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Hace un par de años un rumor se fue expandiendo en el pueblo de Avonlea, primero empezó entre los jóvenes crédulos y escandalosos y entre las mujeres amas de casa. Después se extendió entre los hombres adultos, los cuales al principio se abstenían de hablar el respecto, pero el rumor cada vez tomaba mas fuerza que era imposible no escuchar y querer opinar sobre el.

El rumor fue comenzado por alguien que con el tiempo y la voz a voz se había vuelto mas confuso de identificar, pero decía que un visitante proveniente de Europa había llegado al pueblo y se mantuvo lejos de las miradas, pero aún así lo notaron. Después de pasar casi desapercibido fue a hablar con las mayores influencias de Avonlea, lo que aquel hombre deseaba era hacer que nuestro pequeño y querido pueblo fuera parte de su país, le cautivaba la belleza de Avonlea y era de su sorpresa el ver un lugar tan próspero para la cosecha y el ganado.

Los mas pasionales en cuanto al rumor se refería, decían que él estaba buscando tierras para un conde que deseaba ser rey, así que había mandado exploradores a varios pueblos poco conocidos para hacerse de alguno.

¿Parece tonto cierto? Pero era real, al poco tiempo volvimos a recibir mas visitantes, un hombre vestido elegantemente, el jubón azul celeste y algunas medallas colgando de él declaraban su importancia, su acompañante estaba vestido mucho mas discreto, camisa y pantalón, sin mas, se decía que era el conde que quería pasar desapercibido.

A partir de la llegada de los dos hombres, el pueblo empezó a recibir cambios, primero habían comenzado a construir un palacio muy cercano a mi casa, en donde el camino se surcaba en dos, uno llegaba a la vivienda Blythe y el otro iba directamente al palacio. Los caminos comenzaron a empedrarse, algunos habitantes se marcharon felices del pueblo tras haber vendido sus tierras a la monarquía en grandes cantidades de dinero.

Mi padre un día me avisó que a él también le habían propuesto comprarnos las tierras, pero él se negó, quería que el negocio familiar de las manzanas pasara a mi, además él estaba muy enfermo y trasladarse podría ser perjudicial en su salud.

A los pocos días de que comenzaron los cambios, mi padre cayó en cama y tuve que presenciar su fallecimiento. Me alejé del pueblo y sus cambios para poder asimilar todo lo que me había ocurrido.

Viajé por muchos lugares en barco, con trabajos pesados pero siempre intentaba estar de buen humor, incluso hice un amigo llamado Sebastian, mejor conocido como Bash.

No había podido ver con mis propios ojos como cambiaba mi pueblo y sus alrededores desde que me fui, lo poco que sabía era por medio de cartas provenientes de mi amiga Anne, quien se había encargado de que supiera que tenía un hogar al cual regresar y últimamente lo había tomado en cuenta, estaba cansado de los viajes, del agua salada, de estar rodeado de hombres mayores y salvajes. Quería volver a mi hogar, ya había pasado el duelo así que podía volver a casa sabiendo que mi padre no estaría ahí, pero no estaría solo, convencí a Bash de acompañarme y deseaba regalarle la experiencia de un lugar al que pudiera llamar "casa".

Aprovechamos que el barco aparcó en un puerto de la Isla del Príncipe Edward para pedir nuestro último pago y nos marchamos enseguida a comprar los boletos del tren.

—¿Crees que los reyes tengan una hija para que te cases con ella y seas el próximo rey? —dijo Bash mientras esperamos en la estación, dándome un suave codazo en el brazo.

Me reí y rodé los ojos.

—Para empezar eso no me convertiría en rey porque Anne dice que hay un príncipe heredero, en ese caso yo solo llegaría a ser príncipe consorte. Pero eso no pasará, las princesas deben tener estándares altos.

—¿No te consideras un buen partido? —rió— Deberías mejorar esa autoestima, sé que es raro que yo lo diga pero eres apuesto y trabajador, cualquier mujer se fijaría en ti.

Love story symphony | Gilbert Blythe x Kit ConnorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora