Capítulo 6

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Me calcé las botas con los pies mientras me intentaba subir los pantalones. Suspiré pesadamente y por fin pude abrocharme el botón del pantalón y cerrar este por completo. Me até los cordones de las botas y rápidamente comencé a meter las cosas en mi bolso. 

Me había quedado dormida y por ende llegaba tarde a trabajar. No había sido buena idea salir ayer por la noche con Sam sabiendo que ambas trabajábamos al día siguiente, pero después de tanta insistencia acabé aceptando. Me puse el café rápidamente en un termo y salí pitando del apartamento. Cogí el primer bus que pasaba y suspiré una vez estaba dentro. Respondí algunos mensajes que no me había dado tiempo ya que había sido una mañana de locos. 

El inmenso edificio donde trabajaba se cernió sobre mi una vez bajé del autobús. Anduve a paso rápido y nada más entrar me dirigí al ascensor. Mi pie derecho chocaba sobre el suelo una y otra vez frutó de mis nervios. Solo rezaba para que hoy no estuviera Eric, ya que sabía perfectamente la bronca que me caería por ser impuntual. Si me tenía que caer bronca, prefería mil veces que me la diera Héctor. 

Llegué a mi planta y fui directa a encerrarme en mi despacho. A lo mejor si me ponía a trabajar cuánto antes ninguno de mis dos jefes se daban cuenta de mi retraso. Antes incluso de poder sentarme abrí el portátil y me senté corriendo. Mientras el dispositivo se encendía saqué el termo de café del bolso. Comencé a abrir y contestar e-mails de otras empresas y de otras secciones de nuestra propia empresa. 

Suspiré un poco más tranquila al poder estar trabajando por fin y cogí el termo con la mano derecha. No pude siquiera darle un sorbo cuando mi puerta fue abierta. Una Sam con los ojos como platos fue lo primero que mis ojos vieron al apartar la mirada de la pantalla.

Mis cejas se alzaron al ver como se sentaba frente a mi, nerviosa a más no poder. 

-¿Cómo estás?

-Bien, me duele un poco la cabeza, pero por lo demás bien

Ella asintió con la cabeza, algo pensativa. 

-¿Me vas a decir ya lo que pasa?- dije después de ver que no arrancaba a hablar

-Nuestros jefes no están muy contentos que se diga

Dejé el termo a medio camino de mi boca al escuchar sus palabras. 

-¿Se han enterado verdad?

-Y que lo digas, menuda bronca me ha caído

Me pasé las manos por la cara, algo desesperada. 

-¿Cuál de los dos está?

-Hoy justamente están los dos, pero Héctor se tenía que ir a no sé donde, así que te tocara Eric para darte la bronca

Que buena suerte tenía siempre. Me pasé las manos por la cara, sintiendo la tensión instalarse en mis hombros. 

-Encima Eric, a mi hoy me ha mirado un tuerto

-No sé que decirte tía, Eric me cae un poco mejor que el otro

Casi me dieron ganas de reír al escuchar su comentario. Me contuve ya que ella no conocía a Eric como yo lo hacía. Si supiera como eran ciertos aspectos de su personalidad otro gallo cantaría. 

Antes de que pudiera añadir algo, el teléfono de mi oficina comenzó a sonar. Sam y yo nos miramos y con un suspiró cogí el teléfono. 

-¿Si?

-Srta. Russell, su jefe la espera en el despacho, quiere hablar con usted- dijo la voz de la secretaria al otro lado de la línea.

Cerré los ojos y tras intercambiar un par de palabras con la chica colgué la llamada. Algo frustrada cerré el ordenador y ambas salimos del despacho. Sam me deseó suerte y yo subí al ascensor. Una vez estuve dentro de él comencé a morderme las uñas de la mano izquierda. Quería que me dijera todo lo que quisiera, y largarme cuánto antes a mi despacho. 

Saludé a la secretaria y llamé a la puerta del despacho donde me esperaba mi peor enemigo. Un "pase" me indicó que debía abrir la puerta. Pero no quería hacerlo, no podía. Después de unos segundos cogí la manija y abrí la puerta. La silueta de Eric mirando las vistas de Barcelona fue lo primero que observé. Avancé hacia él, dejando unos pasos y su escritorio de por medio. 

Sus ojos color caramelo repararon mi silueta cuando me quedé quieta unos minutos. 

-Supongo que sabrás porque te he reunido- comenzó

No le respondí. No iba a hacerlo. Él lo sabía. Apoyó los puños en el escritorio, inclinando su cuerpo hacia mi posición. Una sonrisa falsa salió de sus labios. 

-¿No vas a decir nada? Vaya, siempre tienes algo que decir

Lo seguí mirando fijamente. 

-Bueno, creo que sabrás que no es muy ético llegar tarde al trabajo. Tienes suerte de que Sam haya venido antes que tú, hemos pagado la mayoría del enfado con ella, así que por esa parte te vas a librar. Espero que no se vuelva a repetir, Hera

Seguí sin decir nada. Me parecía irreal que la persona que tuviera delante me estuviera hechando la bronca por llegar tarde cuando era una de las personas más impuntuales que conocía. Pero supongo que en ámbito laboral todo era distinto. 

-Hera no te vas a ir de aquí hasta que no digas nada- siguió insistiendo él. Noté como el enfado crecía al ver que no contestaba. 

Torcí mis labios y aparté mi mirada de él, posándola en la extraña taza donde guardaba algunos de sus bolígrafos. Seguí sin emitir nada, no pensaba concederle el gusto. 

Escuché sus pasos acercarse a mi figura, pero mantuve mi compostura. 

-Hera, aquí soy tu jefe, no aquel niño con el que discutías cada dos por tres hasta que te fuiste a Canadá. 

"Hasta que te fuiste a Canadá". Casi me entraron ganas de reír, porque parecía que la dinámica entre nosotros no había cambiado lo más mínimo. 

Escuché como soltaba un bufido exasperado, y su siguiente movimiento me pilló totalmente desprevenida. 

Sus dedos envolvieron mi barbilla, y con ellos obligó a mi cabeza a alzarse. Mis iris chocando contra los suyos, pude ver el enfado en ellos. 

La tensión entre ambos se podía cortar con un cuchillo en ese preciso instante. La distancia entre nuestros cuerpos era bastante reducida, pero no fue algo en lo que ninguno de los dos se hubiera fijado en ese momento. 

-Hera.- volvió a decir mi nombre con voz dura. 

Quise apartar mi piel de su tacto, pero afianzó el agarre en mi barbilla. Apreté los dientes. 

-Suéltame.- exigí. 

Una sonrisa vacilona se plantó en sus labios, cosa que aumentó mi mal humor. 

Nuestras miradas no pararon el duelo entre ellas, siendo ambos demasiado competitivos como para perder. Vi de reojo como Eric se pasaba la lengua por el labio superior y en un acto inconsciente lo único que pudieron mirar mis ojos fueron aquellos labios rosados. 

-Creo que tu cuerpo te traiciona, Russell.

Su aliento rozó mis labios y eso fue suficiente para romper la extraña ensoñación en la que me encontraba. 

Con mis dos manos en su pecho lo empujé lejos de mí, con las mejillas coloradas y un gesto enfadado en mi semblante. 

-No te lo creas tanto, Ruíz. 

-Quizá si no me mirarás los labios como si te quisieras lanzar sobre ellos tendría el ego más bajo. 

Supe que después de aquella frase solo podía largarme de allí. Ni siquiera sabía por qué continuaba allí plantada. 

Tras dedicarle una última mirada furiosa al castaño, salí casi corriendo de aquella estancia. Solo cuando estuve en el ascensor me permití relajarme y tomar aire. 

Aún así el ritmo acelerado de mi corazón no se calmó hasta pasados unos minutos. 

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⏰ Última actualización: Oct 27 ⏰

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Primeras veces - Fanfic con Eric RuízDonde viven las historias. Descúbrelo ahora