6_Isabel y Agustín

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La campana indicaba el fin de otra jornada escolar. O como Marina solía decir "el fin de nuestra sentencia por el día de hoy". Agustín consideraba a Marina una exagerada. Ambos eran como reyes en Las Encinas y para ellos no era un castigo estar ahí. Diferente a sus padres que sufrieron ese lugar bastante según creía Agustín, aunque no sabía bien porqué. Agustín suponía que era porque durante su tiempo aquí habían perdido a dos amigos cercanos a sus padres. Una de ellos era la hermana de su tío Guzmán.

Igualmente, Agustín no consideraba Las Encinas como un lugar insufrible. Nadie se metía con él y todos parecían respetarlo (o temerle). Quizás era porque era el hijo de una marquesa que manejaba una exitosa bodega de vinos o porque también era el hijo del abogado más respetado de Madrid. esas cosas importaban en las Encinas, aunque para Agustín eran asuntos superficiales. O quizás Agustín intimidaba a los demás por su actitud seria, inexpresiva y calculadora. Era físicamente un clon de su padre, pero su personalidad recordaba a Carla. No era tímido, pero era callado, observador, analítico. Veía a los demás con detenimiento y podía comprenderlos y adelantarse a sus movimientos. Decía poco, pero siempre lo escuchaban atentamente. Con solo 13 años y solo cursar el segundo año en el instituto todos lo conocían y lo respetaban. Su inexpresividad solía asustar a muchos. Como si la gran mayoría solo viera fachada.

Pocos conocían su lado más divertido y afectuoso. Ese lado que pocos tenían el privilegio de conocer. Sus padres, sus hermanos, sus tíos, sus primos, sus abuelas. O Marina, que era su mejor amiga prácticamente desde el día en que nació y la persona que mejor lo conocía. Era una amistad equilibrada donde Marina era el corazón y la energía y Agustín era el cerebro y la sensatez.

Había aprendido de su madre como siempre era más conveniente un astuto silencio que simplemente decir lo primero que se venga a tu mente (aspecto del que Marina carecía). Quizás su silencio aterraba a sus compañeros. Aun así, todos lo tenían en un pedestal. No desprecias a un futuro marqués hijo del mejor abogado.

Se especulaba con lo presionado que debía estar por su madre para ser el futuro marqués y no dejar mal parada a su familia, pero lo cierto que a Agustín el marquesado le daba igual y su madre jamás lo presionaba. Simplemente había aprendido a comportarse al observar a su madre. Cuando muchos niños toman de referencia a su padre, Agustín lo hizo con su madre.

Ciertamente, su madre le había brindado las herramientas para conseguir siempre lo que quería. Era tan observador que podía ver a qué respondían las personas y siempre salir bien librado de cada situación. No era muy difícil. Una sonrisa con los hoyuelos marcados en sus mejillas, igual que su padre, y sus abuelas le brindaban la luna si él lo pedía. Ciertamente, las abuelas Pilar y Beatriz eran sus principales aliadas en todo.

Pero sabía cómo tocar ciertos botones en los demás.

Su padre era sencillo. Samuel no era de los que les negaba cosas a sus hijos a menos que se hubieran portado mal o Carla indicara que los estaba malcriando demasiado. Pero una muestra de amor de sus hijos como un abrazo derretía cualquier intento de Samuel de parecer un padre estricto. Samuel García Domínguez respondía al afecto.

Su madre era un poco más compleja. No es que fuera fría y malvada a diferencia de su esposo. No, si Agustín sabía algo de su madre es que Carla tenía un corazón de oro, especialmente con su esposo y sus tres hijos. Pero Carla pensaba distinto a los demás y Agustín lo sabía. Si Agustín la abrazaba de la nada o le decía cuanto la amaba, Carla intuiría que quería que le levantaran un castigo o algo así. No, Agustín había descubierto que su madre era como una máquina de resolver problemas, así que a ella debías darle un caos que tuviera que resolver. A Carla le gustaba controlar su entorno, al igual que a su hijo mayor.

carmuel: el futuro juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora