PARTE I: EL ENCUENTRO

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Llevo queriendo escribir esto desde hace tiempo, una historia inusual y común al mismo tiempo. No fue si no hasta que él habló conmigo acerca de lo que quería compartir que en realidad me puse a escribir estas palabras.

Seré breve.

Me habló de sus ojos, su risa, sus ideas. Jamás había oído a nadie hablar de un ser amado de la forma en que lo hizo él, no me creo capaz de poder escribir su historia sin detenerme a pensar en lo injusto que es el mundo y en la frialdad de algunos, pero no me queda más que intentarlo.

Es lo menos que puedo hacer por ellos.

Hace un par de años llegué a la ciudad de Nueva York sin nada más que mi pobre e inspirada alma. Quería convertirme en alguien grande, importante. Quería que las personas recordaran mi nombre al ver mi trabajo. No tenía a nadie que me apoyase, mi familia me odiaba por miles de razones de las que no voy a hablar, mi pareja me había botado, mis amigos habían seguido con sus vidas y ahí estaba yo, con el culo pegado en el escritorio del fondo del aula de Artes Visuales VI de la Universidad de Artes Neoyorkinas de ultimo año, escuchando a una tal Katrina Volkova hablar sobre las sombras y la voz del alma. Concepto precioso si dejamos de lado que las sombras de esta historia son bastante oscuras y que la voz del alma de este romance es la mía.

Aún estaba fresco el deseo de conocer gente nueva, creía que la gente era mucho más que su taza de café por las mañanas. Y al caminar por los pasillos para dirigirme a mi siguiente clase, cometí la afortunada estupidéz de entrar al salón equivocado.

Sobré el banquillo de un piano de cola a mitad de la habitación un chico alto tocaba una melodía preciosa, suave y relajante. Me miró en cuanto se dió cuenta que llevaba rato mirándole y me sonrió.

"Perdona" me disculpé, ruborizada, no por haberme quedado como idiota mirando a aquel chico tocar como todo un profesional, si no por que la gente me ponía nerviosa. "Buscaba Historia 408 "
"Piano Avanzado 515" respondió el chico levantándose con rostro apacible "Estas bastante lejos"

No quise decir nada más por miedo a meter la pata, pero mi cerebro recibió una orden diferente.

"Se te da bastante bien" le dije
"Gracias" respondió él acercándose a mi de brazos cruzados "Puedo enseñarte cuando gustes" y me sonrió con ligereza, haciéndole ver bastante guapo. "Me llamo Louis" se presentó.

Y le dije mi nombre mientras estrechaba su mano con ligereza y se ofreció a ayudarme a buscar mi clase, conversando conmigo en el trayecto que resultó ser bastante largo, no por que mi salón estuviese hasta Westeros, si no por que la forma en la que Louis hablaba me dió la sensación de que el tiempo iba mucho más lento. Me contó que venía de Europa, que tenía hermanas pequeñas y que estaba solo en América, pero que no le molestaba, que le gustaba la soledad. Y una vez que encontramos el 103 me dejó una invitación abierta para volver a conversar con el en cualquier momento.

Lo que no sabía en ese entonces era que tendríamos más que conversaciones de pasillo.

Al terminar la ultima clase me fuí a casa, y por casa me refiero a un pequeño piso en el decimoctavo piso de un edificio en Brooklyn, el cual compartía con un amigo de años. Un chico alto de ojos verdes, pelo rizado y sonrisa abierta. Definido por muchas chicas como "el guapo de Styles".

Solíamos conocernos de una red social extinta, él vivía al otro lado del mundo y yo en el otro extremo, pero al saber que ambos vendríamos al mismo sitio, decidimos vivir juntos para evitar gastar de más en línea telefónica y de red. Harry Styles siempre fue de mis personas favoritas en el mundo, a pesar de que solía ser un pesado algunas veces, siempre podía contar con él. Harry provenía de una familia de la clase alta, donde el dinero compraba toda su felicidad material y le daba boleto redondo al país de las maravillas. Pero a pesar de eso, siempre fue muy centrado, calmado y humilde. Una vez pensé estar enamorada de él, pero solo fue una fase.

Como todos los días, excepto los Viernes, Harry ya tenía lista la elegante cena de pizza recalentada con soda de vainilla y una exquisita colección de fruta descongelada con yoghurt.

"¿Algo nuevo?" preguntaba todas las noches. No solíamos vernos demasiado durante el día, él iba a la escuela de mayor prestigio y talento del universo y la galaxia, Juilliard. Por lo que salía antes que yo todos los días, excepto los Viernes, que no llegaba a cenar ni a dormir por los repertorios. O rapiditos como me gustaba llamarlos... No me la creía toda.
"Me perdí al buscar mi ultima clase" le dije mientras mordisqueaba una rebanada de pizza "Pero en la trayectoria un chico me ayudó a llegar."
"¿Que chico?"
"No le conoces"
"Tal vez si, nena, conozco mucha gente"
"Louis... No le pregunté su apellido" me encogí de hombros, él se rió.
"Pues no lo conozco"
"¿Cómo lo sabes?"
"No conozco ningún Louis" dijo bebiendo de la soda de su mano y mirándome curioso "Pero si conozco la fiesta de Bienvenida de la Academia" sonrió perspicaz, quería llegar a alguna parte. "Es este sábado."
"No creo ir" le dije
"¿No irás a la Bienvenida? No seas ridícula, adoras las fiestas"
"No cuando no conozco a nadie"
"Conoces al tal Louis ¿No?"
"No como para llevar el título de amigo-conocido" le di un trago a mi bebida "Esto no es Los Sims."
"Puedes llevarme a mi" sugirió. Sabía que quería llegar a alguna parte.
"¿Tu quieres ir?"
"Voy a donde me lleves" sonrió ladino
"Suenas como mi perro"
"Deberías comprarme correa. Podría orinar donde quiera" comenzó a especular. Yo me reí.

Pero para el Sábado en la noche, Harry estaba consiguiéndome un trago en la barra de la Bienvenida de la Academia mientras yo me quedaba parada en un sitio donde no estorbaba mientras miraba el fenómeno social que proyectaba el lugar. Había tanta gente que pensé que iba a dejar de respirar. Pero cuando decidí no dejar de hacerlo, una mano me tocó el hombro haciéndome dar la vuelta para encontrarme de nuevo con el chico del piano, Louis, quien sonreía con aspecto relajado y se metía las manos a los bolsillos de su pantalón.

"¿Siempre hay tanto ruido?" pregunte a Louis sobre el sonido que cubría el lugar, a lo que él asintió.
"Cada año intentando dejarme más sordo" respondió él acercándose a mi oído para que pudiese escucharle, observando que sus ojos era azules, de un azul cristalino. "¿Quieres ir a los jardines? Se puede conversar decentemente allá"
"Espero a un amigo" señalé la barra "Fue a conseguir unos tragos."

Y como por llamada divina, Harry apareció a mi lado con dos copas de vino tinto teniéndome una y volviéndose hacia Louis.

El momento en que ambos cruzaron miradas fue como cualquier otro, simple, ordinario. Pero al mismo tiempo iban más allá, no sabría decir bien qué tanto ocurrió en esas miradas.

"Harry" le puse una mano en el brazo al rizado "Este es Louis" me volví hacia el ojiazul "él es mi amigo Harry."
Y se estrecharon la mano.

Hubo un momento de la noche en que me sentí sobrante, como cuando se va de paseo con un par de novios y tu eres el único fenómeno sin pareja. Me sentía mal tercio, pero el par apenas se habían conocido. Cabe decir que fui yo quien se fue antes de la fiesta y no supe de Harry hasta el día siguiente, cuando me despertó su rostro a centímetros del mío reflejando una sonrisa de oreja a oreja.

"Te has juntado con gente muy interesante últimamente" me dijo sin quitar su sonrisa, parecía un idiota.
"Largo." le dije, estaba cansada.
"Le saque el apellido" continuó, ignorando mi petición "Louis Tomlinson, cariño, apunta." me sacudió. "increíble, talentoso, es muy atractivo eh... Y ¿Sabes?"
"...Que?... " dije adormilada
"Saldremos el Viernes"
Y fue aquello lo que me despertó por completo.
"Tienes los viernes ocupados Harry" le dije frotándome los ojos "y estas seguro de que él es..."
"Si... Y Si, no hay duda. El repertorio de este Viernes tendrá que apañárselas sin mi talento" me quitó el pelo del rostro "Hay algo en este chico que vale la pena perderme el repertorio una vez."

No fue solo una vez.

Louis pasó de ser mi amigo de pasillos a ser el visitante nocturno en la habitación de Harry al paso de un mes, donde las citas y las conversaciones entre ambos eran cada vez más frecuentes. Incluso Harry habló acerca de pedirle a Louis que se mudase con nosotros pero después de convencerle que posiblemente aquello no duraría demasiado, no insistió más. Pero yo estaba equivocada.

Aquello siguió por meses, y mientras yo me las apañaba en soledad, aquel par casi no se separaba. Cada mirada entre ellos parecía importante y única, Por lo que me contaban, ambos sentían una fuerte conexión entre ellos.

No indagué mucho, la vida ajena es ajena. Pero cualquiera que mirase la forma en que se movían podía notar que se amaban.

Susurros de un PianistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora