08 | Entre recuerdos

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Alexei Volkov.

Lo había dicho.

Los ojos azules de Chiara me observan con atención, como buscando algún indicio de una broma que está más lejos de serlo. Mis ojos recorren todo su bonito rostro de porcelana, comenzando por sus ojos, que tienen un brillo en particular. Ese brillo que años atrás tenía cuando éramos niños. Las pocas pecas que alcanzo a ver me hacen sonreír internamente, y mi mirada cae en sus labios rosados entreabiertos.

Su espalda aún sigue pegada a mi pecho, manteniendo la poca distancia que nos separa. Mi mano baja a su muñeca y esos ojos azules van hacia mi toque, que por más que intento alejarme no doy un paso atrás. La mujer que tengo entre mi toque es como un imán que, por más que intente mantenerme alejado de ella, siempre me atrae hacia su lado. Un magnetismo invisible que nos une a pesar de todo.

—No estoy para juegos, Volkov.

—Y yo tampoco, Brown —término por decir volviendo a ver sus ojos—. Así que vuelvo y repito, quédate. No voy a permitir que salgas y tomes un taxi de por ahí con esta lluvia.

Doy un paso atrás cuando Chiara se zafa de mi agarre en su muñeca con delicadeza. Acomoda su cabello hacia atrás con la misma mano donde estaba mi toque.

—Puedo pedir un Uber, Volkov no está fuera de mis alcances.

—Está fuera de tus manos si sales allá afuera —señalo el ventanal por donde se deslizan las gotas de lluvia—, arriesgándote a que ocurra un accidente.

Suelta una exhalación y doy un paso atrás con extrañeza al no sentir su piel en mis manos.

—Cualquiera diría que te estás preocupando por mí. ¿Tan rápido optaste por tu papel de novio, Volkov?

—Digamos que no quiero cargar con el peso de tu muerte en mi conciencia.

—Si muero o no, siempre estaré en tu conciencia, Volkov. —Rueda los ojos con burla mientras camina hacia el mueble, despojándose de la cartera y el blazer, mirando a su alrededor.

La dejo un momento y vuelvo a la cocina, tomo las dos tazas de café del mesón donde estábamos sentados tomando hace unos minutos y regreso a la sala. Encuentro a Chiara, sentada con las dos manos juntas en su regazo, alza la mirada cuando le entrego su taza en silencio, y ella la recibe poniendo la palma de su mano por debajo de la taza.

El silencio hace estragos entre nosotros, nunca antes me había gustado el ruido, al contrario, amaba el silencio porque me generaba tranquilidad, no obstante, ahora siento que el silencio me abruma. Mentiría si dijera que tengo un tema de conversación para hablar, pero no. Por primera vez el silencio me resulta cargado de incomodidad y no sé cómo lidiar con ello.

Camino hacia la ventana llevando mi mano izquierda en los bolsillos de mi pantalón y con la otra mano, que aún sostenía mi taza, tomo un gran sorbo de café, disgustando el líquido amargo que se desliza por mi garganta. La lluvia cada vez se intensifica más a medida que avanza el tiempo y no hay señales de que la lluvia se detendrá. "Vaya cosa", el silencio aún sigue permaneciendo entre nosotros, escuchando los repiqueteos de la ventana por las gotas que se deslizan, hasta que noto de reojo como se ubica a mi lado dirigiéndose hacia el ventanal, focalizando la ciudad inundada.

Suelto un suspiro hastiado, sin comprender de dónde proviene la incomodidad que siento. Y antes de formular la primera pregunta que se me viene a la mente tras la confesión de la rubia de hace unos minutos, ella habla, dejándome pasmado.

—Sinceramente, Volkov, ¿por qué aceptaste ayudarme a fingir que eres mi novio? Y no me digas que favor con favor se paga, porque no te creo nada.

Reviro nuevamente mis ojos al percatarme de que Chiara ya está haciendo lo mismo, fijando esos ojos en mí. Por un momento, siento la tentación de acercarme, pero tan pronto como esa idea cruza mi mente, la descarto. «¿Qué diablos me pasa?» Chiara lucha por mantener la mirada desafiante, y yo le devuelvo con la misma intensidad.

NOVIOS POR 48 HORAS EN NAVIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora