[I]

102 11 21
                                    

El viento sopló en mi cara. Crucé mis brazos, mientras mis púas se movían sutilmente por los suplidos. Dirigí mi vista a la gran ciudad de mi frente, ahora devastada y llena de ruinas por culpa de todo lo que aconteció hace unos pocos días. Pero ahora solo estaba hundiéndome en mis pensamientos pesimistas. Suspiré, bajando mi vista al suelo y cerrando mis ojos, sintiendo la brisa chocar con mi frente, moviendo gentilmente mi bufanda algo sucia y rota.

Solo podía pensar en todo. Sé perfectamente que de aquello ya pasó más de dos centenares, pero simplemente no puedo superarlo. Era como un sentimiento que me atormentaba siempre, por alguna razón, y no me dejaba hasta conseguir ponerme algo sentimental al respecto.

Primero, la muerte de ella. Aunque ha pasado demasiado desde eso, aún tengo el corazón herido. Desde entonces, me rehuse a volver a darle mi amor a alguien, porque sé que lo perderé, incluso si trato lo contrario. Pues soy un inmortal, ¿de qué me sirve tratar de mantener lo que no conmigo?

Aunque, cuando los encontré, ellos me tendieron la mano y yo se las negué. Fueron como un rayo de luz y a mi vida. Incluso después de que yo haya tratado de acabar con toda la humanidad, ellos volvían a ofrecerme su aceptación, una que trate de no aceptar. Sinceramente, lo volvería a hacer. Porque no merezco ayuda, no la necesito y no quiero volver a encariñarme. Pero, sorpresa, lo hice, y eso lo hace más doloroso.

Ellos murieron hace tiempo. No me acuerdo cuál fue el primero, ni el segundo, o tercero. Pero recuerdo que había algunas que no dolían tanto, otras que simplemente fueron una puñalada en mi débil corazón, ya adolorido por la muerte de ella. El más doloroso, fue definitivamente por ese erizo azuleno. Él dio todo por mí, por más que lo rechazaba, lo volvía a intentar, hasta que inconscientemente terminé cediendo. Grave error. Cuando me dijeron que él perdió la vida, por culpa de su maldito pensamiento de que nada podía detenerle y su sentido heroico, por no decir suicida, pude sentir como si simplemente todo de mí se hizo trozos. No era como si lo quisiera, sino que hizo demasiado por mí, y de alguna manera, estaba en deuda con él. Pero no entendía porque me lamentaba todos los días por no poder llegar a salvarlo, pues esto tenía que pasar de todas formas, aunque sea naturalmente.

Pero no todo fue malo en esa época. Los que en ese entonces eran niños, se convirtieron en mi consuelo. Eran buenos muchachos, en especial ese zorro, Tails. Él me ayudó en mucho, debo admitir. Aunque nunca fui muy cercano a ellos, por lo ya mencionado, me trataban con serenidad y sin ningún rencor. No lo comprendía.

También, recordaba a ese robot, Omega. Él era algo... rudo. Ambos solíamos ser amigos de esa murciélago escurridiza con pasión por las joyas, por ella nos unimos; pero como todos, ella también terminó dejándonos inevitablemente. De todas formas, aunque no sabía muy bien cómo tratar con él, seguíamos llevándonos bien. Pero, uno de esos días, tuvo un daño irremediable. Eso le dio fin a su programa. Me da vergüenza decir que me lastimé ese hecho, sabiendo que es un robot para el que posiblemente nunca signifique nada.

El tiempo pasaba y con él, los demás, hasta que otra vez me quedé solo, otra vez. Solo pudiendo sollozar y lamentar su muerte, insultar mi inmortalidad. Sólo quería irme con ellos, no tener que sufrir esto eternamente, pero no podía. Solo podía observar como el ciclo de vida los atrapaba y a mi me ignoraba, como si tuviera un virus mortal del cual no quería contagiarse.

En cuanto a Eggman, él desapareció sin dejar rastro, después de la muerte de Sonic. Parecía que simplemente ya no tenía propósito y sigo sin entender por qué simplemente se fue, sabiendo que ahora tenía todas las chances de dominar el mundo y no podríamos hacer mucho para detenerlo por más que tratamos. Sus creaciones iban paseando por las calles y en menos de unos meses ya habían neutralizado todas, pero se olvidaron de una.
Metal Sonic, ese robot obsesionado con asesinar a su original. Él escapó. Pude verlo, y fue la última vez que lo hice. Recuerdo que solo me miró a los ojos, para luego irse sin más. Era como si se hubiera despedido de mí y yo solo podía asentir, deseándole suerte de alguna forma. Me preguntó si seguirá "vivo", pues, si me pongo a pensar, si él se mantuvo en buen mantenimiento, podría seguir merodeando por allí. Nunca más causó problemas, pues su objetivo ya había sido neutralizado, no valía la pena seguir con la dicha de su creador, pues él se había ido.

Mano Amiga || ShadilverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora