12 | Una sola verdad

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Alexei Volkov.

La tenía cerca.

Demasiado cerca para decir verdad.

Podía sentir su acelerada respiración a centímetros de mi rostro. Estábamos tan cerca que mis pensamientos se deshacían en cuestión de segundos, pensamientos que se ahogaban muy en el fondo, incapaz de formar una sola palabra coherente. El espacio entre nosotros se había reducido sin habernos dado cuenta, y aun así éramos incapaces de dar un solo paso atrás.

Era como si el mundo hubiera dejado de existir, y lo único que importaba era perdernos entre los miles de incógnitas que seguramente teníamos en la cabeza por decir y encontrar respuestas claras y concisas a lo que sea que estábamos haciendo.

Sus ojos, azul cielo, tenían un brillo en particular atravesándome con una intensidad que seguramente los míos correspondían de la misma manera. Aquellos ojos que memoricé como un lienzo en mi cabeza, me tenían atrapado como el fuego lento que causaba contemplarla. Ella lo sabía, podía verlo como la curva de sus labios; una sonrisa apenas perceptible quería brotar de sus delgados y rosados labios.

—¿Es difícil? —preguntó. Su voz se escuchaba como un susurro. Había algo en cómo sus ojos se fundían en los míos, algo que me desarmaba por completo. En su mirada encontraba un brillo que no lo había visto antes de habernos reencontrado.

—¿El que? —le devuelvo la pregunta de la misma manera.

—¿Fingir?

No sé por qué, pero su pregunta parecía dirigida directamente hacia mí y a lo que sentía, y eso me molestó más de lo que esperaba. Sonreí, incrédulo, intentando ocultar la frustración en mi voz.

—¿Piensas que estoy fingiendo? —respondí detallando su bonito rostro, desde sus ojos, el color de sus mejillas, hasta terminar en sus labios rosados entre abiertos. No podía desquitarme con ella. No con ella.

Asiente con una fingida certeza.

—Estamos fingiendo, ¿no? —soltó nuevamente esa pregunta como si le costará soltar aquellas palabras—. Tú y yo... Es decir... —Toma aire—... No sé qué pensar de todo esto, Volkov.

Sus ojos nuevamente se encontraron con los míos, y pude percibir la tormenta de emociones que intentaba ocultar. Estaba ahí, justo frente a mí, tan cerca de que podía contar cada de una de las pequeñas pecas en su piel. Siempre las había tenido.

—No finjo cuando te digo que nunca quise alejarme de ti, muñeca —paso saliva al percatarme de aquel apodo que solía decirle cuando éramos niños por tercera vez. Ella suelta un suspiro ahogado, pero las ganas de sacar a relucir ahora los recuerdos me llegan a la mente como una remembranza—. Tampoco finjo cuando te digo que fuiste importante para mí. Y sería un mentiroso si te dijera que solo acepté esta farsa para acercarme a ti, Chiara.

Ella dio un paso atrás ante mi confesión, como si necesitara espacio para procesar todo lo que salió de mi boca. Si tan solo supiera lo mucho que deseaba soltar de golpe todos los recuerdos que se me acumulaban como un nudo en mi garganta y pecho. Pero seguía teniendo esa misma necesidad de seguir soltando verdades que mi imprudente boca no sabía controlar.

—No te creo —dijo, su voz sonó firme.

—Chiara...

—Mientes. Eres un mentiroso, Alexei Volkov.

—¿Por qué? —Doy un paso adelante, ella retrocede y me quedo quieto. El enojo hacia presente en su mirada—. ¿Por querer decirte la verdad del porqué me fui? O porque muy en el fondo sabes que estoy siento honesto contigo por primera vez.

NOVIOS POR 48 HORAS EN NAVIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora