Capítulo 1: Encuentro de Destinos

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Me encuentro corriendo a más no poder, con una de mis alas heridas, por lo que la transformación no será efectiva. Necesito esconderme cuanto antes; de lo contrario, moriré. Seguramente, muchos de ustedes se preguntarán cómo acabé en esta situación. Bueno, —Había una vez... —Ugh, eso solo se usa en los cuentos de hadas. Aunque, a pesar de tener muchas en ellas en Kalanya, no sería la historia que le contarías a los bebés dragones para dormir. Iniciemos:

En el principio, solo reinaba la oscuridad. La diosa Hellyna ansiaba más; no soportaba la angustiosa soledad que carcomía su ser. Decidió darle una nueva luz al mundo, Kalanya. Nuestro hogar, Kalanya, era un reino maravilloso donde todos sus habitantes vivían en completa armonía. Precisamente esta unión los convirtió en un reino único y poderoso.

Erhial, hermano de la gran diosa y creado de la misma chispa, sintió celos de la creación de su hermana. A pesar de no comprender plenamente la razón de la felicidad de ella al observar diariamente Kalanya, sus celos persistían. Sin pensarlo dos veces, quiso replicarlo, sin considerar las irreversibles consecuencias que sobrevendrían. Al otro lado de Kalanya se alzaba la nación oscura, Uklan, donde siervos de la oscuridad nacieron como resultado de los celos y la envidia del dios.

Pasaron centenares de años mientras ambos dioses contemplaban su creación. A pesar de algunos momentos en que las cosas parecían escaparse de su control, lograron contenerlo. Poco a poco, sus pueblos comenzaron a olvidar y prescindir de sus dioses, y así fueron quedando en el olvido, disminuyendo su poder y su existencia hasta que no eran más que una simple mota de polvo refugiándose en los lugares más recónditos de Kalanya. Tal vez esto parezca una fábula, lo cual es cierto porque la verdadera historia comienza aquí:

En otra parte, estaba un chico que trataba de pasar su examen para certificarse como volador en las patrullas. Por mucho que lo intentaba, su poder diezmaba y su transformación no duraba lo suficiente. Cansado del constante fracaso, salió a caminar por el Bosque de Yria. Sin esperarlo, tropezó con algo y al darse la vuelta se encontró con una hada, al juzgar por sus alas, quizás una joven que recién las liberaba. Su tez pálida contrastaba a la perfección con su cabellera larga y castaña. Un vestido verde le llegaba hasta los tobillos. A pesar de la zarandeada, ni siquiera se inmutó y seguía dormitando pacíficamente.

Aquí es donde entro yo. Verán, soy Xeindrynal, o bueno, mejor Xein para no complicarles la vida. Y yo soy el chico en cuestión.

Me quedé perplejo frente a la chica dormida. La escena era tan surreal que, a pesar de tener conocimiento de que las hadas adoraban frecuentar este bosque, tardé un momento en procesar lo que veía.

Mientras me acercaba con cautela, ella pareció percibir mi presencia y abrió sus ojos, revelando una mirada centelleante que de inmediato cautivó mi atención. Su voz, suave como el susurro del viento entre los árboles, rompió el silencio del bosque.

—¿Quién eres tú, joven viajero, y qué te ha traído a este lugar olvidado por el tiempo?—, preguntó la chica con un tono que resonaba en mi cabeza.

Me sentí desorientado por un momento; la verdad, no entendía del todo por qué hablaba como si estuviéramos viviendo en el Solárium, lo cual había sido aproximadamente hace 400 años. Según lo estipulado, acabo de alcanzar mi juventud, y casi nadie se expresaba ya así.

Al notar mi desconcierto, la chica soltó una carcajada y se dejó caer de nuevo sobre el pasto que la rodeaba. –¿Hay mucha gente que todavía habla como si viviéramos en el Solárium, sabes? Me llamo Asterin–.

La quijada me tocó el suelo, no podía procesar lo que acababa de suceder. Estoy bastante seguro de que no dije absolutamente nada en voz alta.

—Si bien es cierto que no dijiste nada en voz alta, debes saber que cada hada posee un don particular innato, y este es el mío. Considero extremadamente grosero de tu parte el haber tropezado conmigo, interrumpir mi sueño y haberme mirado mientras dormía; es una conducta que podría calificarse como la de un total pervertido. Ni siquiera te tomaste un segundo para presentarte— una creciente confusión inundaba cada átomo de mi ser. Era imposible lidiar con esta chica.

La Sombra del Destino: Crónicas de Kalanya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora