Es más fácil decirlo que hacerlo cuando finalmente, tengo a Build en mis brazos. Mirarlo en ese short azul desde las sombras del tejado fue un infierno para mi polla. Aunque en realidad, mi cuerpo ha estado en un constante estado de confusión desde que el suyo empezó a cambiar. Desde que su trasero crecio demasiado para sus pantalones, pero siguió usándolos. Atormentándome. Me encantaría ponerlo en el borde del estúpido escritorio de su padre y hacer que vea cómo le quito la camisa y le chupo los pezones. Hacerlo gimotear. Atraerlo para que abra sus muslos, dándome la bienvenida a casa. Hacer que el maldito tonto que no cuidó bien a Build vea como perdemos la virginidad entre nosotros. Se lo merecería. Por no reconocer el tesoro que era su hijo. Seis atentados contra su preciosa vida –seis- antes de que este hijo de puta decidiera que era lo suficientemente valioso como para mantenerlo bajo llave. Aunque su vida no estuviera en constante peligro por la profesión de su padre, lo habría vigilado. Tan obsesionado con este chico como lo estoy, no tenía otra opción. Tan pronto como tuve los medios, compré un apartamento justo enfrente de su casa, con la ventana de mi habitación directamente frente a la de Build, para poder seguir sus movimientos de cerca, ser consciente de las raras veces que salía del edificio. Y si eso fallaba, el dispositivo de rastreo de su teléfono me habría hecho una señal. Llámalo incorrecto, llámalo ilegal. Me importa una mierda. Ha sido mío desde que me dio esa naranja hace once años y estoy a punto de reclamarlo oficialmente. Por fin. He esperado tanto tiempo para compartir mi casa con el. Para tenerlo temblando y gimiendo debajo de mí. Para verlo sonreír antes del amanecer. Tanto maldito tiempo. La forma en que se ablandó cuando se dio cuenta de mi verdadera identidad, el chico de las escaleras del metro, me dejará sin aliento para siempre. Cada vez que pienso en ello.
Más adelante, veo algunos cuerpos yaciendo inmóviles cerca de la piscina. —Pon tu cara en mi cuello, cariño. — digo en voz baja, agradecido cuando hace lo que le dicen. Con mis hombres siguiéndonos de cerca, con las armas preparadas por si acaso, llevo a Build por unas escaleras y a un pasillo privado que lleva al ático de sus padres, sin molestarme en esperar una invitación antes de entrar. La madre y el padre idiotas están histéricos, gritando a un operador de policía, que está en el altavoz. Asiento a uno de mis hombres y le quitan el teléfono a la madre de Build, estrellándolo contra la pared. El resto de ellos salen para buscar en el ático a los huéspedes restantes que no están muertos o no huyeron a un lugar seguro.
— ¡Hey!— La madre de Build grita, los diamantes gigantes temblando en sus oídos con indignación. — ¿Qué... quién eres? ¡Por favor no nos mate! ¡Por favor! ¡Tenemos dinero!
—Oh, Build— dice su padre, que se ve verde. —Gracias a Dios, estás bien.
— ¿Por qué no lo buscaste tú mismo?— Pregunto a través de mis dientes. —Después de todo, fue uno de tus enemigos el que se presentó en la fiesta con un rifle.
—No lo sabes con seguridad. — se queja.
—Sí, lo sé. — Está a punto de descubrir que me dedico a saber todo lo que podría tocar a su hijo. —Hablemos en tu oficina.
—Thomas— dice su madre, alejándose nerviosamente de mis hombres. — ¿Por qué sostiene a nuestro Build de esa manera? Dile que lo baje. Haz que se vayan.
Antes de que pueda hablar, Build responde por mí.
—Este es mi ángel de la guarda, madre. Te dije que era real. Y acaba de salvarme la vida. — acaricia la cara contra mi hombro y suspira. —Otra vez.
—Te dije que dejaras de decir esas tonterías— dice Thomas, pero su boca se cierra cuando le lanzo una mirada. — ¿Qué quieres discutir en mi oficina?
—El hecho de que me llevo a su hijo a casa conmigo. Donde el pertenece. — Tiré de mi barbilla hacia la puerta ubicada en el lado derecho del corredor y palidece. Así es, sé dónde está su oficina. Conozco cada habitación de la casa. Conozco cada pelo de su cabeza. — Después de ti.
