1. Juguemos a una cosa.

102 7 3
                                    


Vanesa y sus amigas estaban hablando en el tiempo de descanso entre dos clases, y mientras tanto un chico intentaba escucharlas desde dos filas de pupitres atrás.

-Si de verdad os interesa el sado tenéis que probar el juego de Dominion.

Jaime se sorprendía de que las chicas hablaran de esos temas en medio de una clase creyendo que nadie podía escucharlas. La distancia no era tan grande, y no hablaban tan bajito. Es posible que no se dieran cuenta de que él estaba relativamente cerca. El resto de alumnos estaban ocupados con otras conversaciones, el único que estaba sólo (y dispuesto a escuchar) era Jaime. Se sentía un poco mal por estar espiando una conversación, pero es que Vanesa... Estaba enamorado de ella desde hacía dos años.

Y el tema del que estaba hablando Vanesa... Era algo que él conocía, pero ocultaba con vergüenza, algo de lo que nunca se atrevería a hablar con sus amigos. Y le sorprendía que ella hablara de ello abiertamente con sus amigas...

-En el juego soy una amazona, y vosotras podríais conectaros también como amazonas...

Una de las chicas, Amelia, preguntó algo. Jaime se esforzó en entenderla.

-Pero en ese juego te pueden hacer daño, ¿no? Eso no suena muy divertido.

-Tienes una opción de desconectar lo que sientes. Si lo haces puedes ver lo que le pasa a tu personaje, pero no sientes nada. ¿No ves que en esos juegos la gente tiene batallas? ¿Tú crees que los jugadores quieren sentir cómo les hieren?

-Vale, ¿Entonces el juego es seguro? - Preguntó Nieves, con una sonrisa. Jaime dedujo que a esta ya la habían convencido, y bajó la mirada a una libreta para seguir disimulando.

-Es totalmente seguro, es sólo un juego, pero es el único con opciones de sexo...

Otros dos chicos se pusieron delante de Jaime hablando de futbol, eso impidió que siguiera espiando la conversación. Aquello era muy fuerte, de hecho se había sonrojado como un tomate sólo con lo que había escuchado e imaginado.

Dominion era un juego de realidad virtual del que se hablaba poco y con recelo. Era para mayores de 18 años. Decían que era como la vida misma, que el cerebro sentía las mismas cosas que si el jugador estuviera viviendo en ese mundo de fantasía. También decían que todo en ese juego giraba alrededor del sexo y la violencia, que sólo se conectaban desequilibrados que querían simular que mataban y violaban gente. Pero esas tonterías se decían siempre que la tecnología avanzaba un poco. Dijeron cosas parecidas cuando apareció la televisión, lo dijeron de internet, de los videojuegos...

Jaime tenía todavía 17 años, no cumpliría los 18 hasta después del verano, y desde luego sus padres no querrían saber nada de ese juego. Si quería conectarse a Dominion tendría que hacerlo de otro modo.

Y Jaime quería conectarse. No sólo porque estaba enamorado de Vanesa, la cual no le hacía mucho caso (sí, habían hablado alguna vez, pero lo justo porque él se ponía muy tenso por los nervios) sino porque Jaime siempre había tenido fantasías de sumisión.

Y ahora oía que Vanesa era una amazona en un mundo virtual... Curiosamente, tal vez por algún sentimiento romántico que no sabría explicar, cuando Jaime fantaseaba con ella nunca eran fantasías de dominación... Pero si a ambos les gustaba lo mismo, y esta era una manera de empezar una relación con ella...

En el minuto que faltaba para que comenzara la siguiente clase Jaime buscó con su teléfono información sobre las amazonas de ese juego. Y sí, era exactamente lo que esperaba encontrar, en el mundo de Dominion había un reino de amazonas donde todos los hombres eran esclavos de las mujeres.

Nuestros dominiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora