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Narrador omnisciente
Cuando el reloj marcó exactamente las cuatro de la tarde las campanas empezaron a sonar, en todo el lugar se armó un escándalo de parte de los habitantes, los cuales inmediatamente se dirigieron hasta la plaza principal, en dónde se darían algunos anuncios antes de comenzar. Las personas se empujaban para llegar primero que otras, mientras algunas se dedicaban a esperar cerca del establecimiento para evitar ser pisados o golpeados accidentalmente. Aún así se amontonaban por doquier, llenando hasta el último espacio de la gran estructura. Afortunadamente no hubo una estampida humana, pues había varias autoridades manejando el asunto, acompañados de ciertos individuos con máscaras blancas que se asemejaban a un oso polar, o al menos así lo pensaban la mayoría.
Shadoune abrió lentamente los párpados, algo aturdido, habían pasado al menos tres horas desde el incidente anterior, admite que fue un récord despertarse tan pronto. Se veía rodeado por al menos la mitad de su equipo, quiénes le veían fijamente casi sorprendidos. El francés se notó incómodo por la cercanía, pues se sentía asfixiado. Para su fortunio el oso azabache les interrumpió, obligándoles a separarse un poco de la camilla para darle espacio al de mayor estatura.
Finalmente se dió cuenta que no llevaba puesta la máscara, lo que lo llevó a cubrirse la cara rápidamente, escuchando una risita. La vergüenza lo invadió, nadie nunca había visto su rostro antes, nadie que no fuera alguno de sus padres. Aún así, ninguno pareció realmente sorprendido u asqueado, pequeños detalles que agradeció internamente, dentro de todo era una persona ordinaria, un medio humano que también contaba con sentimientos.
-“Capo, si te querés morir, hacelo después del torneo.”
Spreen alzó la voz con tono arrogante, casi cómo si solo estuviera interesado en ganar. Piru se queja mientras se aferra a la sabana de la camilla, Goncho, al mismo tiempo; intenta alejarlo tomándole por debajo de los hombros. Ambos parecían niños pequeños, que vergüenza.
-“Ya nos tenemos que ir.”
Replica cierto azabache de traje azul mientras observa la escena con mala cara. Los dos chicos se miraron entre sí para luego alejarse del colchón, casi apenados.
-“Al menos dejen que agarre aire, Dios.”
Esta vez habló Conter, interrumpiendo a los demás mientras se sentaba en la orilla del colchón, su mirada parecía relajada pero a la vez se encontraba preocupado por su compañero.
-“No, estoy bien.. ya vámonos que llegamos tarde.”
Respondió el francés, que si bien aún estaba bastante adolorido por la paliza que recibió, no existía nada imposible de lograr en ese estado. Agradeció el hecho de que no se fracturó, pues aquello habría hecho mucho más difícil las posibles batallas cuerpo a cuerpo que tendrían con los demás equipos.
