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Pensé que regresaríamos a casa, pero no fue así. Estábamos en el centro del bosque.

—¿A dónde vamos? —le pregunté mientras ella me guiaba con su mano agarrando mi muñeca.

Cada paso que dábamos, era cada rama de árbol que crujía bajo nuestros pies.

—¿A dónde más crees? —me respondió con otra pregunta. Yo hice un puchero tratando de recordar.

—Entiendo. —le sonreí mientras seguía sus pasos más relajada. Recordaba perfectamente este camino pues llevaba a la cascada que encontré con Yeonnie.

Minutos después pude escuchar el ruido del agua acompañados de una melodía hecha por pájaros merodeando por ahí.

—Este es nuestro lugar... —comenzó a hablar Nayeon mientras se sentaba en una roca gigante a la orilla del gran cuerpo de agua que se formaba al final de la cascada— ¿Recuerdas cómo lo descubrimos?

Reí— ¿Cómo olvidarlo? —contesté sentándome en otra roca y observé mis tenis—. Nos perdimos por tu culpa ya que preferiste seguir a ese ciervo que seguir a los demás. —recordé.

—¡Oye! —Nayeon se quejó haciendo que soltará una carcajada—. Era un venado muy hermoso —se defendió torpemente—. Bueno, al menos agradéceme que haya encontrado este lugar. —mencionó.

—Si tú lo dices. —rodé los ojos y la escuché reír levemente.

Nos quedamos en silencio, sólo con el agua de la cascada caer y el canto de los pájaros y ranas crujiendo a lo lejos.

¿Por qué nos quedábamos calladas? No lo sé, pero no me sentía bien hablar con esta Yeonnie, en realidad, sentí que me estaba mintiendo a mí misma. Primero tenía que descubrir qué pasaba en realidad.

—¿Qué nos pasa? —los brazos de Yeonnie me rodearon por detrás y su mejilla impactó en mi espalda.

—Yeonnie... —traté de hablar, pero ella me interrumpió.

—¿Estoy haciendo algo mal? —la escuché decir y sentí su agarre aún más fuerte. Me sentí mal por oírla así de apagada.

—Hey, no estás haciendo nada mal —me giré hasta que nuestros cuerpos quedaran frente a frente. Tomé las manos de Nayeon y la hice sentarse sobre mis piernas— ¿Por qué dices eso?

—No lo sé —suspiró frustrada—. Ayer fue un día normal —comentó—. Pero hoy... Hoy te he sentido muy distante, como si no quisieras estar cerca mío y... Lo que pasó hace unos momentos... No sé, me siento culpable de todo. —agachó su mirada y noté como sus ojitos se cristalizaban.

—No, no es tu culpa —la tomé delicadamente de las mejillas para que me viera—. Y nunca será tu culpa. —dejé un beso en su frente.

—¿Y entonces por qué querías saltar? —ella preguntó mientras fruncía su ceño—. Puedes hablar conmigo de lo que sea que te está pasando. —dijo tomando mis manos, trasmitiendo todo su apoyo a mí.

—No es nada —junté su frente con la mía—. Ya no lo es. —suspiré. Ahora entendía todo.

—Pero, mi amor... —Nayeon tomo mis mejillas—. Estabas a punto de saltar... Me preocupas, Yoo, lo sabes. —confesó.

—Yeonnie, no es nada, en serio —la miré fijamente a los ojos—. Ya no volverá a pasar, te lo juro.

Me miró con desconfianza, yo tragué saliva, así que acerqué mis labios en busca de los suyos. No esperé mucho para sentirlos sobre los míos. Nos separamos después de unos segundos y ella ocultó su rostro en el hueco de mi cuello y me abrazó, yo rodee su cintura con mis brazos.

EFECTO MARIPOSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora