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Dalia sollozó por ultima vez antes de correr lo más lejos que podia de la horrible escena frente a ella. Su tia, quien practicamente la crió, le alimentó y cuido de ella desde que aprendio sus primeras palabras...
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Beth, la hija del dueño de casa, les había ofrecido a ambas niñas su habitación, pero ninguna aceptó. Querían pasar la primera noche, al menos, con sus padres. Lo cual la rubia mayor entendió completamente, pero dijo que la oferta seguiría en pie los siguientes días. De ese modo, Daryl llevaba a su hija de la mano hacia su tienda de acampar, que estaba en un árbol a unos metros de las demás, con su propia privacidad.
Dejó la mochila, que ahora pertenecía a su hija, en el suelo y ambos se sentaron en unos troncos que el mayor ocupaba como asientos. El silencio llegó a ellos, pero no era incomodo, si no relajante para ambos después de estar días ansiosos o preocupados.
El ballestero se estiró y alcanzo la mochila, dejándola en su regazo y abriendola bajo la atenta mirada de Dalia a su lado. Sacó uno por uno los libros que guardó en ella, leyendo los nombres y sonriendo levemente. —Provisiones, ¿eh?
La pequeña se encogió de hombros. —A ambas nos gustó, y no sabíamos cuanto tiempo estaríamos afuera, así que los guarde por si necesitábamos distraernos...
Daryl hizo una mueca y asintió, sacando las linternas y pasándoselas a la menor, luego sacó la toalla y el papel higiénico. —Esto si fue astuto. Bien hecho. Dejó ambas cosas a su lado y por último sacó el botiquín. Dejó caer la mochila al suelo y dejó la caja blanca en sus piernas, tamborileando sus dedos sobre ella. —Por algo eras la mejor de tu clase, ¿no? Inteligente y precavida.
La castaña sonrió y apoyó su cabeza en el hombro ajeno, jugando con las linternas que anteriormente su padre le había pasado. El silencio volvió a reinar entre ellos, algo que tenía un poco incómodo al mayor, normalmente era la niña quien creaba alguna conversación, quien hablaba hasta por los codos entre ellos, pero ahora parecía que él era el extrovertido entre ambos.
Y no era así.
—Haber Daly, ¿Que está pasando? Dejó el botiquín a un lado y tomó a la niña de las axilas, colocándola en su regazo y sintiendo inmediatamente como está aferraba su camiseta con sus manos, abrazándolo y colocando su cabeza devuelta a su hombro.
La castaña no dijo nada, y cuando el adulto estuvo a punto de rendirse, dejar que las cosas siguieran así y esperar a que fuera ella quien se acercará a hablarle, dijo en voz baja. —Solo no logro quitarme la sensación de estar alerta todo el tiempo. De que en cualquier momento estaremos en peligro o que ésto sólo sea un sueño y siga en la cabaña con Sophia...
El corazón de Daryl se apretó, apretando más a la pequeña en sus brazos contra sí mismo. Conocía esa sensación, la tenía siempre que salía a cazar o cuando vivía con su maldito padre, esperando que este saliera en cualquier momento y le pegara una paliza hasta por la mínima cosa.
