Capitulo XII

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—¿Quieres algo de comer, Amigo?

Dijo Tay a God mientras caminaban hacia la mansión. El niño parecía agotado, pero
cualquiera lo estaría. Ser hurgado y pinchado era duro. Él mismo se sentía como un trapo.

Cuando God sacudió la cabeza y la puerta del vestíbulo se cerró, Singto venia bajando la escalera al trote, con el aspecto de un padre nervioso. Y eso a pesar de que Tay había llamado pasándole un informe de camino a casa.

La visita a Jimmy había ido bien, principalmente. A pesar del ataque, God estaba sano, y los resultados de la prueba de linaje estarían disponibles pronto. Con suerte, encontrarían alguna coincidencia con sus ancestros, y esto ayudaría a God a encontrar a su familia. Así que no había ningún motivo de preocupación.

De todos modos Singto puso el brazo alrededor de los hombros del muchacho y el niño se aflojó. Una especie de comunicación de mirada-a-mirada ocurrió, y el hermano dijo:

—Creo que te llevaré a casa.

God asintió e hizo algunas señas. Singto alzo la vista.

—Dice que olvidó preguntarte como está tu pierna.

Tay levantó la rodilla y se toco la pantorrilla.

—Mejor, gracias. Cuídate, God, ¿vale?

Observó como los dos desaparecían por la puerta bajo la escalera.

Qué buen chico, pensó, y gracias a Dios que lo habían encontrado antes de su transición.

Un grito femenino rasgó el vestíbulo, como si el sonido estuviera vivo y hubiera caído en picado desde el balcón.

La columna vertebral de Tay se helo. Gulf.
Se precipitó al segundo piso y corrió por el pasillo de estatuas. Cuando abrió la puerta de Mew, la luz se derramó en el cuarto y la escena se grabo en su memoria al instante: Gulf sobre la cama, encogido contra la cabecera, la sábana apretada a su garganta.

Mew agachado delante de Gulf, las manos levantadas, desnudo de la cintura para abajo.
Tay perdió el control y se lanzó hacia Mew, agarrando a su gemelo por la garganta y lanzándolo contra la pared.

—¡Qué pasa contigo! —Gritó mientras estrellaba a Mew contra el muro—. ¡Maldito animal! —

Mew no se defendió cuando lo golpeo otra vez.

—Llévatelo. Llévatelo a otra parte. —Fue todo lo que dijo.

Brigth y Zee irrumpieron en el cuarto. Ambos comenzaron a hablar, pero Tay no
podía oír nada excepto el rugido en sus oídos. Nunca había odiado a Mew antes. Había sido tolerante por todo por lo que había pasado. Pero ir tras Gulf…

—Maldito enfermo —siseó Tay. Clavó aquel duro cuerpo a la pared una vez más—. Maldito enfermo… Dios, me repugnas.

Mew simplemente lo miraba, sus ojos negros como el asfalto, opacos y sin vida.
De repente los enormes brazos de Brigth los sujetaron como un cepo, uniéndolos en un aplastante abrazo de oso. En un susurro, el hermano dijo:

—Gulf no necesita esto ahora mismo, muchachos.

Tay disminuyó su agarre y se liberó. Tironeando del abrigo a su sitio, dijo bruscamente:

—Saquenlo de aquí hasta que lo movamos.

Dios, temblaba tan fuerte que casi hiperventilaba. Y la ira no le abandonaba, incluso mientras Mew abandonada el cuarto voluntariamente, con Brigth pisándole los talones.

Tay se aclaró la garganta y echó un vistazo a Zee.

—¿Mi señor, me permites atenderlo en privado?

AMANTE DESPIERTO < MEWGULF ADAPTACIÓN >Donde viven las historias. Descúbrelo ahora