Tercera y última parte de la novela. Han transcurrido diez años de la invasión a Aranjod y desde que Raito y Elías fueron confinados en una isla misteriosa. Con una amenaza aproximándose, los dragones que estuvieron en la cúspide de las especies, se...
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De todos los héroes que pudo haberse encontrado en años de viajes, Naila tuvo que toparse con los dragones de su pasado. Miles de pensamientos se amontonaron en su mente, tantos que lo único que pudo hacer fue permanecer inmóvil.
―Así que ella es la famosa coneja. ―Elías se levantó de la silla, desclavando su nueva espada, la que cortaba oponentes sin necesidad de convertirse en una colosal bestia alada. Entrenar esgrima y destacarse en el área le dio el título de capitán de la Guardia Real en Advaland, lo que lo dotaba de habilidades impecables que puso en práctica al obtener su libertad―. Es hermosa como la describías.
Naila huyó de la casa, Konas no se lo merecía, tampoco era su culpa de alojarlos en la aldea, respetaba la tradición de atender a los necesitados y devolver la gentileza de otras especies, pero no estaba preparada para enfrentarse a Raito y Elías.
―¿Por qué está enojada con nosotros? ―preguntó el dragón negro.
―Pregunta equivocada. ―Elías salió detrás de la mujer, guardando la espada en su funda―. Deberíamos preguntarnos, ¿qué está ocultando?
Naila caminó, apresurada. Agradeció que los campesinos estuvieran en los campos trabajando, y que la resaca haya vaciado las calles de la aldea, para que nadie, excepto los tres hombres que dejó atrás, la vieran en ese estado.
Raito imitó a Elías y persiguió a la reina de Aranjod.
―¡No me sigan! ―advirtió Naila sin tener que voltearse para detectar el caminar de los dragones. Sus pisadas eran ruidosas.
―No todos los días se encuentra a una coneja. Déjanos saber sobre ti.
Pensó que Elías disfrutaba de provocarla. Seguramente ya se habían enterado de que en ese lugar era lo más cercano a una diosa que usaba poderes divinos para proteger a los humanos.
―¡Les dije que no me siguieran!
Naila giró, despidiendo la exclamación acompañada de una potente ráfaga de viento que hizo retroceder a Elías a la fuerza. Raito detrás, esquivó a su viejo rival dando un paso al costado. Lo único que el viento movió en el mercenario, fue el largo cabello oscuro.
