Κεφάλαιο ένα

888 91 20
                                    

—Las cuatro cuarenta y cinco—comentó Harry apresurándose hacia el vestíbulo del edificio de oficinas donde trabajaba, en dirección a la salida.

Llegaba tarde, no tenía tiempo que perder, pero la recepcionista contestó:

—Escapándote antes de la hora, ¿eh?... ¡qué suerte!

Draco frunció el ceño al escuchar aquel comentario. Estaba de pie, esperando el ascensor, pero el hombre que salía no lo vio. Él, en cambio, sí: era un pelinegro impresionante, de buena contextura y cabellos ondulados con reflejos castaños. Trató de reprimirse: no necesitaba la complicación de un enredo romántico. Además...

Draco frunció aún más el ceño. Había convencido a su abuelo de que se retirara de la dirección de la cadena de hoteles que él, desde entonces, presidía, pero a consecuencia de ello, el anciano había comenzado una incansable campaña para que se casara con una prima segunda. La alianza no solo uniría dos ramas de la familia, sino además las riquezas de ambas: la cadena de hoteles, y la flota de transporte marítimo de su prima.

Por suerte, Draco sabía que su abuelo daba más importancia a los sentimientos de lo que estaba dispuesto a admitir; al fin y al cabo, había consentido en que su hija, la madre de Draco, se casara con un inglés.

Los torpes intentos del anciano por casarlo con su prima Lucretia lo habrían hecho reír de no ser por el importantísimo detalle de que su prima misma deseaba esa alianza más aún que él. Lucretia siempre había dejado claras sus intenciones, sus deseos. Era viuda, siete años mayor que él, y tenía dos hijos de su primer matrimonio con un adinerado griego. Draco sospechaba que había sido ella quien le había metido la idea en la cabeza a su abuelo.

El ascensor subió al ático y Draco salió. Aquel no era el mejor momento para pensar en sus asuntos personales. Eso podía esperar. En quince días estaría volando a la isla griega propiedad de su abuelo, la isla en la que veraneaba toda la familia, pero antes tenía que hacer un informe completo del estado financiero de la nueva cadena de hoteles italianos que acababan de comprar. Tenía que convertirla en una empresa exitosa, igual que el resto de los hoteles griegos de la familia.

Draco era el jefe ejecutivo, pero su abuelo quería controlar sus decisiones. La adquisición acabaría siendo un buen negocio: los hoteles ingleses eran antiguos y estaban pasados de moda, pero sus localizaciones eran excelentes. No tenía que llegar a la sede central de la cadena hotelera Inglesa, oficialmente, hasta el día siguiente, pero Draco había decidido adelantarse. Y, según parecía, había sido una buena idea. Acababa de descubrir un modo de incrementar los beneficios: impedir que los empleados se «escaparan antes de la hora» 

 Acababa de descubrir un modo de incrementar los beneficios: impedir que los empleados se «escaparan antes de la hora» 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«¡Escaparse antes de la hora!», se burló Harry para sus adentros mientras llamaba a un taxi. Había llegado a su puesto de trabajo a las siete y media todas las mañanas durante el último mes, y no había salido a comer ni una sola vez. Todos los empleados habían sido advertidos de que la cadena griega, Athanasios Hotels, que acababa de comprar la empresa, iba a mostrarse dura en relación con la disminución de costes. Al día siguiente, por la mañana, conocerían a su nuevo presidente, pero Harry no esperaba impaciente la ocasión. Se había hablado mucho de recortes de personal, y también había habido rumores sobre Draco Malfoy:

Prometido Temporal - DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora