tres

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—Dale, Euni, cuidate y avisame después a qué hora pasás por acá —dijo Silvia antes de darle un beso de despedida en el cachete a la jovencita—. Mirá que ya llegó el rey de Roma, ¿eh?
—Sí, sí, cuando venga lo conozco bien —respondió entre pequeñas risitas, ajustándose la mochila mientras miraba contenta a la mujer—. Mientras tanto, Alú va a conocer al famoso Enzo.

El pequeño sonrió y, con un gesto amable de despedida, entró junto a la señora a la casa, mientras que _________ se alejaba con bastante prisa. Entre aplausos y risas, recibieron con alegría a Aluhé, quien se acercaba rápidamente a saludar a todos con un beso en el cachete, hasta que llegó a Enzo.

—Alú, ¿te acordás que te dije que tenía un hijo? —El niño asintió—. Bueno, él es Enzo, mi hijo.

—¡Hola campeón! —saludó Enzo con una sonrisa de oreja a oreja, agachándose para estar a la altura del pequeño Aluhé—. Ya me contaron mucho de vos, ¿eh? Tenés un nombre muy lindo.

—¡Hola! Sí, soy Aluhé —respondió el niño con entusiasmo, devolviendo la sonrisa. —¡Sos muy grande!—

—¿Querés ver qué tan grande puedo ser? —propuso Enzo con una risa, alzando al pequeño Aluhé y colocándolo sobre sus hombros. Con un gesto de aprobación del niño, Enzo salió corriendo hacia afuera de la casa.

Desde esa privilegiada altura, Aluhé podía ver todo, pero Enzo solo vió la misma imagen que había presenciado por la mañana: una chica alejándose a toda prisa. Sin embargo, esta vez, Enzo le dedicó un breve vistazo antes de seguir jugando con el niño. La joven, a su vez, continuó su camino, ajena al divertido momento que se estaba viviendo en la casa.

[...]

Levantandose de la siesta, el chico de pelo castaño se puso las pantuflas y bajó rapidamente hasta el comedor de su casa, para ver si habia alguien despierto; encontró a su mamá colocando unos afiches coloridos en la mesa y hablando sola, como si estuviera exponiendole algo a alguien.

Enzo, entre risas, se acercó sin decir nada, tomando por sorpresa a su madre, quien estaba sumergida en su trabajo.

—¡Hijo, por Dios!— Exclamó ella, llevándose la mano al pecho. —La próxima vez avísame, estaba concentradisima.—
—Perdóname, ma. Me quedé mirando lo que hacías.— Sonrió Enzo acercándose. —¿Qué estás haciendo de lindo?—
—Son unos afiches para decorar el centro vecinal. En unos días tendremos la inauguración del taller de teatro y manualidades; va a ser para todas las edades. Pero, bueno, esperemos que venga mucha gente a participar. Es mi primer año organizando esto y me preocupa que no salga bien... Admiro mucho a Euni, ella lleva mucho más tiempo en esto y parece tan tranquila... aunque tiene sus propios problemas familiares por...—
—Ma, ma.— Lo interrumpió Enzo, mirándola con una sonrisa de comprensión. —Estás muy nerviosa. ¿Por qué no nos tomamos un tecito y me contas todo con más calma?—
—Sí, tenés razón, Enzito.— Respondió su madre entre suspiros. —Me alegra que estés acá conmigo.—

Enzo fue a poner la pava en la hornalla y, mientras esperaba que el agua se calentara, notó la foto pegada en la heladera: era él durante el rodaje de la película que lo hizo famoso en Netflix. Al ver la imagen, los recuerdos de esa experiencia única y desafiante inundaron su mente. La complejidad del papel, la importancia de contar la historia y la conexión con los eventos reales de aquella tragedia lo impactaron profundamente.

Cerró los ojos por un momento, y en la oscuridad de sus pensamientos, revivió cada escena, cada emoción, y las evidencias tangibles del rodaje: las montañas cubiertas de nieve, el viento helado, las cámaras grabando cada toma.

Sintió nostalgia, pero también una mezcla de emociones intensas. La responsabilidad de interpretar a alguien que vivió una historia tan impactante generó un torbellino de sentimientos en su interior. Cada escena, cada línea de diálogo, lo transportó a un lugar emocional que nunca había explorado antes como actor.

𝐄𝐔𝐎𝐍𝐈𝐀 ┇ enzo vogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora