Corazones divididos

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Claudia y Xóchitl siempre supieron que su amor tendría obstáculos, pero nunca imaginaron que la política sería el muro infranqueable entre ellas. Claudia, una mujer decidida y ambiciosa, había dedicado su vida a la lucha social y política, ganándose el respeto de sus compañeros en Morena. Xóchitl, igualmente apasionada, había encontrado su vocación en un partido contrario, el PRIAN, y no dudaba en defender sus ideales con la misma fervorosa energía.

La cena transcurría en un ambiente cargado. Claudia y Xóchitl apenas podían sostener la mirada la una a la otra, mientras el reloj marcaba las horas restantes de lo que había sido una relación intensa y amorosa. Claudia tomó un sorbo de vino, su mano temblando ligeramente.

—Xóchitl, necesitamos hablar sobre lo que está pasando. No podemos seguir ignorando la realidad.

Xóchitl, con los ojos llenos de lágrimas contenidas, respondió:

—¿La realidad? ¿Te refieres a tu carrera política que ahora es más importante que nosotras?

Claudia dejó el vaso con un golpe seco sobre la mesa.

—¡No es solo mi carrera! Es el futuro de millones de personas. Sabes lo que está en juego. Mi responsabilidad es con ellos, con nuestro pueblo.

Xóchitl se levantó, dando vueltas nerviosas por la habitación.

—¿Y qué hay de nosotras? ¿No teníamos un futuro también? ¿O eso ya no importa porque somos de partidos diferentes?

Claudia intentó calmarse, respirando profundamente antes de hablar de nuevo.

—Tienes que entender, Xóchitl, que si quiero ser Jefa de Gobierno, no puedo estar asociada con alguien de tu partido. La gente no lo entendería, mis compañeros no lo aceptarían.

Xóchitl, con una voz quebrada por la emoción, le lanzó un ultimátum:

—Así que esto es lo que significa el poder para ti. ¿Vas a dejar nuestro amor por un puesto político?

Claudia, con lágrimas rodando por su rostro, trató de acercarse a Xóchitl, pero ella retrocedió.

—No quiero hacerlo, pero no tengo otra opción. Sabes que te amo, pero también sé que nuestra relación podría destruir todo por lo que he trabajado.

Ambas se quedaron en silencio, recordando los momentos felices que compartieron: las risas, los paseos, las promesas de un futuro juntas. La habitación se llenó de un silencio opresivo, roto solo por el sollozo de Xóchitl.

—¿Recuerdas cuando dijimos que nada nos separaría? Que nuestro amor era más fuerte que cualquier obstáculo... —Xóchitl murmuró.

—Lo recuerdo, y sigue siendo verdad. Pero las circunstancias han cambiado. No puedo luchar contra esto, Xóchitl.

La última noche que pasaron juntas fue la más dolorosa. En la mañana, Claudia se preparaba para salir, su maleta lista en la puerta. Xóchitl, con ojos hinchados por el llanto, se despidió con un beso frío y distante.

—Adiós, Claudia. Espero que el poder te haga feliz, porque a mí me has dejado destrozada.

Claudia se marchó sin mirar atrás, cada paso alejándola no solo físicamente, sino emocionalmente de la mujer que había sido su roca, su amor, su todo.

En los días siguientes, ambas mujeres intentaron seguir adelante con sus vidas. Claudia se sumergió en su campaña, buscando en el trabajo la distracción necesaria para mitigar el dolor. Xóchitl, por otro lado, se dedicó aún más fervientemente a su labor en el PRIAN, canalizando su dolor en su pasión por el servicio público.

Sin embargo, ninguna podía olvidar a la otra. Las heridas aún frescas tardarían en sanar, y ambas sabían que, sin importar lo que deparara el futuro, el amor que compartieron siempre sería una sombra en sus corazones, un recordatorio de lo que sacrificaron por sus ambiciones políticas.

Meses después, cuando Claudia se dirigió al estrado como la nueva Jefa de Gobierno, miró brevemente al público y por un instante sus ojos buscaron a Xóchitl. No estaba allí, pero Claudia podía sentir su presencia. Al tomar el micrófono, sus palabras resonaron con una mezcla de orgullo y melancolía.

—Hoy comenzamos una nueva era para nuestra ciudad, una era de justicia y progreso. Pero no olvidemos que detrás de cada victoria hay sacrificios, y que el verdadero poder reside en nuestra capacidad de amar y de servir a los demás, incluso cuando eso significa dejar ir lo que más amamos.

Mientras las cámaras y los aplausos la rodeaban, Claudia sabía que su mayor batalla no había sido contra sus adversarios políticos, sino contra su propio corazón.

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Espero que les haya gustado este primer capítulo, llevaba tiempo escribiendo pero eso me trajo problemas así que después de 2 años decidí regresar.

El contenido que mayormente escribo es maduro pero también trato de mantener un equilibrio, pensaba escribir una novela de ellas pero dependiendo de la aceptación de estos capítulos cortos, veremos si se hace.

Cuídense 😘

Amor y política: Entre lados opuestos del parlamento. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora