desaparecer las luces de las lamparas de aquel vecindario, eran absorbidas por el artefacto.
Cuando todas las luces habían desaparecido de las lamparas, se pudo escuchar un maullido de gato. El señor volteó a la dirección del animal.
–Debí haber imaginado que estaría aquí... profesora Mcgonagall.
El pequeño gato se convirtió en una mujer alta, que lucía un sombrero puntiagudo.
Mcgonagall: Buenas noches, profesor Dumbledore –dijo aquella mujer, caminando hacia el señor con preocupación marcada en su rostro– ¿Son ciertos los rumores, Albus?
Dumbledore: Me temo que sí, profesora. Los buenos... y los malos –contestó.
Mcgonagall: ¿Y los niños?
Dumbledore: Hagrid los traerá –contestó tranquilo.
Mcgonagall: ¿Cree que puede confiarle algo tan importante a Hagrid?
Dumbledore: Ah, profesora, podría confiarle mi vida a Hagrid.
Un sonido en el aire los hizo voltear hacia el cielo. Una moto aterrizó frente a ello.
Un hombre grande y de cabello esponjado bajaba de la moto.
Hagrid: Profesor Dumbledore, señor. Profesora McGonagall –saludó.
Dumbledore: No hubo problemas, quiero pensar.
Hagrid: No, señor. Los bebés se durmieron cuando veníamos volando sobre Bristol –se acercó y dejó un bebé en los brazos de cada uno– Traten de no despertarlos. Ahí tienen.
Dumbledore y McGonagall se alejaron con un respectivo bebé en brazos, dejando a Hagrid atrás.
Mcgonagall: Albus, ¿de verdad cree que es seguro dejarlos con esta gente? –preguntó preocupada– Los he observado todo el día. Son la peor clase imaginable de muggles. De verdad son...
Dumbledore: La única familia que tienen –interrumpió.
Mcgonagall: Estos niños serán famosos, no habrá nadie en nuestro mundo que no conozca sus nombres.
Dumbledore: Exactamente. Les irá mejor creciendo lejos de todo eso –miraba a los bebés con cariño– Hasta que estén listos.
La profesora supo que no había marcha atrás y dejó a un pequeño bebé, tapado con mantas, en la puerta de una casa muggle.
Hagrid, en el fondo, comenzó a sollozar.
Dumbledore: Ya, ya, Hagrid. No te estás despidiendo para siempre –dijo, aún con el otro bebé en brazos.
Tanto Hagrid como McGonagall se quedaron esperando a que lo dejara a un lado de su hermano.
Dumbledore: Sin embargo, la pequeña Potter no puede quedarse aquí –dijo Dumbledore, confundiéndolos a ambos– Puedo sentirlo, ella está en un mayor peligro.
Mcgonagall: ¿A qué se refiere, profesor?
Dumbledore: Los niños no pueden crecer juntos, ella debe ser vista por el mundo como una persona que... murió.
La expresión de ambos fue de completo terror.
Mcgonagall: No puede simplemente desaparecerla, Albus.
Dumbledore: Ella estará en buenas manos, Profesora McGonagall.
Le entregó la pequeña bebé a la profesora y se agachó a dejar un sobre con una carta adentro, encima del bebé que tenía una gran cicatriz en forma de rayo en su pequeña frente.Dumbledore: Buena suerte, Harry Potter.
Los tres desaparecieron, llevándose al otro bebé con ellos, separándolos por un largo tiempo...
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𝐌𝐈 𝐏𝐄𝐐𝐔𝐄Ñ𝐀 𝐏𝐎𝐓𝐓𝐄𝐑 (Draco Malfoy)
أدب الهواةSofia y Harry se volvieron muy cercanos, pero ella tiene un secreto que podría arruinarlo todo. Sofia enfrentará muchas aventuras en su estadía en Hogwarts, conocerán a sus verdaderos amigos y familia, pero lo mas importante, se dará cuenta que el...