I

138 21 0
                                    

—Es una lástima, solo tiene 10 años— dijo Rosé mientras observaba a la niña acostada en aquella camilla de hospital.

Salió de la pequeña habitación, al pasillo para sentarse. Allí pudo ver a los padres de la niña hablando con el médico, lloraban. El padre sostenía a la madre por lo hombros, ya no había nada más que hacer. Una escena totalmente desgarradora para cualquier persona, pero nada... absolutamente nada sentía Rosé. Los ángeles de la legión de la muerte estaban privados de todo tipo de sentimientos que se les interpusiera en su propósito, así que ella estaba ahí simplemente para hacer su trabajo, el cual era llevar las almas para ser juzgadas.

—Al menos desearía que me dieran la hora exacta del deceso de las personas, así no tendría que estar todo el día con ellas mirando sus últimos momentos, sería más eficiente— estableció, y sintió una presencia que se sentaba a su lado.

—Dígamelo a mí, he estado 7 horas con un ángel guardián— se quejó Lisa.

—¿Un recién nacido?— le preguntó la rubia.

—Sí, su divinidad. La madre morirá en el parto, pero el niño vivirá, así que su ángel guardián designado lleva aquí todo el día — explicó.

—A veces se toman su trabajo de protectores muy en serio, eso hasta que el humano cumple 15 años, se pone imprudente y los dejan a la deriva visitándolos una vez cada año, si es que no nos los hemos llevado nosotros antes— ambas rieron.

La mayoría de las veces les tocaba estar en un hospital toda una semana, otros días en cambio, cubrían accidentes, suicidios, guerras, homicidios, etc. No podían decir que les gustaba, ni tampoco que les disgustaba, simplemente lo hacían. Solo conocían un concepto: la lealtad, la legión de la muerte era muy unida, eran hermanos.

Mientras las ángeles conversaban de sus últimas trabajos, un pequeño destello en las alas de Lisa las interrumpió, aquel destello formó una nueva pluma de las miles que ya poseía.

Cada vez que los ángeles reclamaban un alma, una nueva pluma aparecía en sus alas. Rosé era la árcangel al mando de la legión, llevaba 2700 años en servicio, sus alas incluso se arrastraban por el suelo cuando caminaba.

—Bien su divinidad, el deber llama, momento de juzgar el alma de aquella joven madre— anunció Lisa mientras de paraba de su asiento .

—Basta de formalidades Lisa, llevas 2650 años sirviendo conmigo, sólo dime Rosé— le dijo

La pelinegra solo le dió una pequeña reverencia y se retiró.

5 horas habían pasado desde que estuvo vigilando a la niña de 10 años, hasta que por fin pudo notar por el rabillo del ojo un destello viniendo de su espalda. No demoró más de 20 segundos en juzgar el alma de la pequeña, era una niña después de todo ¿qué mal podría haber cometido?

Se disponía a salir del hospital cuando aquel hilo rojo apareció, aquel que los guíaba a su siguiente trabajo. Sin dudar se dipuso a caminar hacía la siguiente alma por reclamar. Pasó por el área de pediatría, el cual mayoritariamente se encontraba repleto de ángeles guardianes. La siguiente área era geriatría, estaba lleno de sus subordinados quienes le daban una reverencia cuando pasaba.

El hilo rojo la llevó hasta el área de urgencias, una camilla con un humano venía entrando rápidamente gracias a los paramédicos "bien, al menos esto no demorará tanto" pensó.

—Accidente de auto, conducía ebrio, sin cinturón de seguridad. Tiene una fractura abierta en el fémur que perforó la arteria femoral, aún tiene pulso —explicaba la enfermera a la joven médico a cargo.

—Bien, a quirófano de inmediato — ordenó la médico

—No vale la pena esforzarse, el humano imprudente en unos minutos estará muerto— concluyó para sí misma Rosé.

Más Allá de lo Divino || CHAENNIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora