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En lo más profundo de mi encierro, me sentía como una princesa de un cuento de hadas, atrapada en una torre de soledad y desesperación. Apenas me enteraba de los acontecimientos que sacudían al mundo exterior, pues mi mente estaba consumida por el torbellino de mi propia angustia y confusión.

Los años pasaron, uno tras otro, y yo seguía prisionera de mis propios demonios. Las guerras mundiales llegaron y se fueron, pero para mí, el tiempo se detuvo en aquel lugar de oscuridad y desesperanza.

Finalmente, en 1993, fui liberada de mi encierro. Al salir, me encontré con un mundo completamente diferente al que recordaba. Las calles estaban pavimentadas, había más edificios y las casas lucían más modernas que nunca. Sin embargo, me sentía perdida en ese nuevo paisaje, sin comprender del todo cómo había llegado a ser así.

Me vi obligada a adaptarme a esta nueva realidad, encontrando refugio en un orfanato hasta que unas personas me llevaron a un edificio de la ONU. El viaje fue largo y confuso, pero finalmente me encontré frente a esa organización que me acogió con curiosidad y compasión.

Fui asignada a un countryhuman Europeo que se convirtió en mi tutor y cuidador, enseñándome los aspectos básicos de la vida que había olvidado en mi largo encierro. Aunque al principio me sentía como una niña perdida, poco a poco fui recuperando mi fuerza y determinación para enfrentar este nuevo capítulo de mi vida.


El mundo seguía evolucionando a pasos agigantados, y yo me esforzaba por mantenerme al día con cada nuevo avance. Las pastillas que me proporcionaron para controlar mi problema mental eran más efectivas que nunca, ayudándome a mantener a raya mi ansiedad y angustia.

En 2010, me encontré con una nueva maravilla tecnológica: los teléfonos celulares. Al principio, estas pequeñas máquinas portátiles me parecían extrañas e incomprensibles, pero mi papá me explicó cómo funcionaban y qué podían hacer. Descubrí que eran como una pequeña biblioteca en la palma de la mano, capaces de proporcionar acceso a una cantidad increíble de información y soluciones para todo tipo de problemas.

Aunque me sentía desconcertada por la rápida evolución del mundo moderno, también sentía una chispa de emoción por descubrir todo lo que este nuevo mundo tenía para ofrecer. Con cada día que pasaba, me adaptaba un poco más a esta nueva realidad, encontrando formas de aprovechar las herramientas y tecnologías que ahora estaban a mi alcance...

Sumergida en el mundo de la filosofía, la política y la geografía, encontré consuelo y propósito. Estudiar estos temas me permitía fortalecer mi mente y mantenerme conectada con el mundo que una vez conocí. Aunque no me interesaba mucho en el resto de los avances tecnológicos y sociales, me sumergía en los cambios en los territorios de cada país, tratando de comprender cómo habían evolucionado desde mi tiempo.

Sin embargo, cada vez que me sumergía en los anales de la historia, sentía un dolor agudo por el destino del Imperio Mexicano. Recordar su caída me llenaba de tristeza y nostalgia, y me hacía anhelar el tiempo en que México era una gran potencia, gobernada por mi esposo Maximiliano y yo. A pesar de todo, seguía estudiando y aprendiendo, aferrándome a la esperanza de que algún día podría contribuir de alguna manera a la restauración de la grandeza de mi país.

¿Que pasará sí me llegaran a reconocer? ¿Tratarían de envenenarme?
¿O si vuelven a subestimar de mí?



✰𐐛ɑ 𝞔m𝚙𝖊𝔯ɑ𝘵𝔯ⅈ𝘇 D𝖊𝓼𝚙ⅈ𝖊𝔯𝘵ɑ 🇲🇽 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora