El Renacer del Dragón

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Kinvara al llegar a la entrada del templo de R'rollor, se puso al frente de Drogon y Daenerys. Seguidamente unos niños esclavos abrieron las puertas del templo y salieron. Hicieron reverencia al ver a Kinvara, pero su curiosidad al querer ver el dragón que yase hacía frente a ellos hizo que levantaran la mirada y el asombro se apoderó de sus expresiones.

La Suprema Sacerdotisa se agachó y extendió su mano derecha para tocar el osico de Drogon. Hizo contacto con las escamas frías y duras, sintió que la bestia estaba débil y agotada. Él inhalaba y exhalaba por sus fosas nasales aire con pausas largas.

Ella volteó la mirada hacia Daenerys, podía verla muy poco, ya que estaba cubierta por las alas oscuras de Drogon.

— Llévenla al templo. —ordenó a los esclavos.

Aquellos niños con túnicas finas de hombros caídos obedecieron, bajaron algunos escalones y corrieron hacia Dany. Drogon sentía seguridad con la presencia de la sacerdotisa, pero de los niños no. Hizo un gruñido tratando de moverse, atemorizó a aquellos pequeños y retrocedieron.

— Tranquilo. — Susurró Kinvara al dragón. —Somos aliados.

Ella logró calmarlo luego de hablarle repetidamente mientras lo acariciaba, además, la energía de Drogon era escasa e impidió que se agitara más. Los niños siguieron avanzando, sujetando a Dany de sus piernas con mucho cuidado, la arrastraron para luego colocarla en una camilla vieja con poca paja.

Después entre siete niños la levantaron, pues su cuerpo estaba tieso y eso hacia que pesara más, provocando balanceos mientras subían los escalones.

— Estará a salvo. — le aseguró ella a la bestia. — Hiciste bien en traerla aquí, ahora, mereces descansar.

Lo acarició una última vez para levantarse y entrar al templo. Drogon al escuchar su voz sintió de alguna manera que su madre estaba en buenas manos. Cerró sus ojos y quedó dormido.

Kinvara entró y dos hombres cerraron las puertas luego de que ella pasó. La ciudad se reunió cerca del templo, de no ser por Drogon que estaba en la entrada, ellos hubieran estado a las puertas queriendo husmear. El pueblo no se había olvidado de la profecía que tanto les contaban las sacerdotisas rojas.

Querían ver a la madre de dragones, querían ver a la persona que libraría el mundo de la oscuridad, querían ver el regalo del señor de la luz, la que renació del fuego, la princesa prometida.

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El templo estaba en silencio, las pisadas de Kinvara era lo que más se escuchaba. En el altar que se encontraba al final, estaban tres sacerdotisas desvistiendo a Dany. Luego estaban desenredando su cabello plateado, las trenzas se las soltaron y después peinaron su gran melena.

La líder de las sacerdotisas llegó al altar, ésta vez pudo ver mejor a Daenerys. En su pecho, estaba la herida que aun no cicatrizaba, causada por la daga de Jon Snow. Kinvara tocó los bordes definidos de la herida, vio la sangre abundante que presuntamente había sufrido la reina.

Ella quería saber quién era el responsable de ésto, pero para llegar a eso, tendría que hablar con Dany.

— Lávenla. —ordenó. Su voz de impotencia era notoria. Bajó del altar y prendió algunas piras de paja alrededor.

Cada sacerdotisa agarró un harapo blanco que estaba en la credencia que se encontraba al lado del altar. Mojaron dichos harapos en agua de los valdes que estaban en el piso y empezaron a pasarlos por cada parte del cuerpo pálido de Dany.

El agua le recorría las piernas, caderas, brazos y el rostro. La sangre que cubría su pecho hasta las costillas fue un poco difícil de quitarla. Pues al pasar dos días en frío y tormentas hicieron que la sangre se secara más de lo normal.

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⏰ Última actualización: Jan 09 ⏰

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