El beso de un ángel

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Las pisadas en la nieve dejaban huellas de nuestro amor, él reía entre pequeños tropiezos mientras intentaba armar en sus manos una bola de nieve y lograr lanzarmela sin que yo me diese cuenta. Ya sabes, lo he notado, pero adoro oír su risa cuando la nieve da paso a mi rostro y doy un pequeño ruido fingido de sorpresa. Pienso que mi sonido favorito es su risa, es como oír la melodía más increíble que ni los mejores músicos podrían retratar perfectamente como él.

Mis manos se sienten heladas y sus labios se presionan en ellas, tomándome cerca del corazón de él y ofreciéndome del calor de su cuerpo.

— ¿Te sientes bien? Estás helado. ¿Quieres qué entremos a casa de nuevo?

Moví mi cabeza en negación, ¿Cómo podría sentirme mal teniendo un ángel a mi lado? Sus ojos son la cura del malestar. Él es mi hogar. Ese verde refleja el bosque más grande, lleno de lagos que resplandecen, un cielo repleto de las estrellas más brillantes que he visto. Él sonríe, mostrándome el significado del enamoramiento al hacer que mi corazón palpite con cada pequeño movimiento qué él hace. Quiero decir, mírenlo bien, es tan lindo. Su cabello se mueve suavemente con el pequeño viento que sopla el exterior, y siento que tengo un príncipe delante de mí. No puedo concentrarme cuando habla de vez en cuando, pues estoy tan hipnotizado con su voz qué pierdo lo que dice esa dulce voz.

Él es tan hermoso que no puedo decirle nada a la cara, porque mira su cara. Pero que puedo decir? Es hermoso. Siento que puedo derretirme en su corazón al tomarlo de la cintura y besarlo con suma delicadeza, sus labios se sienten como tocar el cielo con mis manos y pienso que nunca me cansaré de esta sensación. Nunca voy a cansarme de ver esos bellos ojos abrirse con sorpresa y sus brazos encerrarme en la avalancha de amor que él entrega. Nuestros cuerpos pierden el equilibrio, él tropieza…adoro lo torpe que es, y me encuentro cara a cara de nuevo con esos maravillosos ojos sobre mí.

— ¡Vincent! ¿Estás bien? Lo siento, no pude sostenernos, estaba tan distraído…

Tomé el cielo y el océano en mis manos al acariciar sus mejillas, él me miró en silencio y luego sonrió con esa curiosidad que logro distinguir.

— Yo estoy más distraído. ¿Te he dicho lo increíble qué eres? Pienso que eres hijo de Afrodita o algo así, no encuentro otra explicación.

Las mejillas de él se colorearon repentinamente y mi amado rió con vergüenza, esa es mi parte favorita al darle cumplidos. Esa curva en sus labios, sus ojos brillan más, he anotado mentalmente esas características para siempre poder disfrutar de ellas. Mi corazón hace eco a su nombre, porque está encantado por Rody.

— No te tomé por el tipo cursi.

— Tú me haces cursi.

— Oh, ¿Es mi culpa acaso?

— Sí, sí qué lo es. 

Él deposita un pequeño beso en mi mejilla y yo suavemente deslizo mis dedos por su cabello, cada fibra de su ser está perfectamente adaptada para que yo lo acaricie y bese.

— Tienes mucho frío, tu piel casi se camufla en la nieve. Deberíamos entrar a casa, vamos, quiero que me sigas leyendo tu libro favorito.

Me ofrece su cálida mano y la tomo, entrelazando nuestros dedos donde los anillos hacen un pequeño ruido. No se lo he dicho, pero él se camufla con el encanto de cielo qué hay sobre nosotros. Es un ángel que no sabe disimularlo.

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