[III]

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Sentía mis púas despeinarse en cada segundo que yo seguía corriendo. Me estresaba. Fruncí el ceño, volteándome hasta donde estaba aquel gran lugar. Me agaché, derrapé y me frené en frente de ello, quemando algunas hierbas del pastizal. Suspiré. Entonces, miré hacía atrás, aprovechando para acomodar mis espinas mientras mi compañero se tomaba el tiempo de descender del cielo. Crucé mis brazos, volví a observar el umbral de aquella mansión, oyendo las pisadas de las botas de Silver acercarse y parar a mi lado.

-Aquí... -. Lo miré directamente a los ojos, como comprobando si realmente él planeaba perder tiempo en ver este lugar que, por poco, no se estaba cayendo a pedazos.

-Aquí -. Asintió, devolviendo una mirada segura, pero nerviosa.

Rodé los ojos, sólo di un paso al lugar, posando de forma delicada mi pie sobre la escalera, de roble ya podrido y carcomido. De forma estúpida, traté de abrir aquella entrada jalando el pomo, obviamente no tuve resultados, algo que me esperaba. Me volteé a mirarlo, que seguía atrás de mí, pero ahora más cerca, percatándose de cada sutil movimiento que yo hacía.

-Llave -. Comuniqué sin explicación-. O oxidación.

-La segunda -. Devolvió esa manera poco contextual con la que le hablaba-. ¿Y si tumbamos la puerta?

-¿Tumbarla? -. Murmuré, alzando una ceja. Pero relajé mis ojos, mirando al otro lado. Claro, eso era obvio. Pero para no darle una razón, solo esboce en un pequeño murmullo: "Como sea"

Me vi obligado a dar un paso hacia atrás, alejándome, elevando mi pierna a una considerable altura, para luego extenderla y dar un golpetazo al cerrojo una vez, sin mucha fuerza. La madera tembló, haciendo un ruido sordo y de algo quebrándose. Aquel se rompió, dejando pasar a cualquiera que quisiese. El pedazo de lo que quedaba de la cerradura voló y cayó en la esquina del umbral, pero solo moví mis orejas al escuchar el sonido que hizo. Luego, lo miré otra vez, pero no estaba ahí. Una vez más, se ha ido. Fruncí el ceño y puse mis dedos sobre mi frente, murmurando un leve quejido de molestia.

-Está oscuro aquí -. Comentó de la nada. Su voz era como un eco, resonando por todo el sitio hasta donde estaba yo.

-No me digas... -. Volteé los ojos, adentrándome en el lugar.

Mi paso se escuchó en todo el lado, el 'crack' de una ramita hizo un pequeño estruendo cuando la pisé. La pateé a un lado, mirando la cerámica del piso, que era lo único que más o menos lograba divisar entre todas esas sombras. Era verdad; todo estaba sucumbido en aquella penumbra melancólica. Hasta costaba creer que en algún momento hubo gente que vivió aquí, siendo esto tan vacío y penoso. Todo era muy irreal. Aún me recordaba a mí mismo solo relajándome, incluso soltando algunas risas con mis "amigos" no hace un tiempo muy lejano para mí. Y ahora, todo es un caos. Veré el fin. Yo lo haré. La verdad es que me daba paz saber que ellos no verán que todo su arduo trabajo no valió la pena; pues todo acabaría así: muerte en agonía. Pero mal para mí, tendré que vivirlo y sentir como si me juzgarán desde el más allá.

Todo se iluminó repentinamente, a lo que miré al frente, encontrándome con ese erizo platino volando por el alrededor, observando con esmero el viejo candelabro que todavía yacía colgando del techo. La luz de sus raros poderes, ese verde aqua invadió toda la sala en menos de dos segundos desde que se elevó. Era una habilidad que varios en estos tiempos poseían, pero seguía siendo confuso para mí, y la pregunta de cómo llegaron a tener esos dones me rondaba por la mente. Pero no importaba ya. Seguí con mis ojos sobre él, sintiendo una repentina preocupación porqué estuviera tan cerca y descuidado de aquel flamero tan inestable.

-Silver -. Alcé la voz para que me escuchase, y lo hizo, alejándose un poco de ello. Asentí-. Sigue haciendo eso. Nos da luz -. Comuniqué, cruzando mis brazos otra vez.

Mano Amiga || ShadilverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora