Capítulo 4

248 20 0
                                    

Nobara e Itadori corrieron por pasto que apenas  volvía a crecer por el  pasado invierno. Tras tantas horas   de viaje ni siquiera  Megumi  podría culparlos  de  disfrutar del monte fresco, sin embargo, estando en un lugar tan desolado el ruido que hacía ese peculiar duo parecía el doble  o  quizás  el triple de insoportable para  el Fushiguro 

-¿Podrían ustedes  dos  comportarse? Estamos  en una misión. -regañó el pelinegro. El tic que ya había tenido  desde que Itadori y Nobara  se  dieron cuenta que habían restos de nieve para poder jugar se incrementó cuando vio  que el profesor Gojo  se unió.

Tú permanecías en silencio. Había un aura extraña. ¿Nostalgia? No, era  algo más.  Algo  profundo y que te consumía.

Miraste el lugar, estaba desolado, claramente. Pero podías ver restos de madera, quizás  de un muy antiguo  pueblo. Te  acercaste y agachaste para  inspeccionar mejor,  y entre esa  madera había una figura peculiar. 

Un dibujo de un ser con cuatro ojos. Un recuerdo cruzó tu mente.  Algo que pensabas  que no habías  vivido, pero estaba claro en tu mente. 

Te  arrastrabas  por el suelo.  Todo tu cuerpo dolía. Sabías que eran por  los golpes de tu marido. ¿Cómo sabías eso? Intentabas explorar tu mente para poder hallar como llegaste a esa conclusión, pero el conocimiento se  encontraba  en blanco, bloqueado, como  si aun no  estuviese  listo para exhibirse en su hogar;  tu mente.

El dolor pasó hace mil años y aun así lo recordabas. El  moretón en tu ojo  izquierdo, el golpe  en el estomago, el dolor interno  de  los muslos. 

Caminaste hacía un bosque  conocido y ahí caíste, justo  delante de un niño que te miraba desde  arriba, su rostro parecía decepcionado  pero podías sentir tristeza en el fondo. Su cabello rosa y su mirada te hizo creer por un segundo que era Yuuji Itadori.  

-Te dije que te quedaras conmigo hoy... -susurró el niño  con desprecio.

-Estoy casada. -salió de tus labios  sin que pudieses controlarlo-, y tú eres un niño...

Esa  simple  declaración hizo sonreír al  niño delante,  de una forma retorcida.  Junto  con eso podías sentir una gran energía maldita creciendo en él.

-Voy a  matarlo... -Querías gritar que se  detuviera, pero la  mujer  que se suponía que eras  tú solo bajó  la cabeza  y asintió en aprobación. 

¿Qué  estaba pasando?

Oíste el grito del hombre que sabías que era  tu esposo. Todo  terminó en segundos. El niño caminó hacía ti y te tiró un brazo, el brazo que hacía tan solo  unos minutos te había dejado  en ese estado tan deplorable.

-¿Vas a cocinarlo? 

Para tu horror, asentiste, intentando  pararte. El niño te ayudó, gemiste en el  proceso por  el dolor  que aun persistía en ti.

-Duele... -susurraste.

-Dejara de  doler -prometió-, haré que  deje de doler. 

Y se quedó a oscuras  nuevamente. 

-¡Despierta! -Nobara  chasqueó los dedos delante de ti.  Estabas  en el pasto  frío mientras  que el lobo negro  de Megumi era tu almohada.

-¿Que pasó?

-Te desmayaste. -respondió Megumi. Buscaste a Gojo  con la mirada, preguntandote  si podría darte una explicación, pero  en el  fondo  sabías la respuesta.

Y volviste a ver  al niño.

O eso creíste, pero era  Itadori quien te miraba con preocupación. 

-¿Estás bien....? 

-Itadori -Lo  miraste seriamente y te  armaste con valor-, quiero hablar con Sukuna, ahora  mismo.

Nobara  arqueó  una ceja y Megumi se sorprendió, pero Itadori solo se  extrañó  por  la petición. 

-Sé que lo que sea que Sukuna vea en ti es inquietante -habló Fushiguro con autoridad-, pero no puedes  tomarlo así a la ligera, ¿a no  ser que tengas algo que  contarnos?

-Antes de desmayarme, vi un rostro de cuatro ojos tallado en la madera -empezaste-, después tuve un sueño muy raro  con este lugar. Parecían otros tiempos, no  estoy segura. 

Miraste a Itadori quien, al  igual que los demás, estaba atento a tu historia.

-Había un niño ahí. Pensé  que era alguien más, pero creo que era Sukuna...

-¿No fue solo  un sueño? -preguntó Nobara

-Sí, concuerdo  con Kugisaki -respondió Yuuji-, yo tengo  sueños raros todo el tiempo.  

-Quizás no  sea un sueño -Megumi se  atrevió a hablar-, Gojo  dijo que naciste aquí, ¿no  es  así? -Asentiste.

-Bueno, no  sé  si haya nacido aquí. Mis  padres me encontraron aquí cuando  era bebé.  Parecía que me habían abandonado, pero  al no haber aldeas ni pueblos cerca era difícil saber de donde yo venía.

-Quizás te dejó la  cigüeña -bromeó Yuuji. Reíste levemente, quizás aligerar el ambiente  podría hacerte sentir  mejor, y el pelirosado  lo sabía. 

-¿No  estás muy grande para seguir creyendo en eso? -Se unió la pelirroja. 

-Oh, Kugisaki, no seas cruel. Itadori debe conservar su inocencia. -bromeaste.

-Por  cierto, ¿Dónde está el profesor Gojo?

-Cuando  te desmayaste dijo que tenía ir a ver  unas cosas. 

-Ya  veo... -Acariciaste al perro de pelaje  negro-. Dios, esto es confuso...

-Me lo imagino -concordó Nobara sentandose a tu lado-, un día eres una hechicera independiente y al otro sueñas con cosas raras, tienes desmayos repentinos y todo -miró a Itadori- porque un idiota  se comió un dedo.

-¡No tenía opción! 

La  discusión siguió por unos  momentos hasta que escucharon una explosión.

-¡Qué  es  eso! 

-Vino  de  donde fue el profesor Gojo -murmuró Megumi 

-¿Vamos a ayudarlo? -preguntaste 

-Siendo ustedes me  preocuparía más por mí mismo, mocosos, -Y un golpe de calor inundó  el lugar. 

-¿Jogo? 

Y una rafaga  de  fuego  casi impacta en contra ti en especifico,  de no  ser  por  la  protección del perro pelinegro. 

"No lo sentí... debo  estar debilitada por el  desmayo"

-Corran hacía  el bosque. -ordenó Megumi-, yo  lo contendré. 

-¿Y dejarte solo  con ese fenomeno? -Nobara  tomó su martillo y clavos-, ni hablar. 

Yuuji te ayudó a pararte. 

-¿Puedes caminar? -preguntó suavemente aun con la  situación.  Asentiste, y sentiste aun más  presencias.

-Hay más maldiciones cerca... -murmuraste-, parecen ser  todas de grado especial, creo  que  Mahito viene con ellos. 

Solo eran ustedes cuatro, y el maestro Gojo, te estabas  poniendo nerviosa.  No estabas en una buena posición y cualquier   paso en falso  te haría morir, o  aun peor,  ser un estorbo para tus compañeros.

Y un chorro de sangre hizo que Itadori y tú se separaran abruptamente.

Un hombre con el  cabello envuelto en dos coletas  lo había  disparado.




Cuando yo te recuerde (Sukuna x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora