TU DESEO DE NAVIDAD

4.NO SOMOS NADA, LO SOMOS TODO

JULIANA VALDÉS

Desde la ventana puedo ver los primeros copos de nieve caer entre la oscuridad que comienza con la llegada del anochecer. Y por muy raro que puede resultar, estoy abrazada a mí misma, con la mirada fija en el exterior y una estúpida sonrisa en los labios al imaginar la ilusión que tiene que sentir Valentina por lo que tanto ha estado esperando desde que comenzó la Navidad.

Una blanca Navidad, como ella le dice.

El trabajo de ambas ha hecho imposible que podamos vernos a lo largo de esta semana, tampoco es que yo haya propuesto algún encuentro, pero Valentina ha insistido cada día en llevarnos a mí y a Sofía al cine, o invitarnos a cenar, o simplemente dar un paseo las tres juntas por las atestadas calles de New York.

Y habría sido demasiado fácil decir que sí a sus deseos si no fuese por la sensación de pérdida de control que siento cuando la tengo cerca, lo que es un peligro para el momento en el que la Navidad se termine y Val no tenga demasiadas excusas para permanecer a nuestro lado.

La simple idea de que estas fechas terminen y Valentina salga de nuestras vidas crea una sensación de vacío en mi cuerpo que llevaba bastantes años sin experimentar. La misma cantidad de tiempo que ha transcurrido desde que decidí terminar por completo con todo lo relacionado con la Navidad, así que no me parece justo que decida irrumpir en mi vida, ponerlo todo patas arriba y después someterme a tener que hacer como si jamás hubiese pasado nada.

-Tía-la mano de Sofia tira de la mía, sacando mi mente de los pensamientos tan oscuros en los que me he sumergido - Están llamando a la puerta.

-¿Ahora?- Frunzo el ceño, mirando a Sofia envuelta en su pijama completo de unicornio, el timbre vuelve a sonar - Quédate aquí viendo la nieve, iré a ver de quién se trata.

Con pasos inseguros debido a que son las 20:04 de la noche y no espero ninguna visita, me acerco a la puerta para observar de quién se trata a través de la mirilla con el resultado de no ver absolutamente nada. Al parecer hay algo lleno de colores que interrumpe la visión.

-¿Quién es? -Pregunto en voz alta, no pienso abrir a un desconocido del cuál no me han avisado la llegada. Internamente, floto un poco ante la idea de que pueda ser Valentina con alguna de sus ocurrencias. Alirio comentó que la primera vez consiguió pasar su seguridad, aunque tampoco considero que eso sea demasiado complicado.

-¡Repartidor! -Contesta la voz de una persona que claramente no es Valentina - Es un pedido para Juliana Valdes, y si no le importa, sería de agradecer que abriese cuánto antes la puerta porque esto pesa.

-¿Un pedido?- Susurro con el ceño fruncido y abriendo la puerta con desconfianza para poder ver qué es lo que hay al otro lado.

El repartidor sostiene, a duras penas, una cesta enorme llena de todos tipos de flores. Es más, casi me aventuraría a decir que hay tan solo una de cada tipo. Una rosa, un girasol, una amapola, un lirio, una orquídea... Y en todo su conjunto, es hermoso. Tan hermoso que estoy sonriendo como una tonta sin dejar pasar al pobre repartidor para que pueda dejar esa cesta en algún lugar de mi casa.

Con una disculpa, me hago a un lado para que pueda llegar a la mesa que tengo en la entrada del apartamento, donde lanza un suspiro una vez la ha colocado de la manera correcta. Tomo todo de mí para no acercarme de inmediato a la tarjeta que veo en uno de los extremos, asumiendo quién es la persona que las envía. Sofia, por su parte, parece ser incapaz de no venir dando saltos para apreciar las flores de cerca.

-Sea quién sea la persona que ha pedido algo así, dígale de mi parte que la odio - sonrío con tensión al ver la gota de sudor caer por la frente del hombre, así que le digo que espere un segundo para tomar una pequeña botella de agua sin estrenar y poder entregársela.