Una carta

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Esta noche iba a ser diferente, esta noche no iba a ser como cualquier otra donde me resignaba a ver a mi Jisoo morir lentamente, aproximándose más la fecha en la que mi amor me dejaría sola para siempre, aquella noche habíamos decidido irnos las dos a comenzar juntas la siguiente vida.

Cuando habíamos salido del hospital con Jisoo tan débil, supe que el momento se había adelantado y cuanto mucho le quedaba al menos tres semanas más de vida. ¡Eso era muy poco tiempo!

Las noches que pasé con Jennie me hicieron ver mi cruda realidad: si Jisoo moría, mi corazón y alma lo harían también, no tendría forma alguna de superar su ausencia, ni el mejor paraíso de gatitos en que ella pudiera estar compensaba saber que cada día que me despertara no iba a haber nadie a mi lado acariciándome el cabello ni dándome los buenos días con tal cariño y amor como el que ella lo hacía siempre.

¿Pero qué podría hacer? Era inevitable que ella moriría, no importa cuánto recé a Dios desde que supe de su enfermedad esperando que se curara o que fuera un diagnóstico errado, que un dia de pronto le quedaran años y no meses donde iría empeorando su condición, iba a quedarme sola sí o sí, entonces se me ocurrió lo único que podría hacer para no sentir su ausencia: seguirla en la muerte.

En un principio a Jisoo no le gustó para nada esta idea, pero entre más su cuerpo se hacía débil con el pasar de muy poco tiempo y oía mis llantos cada noche mientras la abrazaba con fuerza para recordar su calor cuando me faltara aceptó la propuesta y, tras evitarme el dolor, reencarnariamos las dos a la vez, de ese modo tendríamos más oportunidad de encontrarnos en otra vida al renacer en el mismo periodo de tiempo.

Esta sería nuestra última noche, eso lo teníamos decidido, así que debíamos aprovecharla al máximo para terminar esta vida sin nada que nos faltase, al menos, decirnos.

A pesar de que la cocina tenía las luces funcionando, el entorno lo sentía lúgubre mientras preparaba nuestra última cena. El metal de los sartenes hacían ecos en el sitio mientras mis lágrimas pasaban por mi mejilla al pensar en todo lo que habíamos vivido, prácticamente nos conocimos toda una vida desde la escuela, y no quería que nada de eso terminara.

Llevé la comida hasta el comedor, donde ya Jisoo me esperaba con los ojos enrojecidos y con una sonrisa.

—Te amo —me sonrió tiernamente.

—Yo también te amo.

Dejando su plato en frente suyo y encendiendo unas velas, me senté a la par para darle de comer llevando las cucharadas a su boca, pero luego de un momento me indicó que me sentara en mi sitio (frente a ella), quería tenerme de frente en todo momento.

—Te agradezco todo lo que haces por mí, amor, siempre me protegiste, me llenaste de amor cada que llegaba a casa queriendo romper todo por el estrés, fuiste quien más me nutrió y me ayudó a prosperar, e incluso ahora intentas ayudarme con todo el cariño a darme de comer. Me siento poca cosa comparada a tí y lo que haces.

—No deberías por qué, siempre intentaste cuidar mis emociones por sobre todas las cosas, me enseñaste a ser tan fuerte como pudiera serlo, incluso piensas en mi bienestar por sobre cualquier otra cosa, soy yo quien debería de agradecerte por todo lo que has hecho por mí.

En aquel momento ambas nos llevamos una cucharada a la boca.

—Nunca entendí cómo cocinar como tú, cuando intenté hacerlo yo todo se me quemó, pero cuando tu lo haces no sabe nada a quemado, sabe a amor y cariño.

—Ese quemado me supo a amor también porque venía de tí —le sonreí sollozando.

El resplandor de las velas me hicieron ver sus ojos, también soltando lágrimas que pasaban por unos rasgos envejecidos pero que me transmitían un cariño que me llevaría adonde sea que vaya en unas horas.

Aquellos ojos esmeralda - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora