╰─►❁ཻུ۪۪𝓓𝓸𝓼

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A Azulin le encanta ser el centro de atención, sin importar el costo, sin embargo, en su trabajo prefería mantener el perfil medianamente bajo, debido a que podría meterse en problemas en el caso de entrar en alguna polémica.

Lo que significa menos dinero, menos privilegios y menos atención.

Al llegar a la capital, varias personas se detuvieron a admirar a aquel bello hombre de ojos azules, tan claros como agua limpia y pura, Azulin sonrió con orgullo al sentir la admiración de la gente ante su aspecto tan bello. En la entrada del ayuntamiento lo esperaba un chico bajito de cabello pelirrojo y varias pecas esparcidas por su rostro, ambos se vieron directamente y el pelirrojo se acercó con prisa hacia su superior.

Buenos días señor. - saludo con una reverencia, Azulin rodó los ojos indiferente - Hoy parece ser un día algo ajustado.

Lo usual, apresurarse, no pretendo perder mi tiempo con nimiedades, Pompón. - el joven le miró asintiendo rápidamente, a pesar de que era no más que un simple secreto/asistente del político siempre había guardado una cierta sensación de admiración y fidelidad ciega ante el mismo. Al igual que muchos en la zona, políticos y abogados jurídicos en su mayoría.

Azulin caminó rápidamente mientras se arreglaba los botones de las mangas de su camisa blanca, que, por supuesto, la chica de la noche anterior arregló para él.

Recuérdame que debo enviarle un pago a esa chica con el cabello castaño. - Pompón sacó inmediatamente una pequeña libreta de su bolsillo, ya acostumbrado a los repentinos pedidos de su superior.

¡Ah! Está hablando de Julia. - dijo entre susurros - Dijo que la chica era una camarera ordinaria ¿No? ¿Cuánto planea enviar? - preguntó, mientras observaba hacia la espalda del político, ocasionalmente se atrevía a verlo a la cara, aunque a veces Pompón deseaba que lo hiciera.

Envíale 5 mil, dile que no me vuelva a dirigir la palabra en público y que si se atreve a hablar de mi vida privada será silenciada. - Pompón anoto todo rápidamente, con una expresión contraída y mordiéndose el labio inferior, aunque no conocía los métodos que el hombre utilizaba para "silenciar" a sus víctimas si sabía que al día siguiente aquellas personas que se atrevieron a difamar se retractan de sus palabras, pero según Pompón, el hombre no se atrevería a hacer algún acto peligroso.

Señor, casi lo olvido... - dijo, sacudiendo su cabeza como tratando de alejar todos esos pensamientos - Hoy por la noche habrá una cena benéfica donde asistirán toda clase de personas, sería una excelente oportunidad de mejorar aún más su imagen pública. - finalmente, llegaron a la oficina de Azulin, frente a ellos estaba una gran puerta de madera (caoba probablemente) justo a un lado de la entrada había un escritorio, perteneciente a Pompón, la mesa era bastante amplia y tenía una silla cómoda, sobre el escritorio había una computadora y unos cuantos papeles apilados en orden alfabético, el pelirrojo se acercó rápidamente a su lugar, eligiendo algunos documentos y se los entregó - Al menos puede considerarse, recuerde que es una imagen pública al final de cuentas.

Azulin observó sin mucho interés el papel, había un listado de personas que asistirán al evento y la cantidad de invitados permitida, no había nada muy interesante, sin duda sería una pérdida de tiempo ir a este evento nada más por un poco de aprobación pública ¿verdad?

Es absurdo, pero... - vislumbro entre la extensa lista un nombre, o más bien, un apodo que solo hacía que su piel hirviese, "Coco" el hombre era su enemigo, políticamente hablando, hace un tiempo que conocía a este hombre de cabello rubio platinado y de ojos de un precioso tono lila, le irritaba verlo y sobre todo, le molestaba de sobremanera la forma en la que su popularidad era mayor a la suya sin, aparentemente, mayor esfuerzo - Agh... ese bastardo... - arrugó la nariz y frunció el ceño en un gesto insípido, devolviendo la lista hacia Pompón - Bien, diles que voy a ir a ese estupido evento, pero trata de buscar un lugar que esté lejos de ese infeliz. - el hombre más joven asintió rápidamente, tomando la lista entre sus temblorosas manos, Azulin continuó su camino hacia la oficina de trabajo en la cual debía de quedarse otras extenuantes y aburridas 8 horas de su vida.

Pena Por TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora