MYSTERIUM

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POV Detective Kim

Salimos de la oficina y al girar la cabeza, me encuentro con la imponente puerta que lleva el nombre de la Dra. Lena Adams Cooper. Es simplemente deslumbrante. Su color dorado resplandece bajo la tenue luz del pasillo, reflejando destellos en todas las direcciones. Está perfectamente pulida, sin una mancha o marca en su superficie, lo que le da un aspecto aún más impresionante. El diseño de la puerta es exquisito y elegante. Cada detalle ha sido cuidadosamente elaborado para transmitir un aura de poder y autoridad.

Mientras sigo observando la puerta, me doy cuenta de que es un recordatorio de que la grandeza y la belleza exterior no siempre reflejan lo que hay en el interior. Aunque esta puerta puede parecer imponente y majestuosa, también es una representación visual de la soledad; una sensación de intriga se apodera de mí. Hay algo en su presencia que me hace dudar y sentir que no puedo confiar plenamente en ella.

No puedo evitar compartir mis sospechas con Toiller, sintiendo que hay algo más, lo miro con un dejo de desconfianza y comento - Toiller, creo que la forense nos está ocultando algo. Siento que sabe más de lo que nos ha dicho -

Toiller simplemente niega con la cabeza y me responde - Kim, conozco a la Dra. Adams, y te puedo asegurar que es una de las mejores en su campo. Si no nos ha dicho nada más es porque quizás todavía no está segura de sus sospechas. Odiaría cometer un error y si no está segura, no nos dirá nada aún. Confía en ella, Kim - dice con una sonrisa en su rostro.

- La tendré vigilada- Susurro mis pensamientos a Toiller, quien me mira fijamente a los ojos y dice en un tono bajo pero amenazador

- Te lo advierto, Kim, si sigues por este camino, no habrá vuelta atrás - No puedo evitar fruncir el ceño ante sus palabras.

- Toiller, sé que la conozco de antes , además, tengo la sensación de que ella también me conoce a mí. Aunque quizás haya algo más oculto ¿Tiene un pasado conmigo y no lo puedo recordar? - pregunto Y lo miro fijamente, él se mantiene serio. Incluso añade

- Kim, no quería decírtelo, pero ya que tanto insistes, te lo digo, cometiste el error de dejarla plantada en el altar, es ella quien no debería de confiar en ti - Un escalofrío me recorre todo el cuerpo y siento como mi rostro palidece, tratando de asimilar dicha información. De pronto Toiller suelta una carcajada estruendosa que parece resonar en cada rincón de la sala y se limpia las lágrimas de tanto reír. No puedo evitar sentir una punzada de irritación ante su reacción. Mis nervios están a flor de piel y su risa burlona solo contribuye a aumentar mi incomodidad.

- No es gracioso, Toiller - le digo enfadado y me quedo mirándolo con los ojos entrecerrados y una ceja arqueada, mi frustración aumentando con cada palabra que salía de su boca. No puedo evitar sentirme tentado a lanzarle un objeto contundente, pero decido mantener la compostura.

Toiller sonríe con suficiencia, como si se creyera el rey de la comedia - Bueno , Kim, siempre hay que encontrar la diversión en el trabajo, ¿no? Y admitámoslo, ver tu cara de frustración con esta broma bien valió la pena. Nada personal, solo un poco de entretenimiento para alegrar el día - Sus palabras solo me hacen entrecerrar aún más los ojos y apretar los puños. No puedo permitir que Toiller se salga con la suya esta vez. Decido contraatacar.

- ¡Deberías considerar seriamente una carrera en el mundo del circo! Podrías ser el payaso estrella - Toiller se detiene en seco, mostrando un gesto de confusión y captando al fin que su bromita no me ha causado gracia alguna

- Te lo has buscado, Kim - dice en forma de defensa - Ahora ve a trabajar, los informes están en tu oficina y deja a Adams, ella sabe lo que hace - me dice en un tono autoritario mientras se aleja por el pasillo. Me quedo mirando su figura hasta que desaparece de mi vista. Por un instante, la idea de que la Dra. Adams fuera mi prometida cruza por mi mente, pero la descarto rápidamente. Pensar en ello me produce cierta incomodidad, no porque la forense sea fea, simplemente no es mi tipo y además que hago pensando en estas cosas, Kim concentrate en el trabajo que hay mucho por hacer.

Me dirijo a mi oficina y al abrir la puerta, mis ojos se posan en mi escritorio, que se encuentra cubierto de montones de papeles desordenados y objetos dispersos. Aunque para muchos podría parecer un completo caos, para mí, este desorden era mi orden, mi manera de organizarme. Antes de sentarme, decido prepararme un café para relajarme mientras reviso los informes de las víctimas; Comienzo a ojear los documentos de los casos anteriores, leyendo detenidamente cada detalle recopilado por los investigadores. Pero hasta el momento, no encuentro ningún lazo común entre las víctimas, excepto el hecho de haber sido asesinadas por el mismo hombre. Es desesperante seguir en la oscuridad, sin pistas claras que me guíen.

Sigo leyendo el informe y me detengo en la marca que la Dra. Adams mencionó. Una pequeña migraña empieza a surgir, haciendo que me sienta un poco distraído. Pero sigo buscando en los otros expedientes y, para mi sorpresa, encuentro esa misma marca en cada uno de ellos. Es una especie de símbolo una doble ese ''§' 'que parece haber sido dejado intencionalmente, mi mente se esfuerza por recordar dónde he visto antes esa marca. Pienso en las pistas que he seguido, los lugares en los que he estado, pero nada me viene a la mente. La frustración crece dentro de mí mientras intento forzar mi memoria. - ¿Cuándo fue la última vez que vi esa marca? -

Decido hacer una pausa y tomar otro sorbo de café. Tal vez necesito despejar mi mente y volver a ella más adelante. La pequeña migraña persiste, respiro hondo y continúo con mi tarea. Sé que tarde o temprano recordaré dónde he visto antes esa marca. Solo necesito ser paciente y seguir buscando en los expedientes. El dolor de cabeza se intensifica y me mareo. Mi respiración se vuelve agitada. Intento concentrarme, pero solo tengo recuerdos borrosos. No obstante, en medio de esa nebulosa, una imagen se destaca con claridad. Es la imagen de una mujer, corriendo frente a mí. Su cabello plateado destaca en medio de la oscuridad. Parece decirme algo, pero su voz suena distorsionada.

Mis ojos caen en mis manos y veo que están cubiertas de sangre. Observo a mi alrededor y me encuentro rodeado de cuerpos mutilados. Busco a la mujer, pero no la encuentro. En cambio, veo a alguien dibujando la marca que la Dra. Adams mencionó, me acerco lentamente para intentar descubrir quién es el responsable de este caos, pero por alguna razón desconocida, cada vez que intento acercarme a él, siento una fuerza invisible empujándome hacia atrás. Me doy cuenta de que mi mirada se detiene en su cabello, largo y de un llamativo color rojizo. Su risa siniestra resuena en el aire, no entiendo lo que está pasando. Siento que estoy perdiendo el equilibrio, las fuerzas me abandonan. Mi mente se nubla, como si una densa niebla se extendiera en mi interior, borrando todo rastro de pensamiento. Todo se vuelve negro y finalmente, me desplomo.

Narrador omnisciente

La habitación de la morgue se encontraba en completa oscuridad, salvo por la tenue luz proveniente de la lámpara del escritorio de Jennie. La única pasante en turno aquella noche, ella se encargaba de dejar todo en orden para el día siguiente.

Cansada después de una jornada agotadora, se apresuró en guardar sus pertenencias y limpiar cada rincón de la habitación con meticulosidad. Cuando finalmente completó su labor, Jennie se detuvo un momento para observar el lugar. Las mesas de autopsias estaban vacías, las camillas impecablemente limpias y las herramientas quirúrgicas reposaban en su lugar designado. Era como si el lugar se hubiera congelado en el tiempo, esperando el próximo amanecer para volver a funcionar.

La joven suspiró, satisfecha por su trabajo bien hecho, y se dirigió hacia el interruptor de luz para apagar la última fuente lumínica. Con un chasquido, la habitación quedó en penumbras, sumiéndose en una oscuridad aún más profunda que la de fuera. Al salir por la puerta de metal, Jennie se encontró con una noche fría y estrellada. La luna llena brillaba en lo alto, derramando una débil luz plateada que apenas lograba iluminar el camino desolado. El viento soplaba, susurros helados que cortaban la piel expuesta de la joven, haciéndola temblar, rápidamente, se abrochó su chaqueta azul, protegiéndose del gélido clima que envolvía la calle desierta.

Mientras avanzaba por la acera adoquinada, Jennie combinaba su caminar con canciones suaves, intentando llenar el vacío que la rodeaba. Cada paso la acercaba más a la estación de autobuses, pero también sentía una presencia sigilosa, unos ojos invisibles posados en su espalda. Un escalofrío recorrió su columna vertebral, instándola a apresurar el ritmo. La inquietud y el miedo se apoderaron de Jennie, y los pasos de su acechador parecían marchar al unísono con los suyos, cada vez más cercanos. El pánico se apoderó de ella por completo. Sin pensarlo dos veces, Jennie comenzó a correr, girando bruscamente en una esquina con la desesperación de escapar del peligro. Pero, en su precipitación y angustia, chocó violentamente con una figura que emergió de la oscuridad

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