--- Tanjiro Kamado, Un chico humilde, de buen corazón, bueno en los deportes, buen físico y olfato. . .
--- Ume Sabana, Una chica orgullosa, buena atleta y gimnasta, con un desarrollo perfecto en su cuerpo. . .
¿Cómo se llevaran?, ¿Cómo encajaran e...
El dolor palpitante en mi cabeza competía con el brillo de la luna mientras luchaba por recordar lo que había ocurrido. Había perdido, eso estaba claro, pero la imagen de su rostro triunfante seguía siendo borrosa en mi mente, como si mi orgullo se negara a aceptar la derrota. Maldita sea, mientras no la encontrara, podría fingir que todo estaba bien.
Con un esfuerzo, me incorporé, sintiendo cada músculo protestar por el esfuerzo. La azotea estaba desierta, no había rastro de Kanao. ¿Dónde demonios se había metido? Traté de ignorar la sensación de inquietud mientras me tambaleaba hacia la salida, una mano presionando mi sien en un intento inútil de aliviar el dolor.
El camino a casa se volvió borroso, mi mente en un torbellino de pensamientos y emociones. Tanjiro... su nombre resonaba en mi cabeza como una maldición. Tenía que calmarme, recordarme que era solo una pelea, que podría recuperarme y volver más fuerte. Aunque caminaba por un parque oscuro y solitario, la sensación de peligro me hacía acelerar el paso, ansiando el consuelo de mi hogar.
Pero entonces, de repente, estaba allí. Nezuko, de pie frente a mí como un espectro en la noche. Mi primera reacción fue reír, una risa amarga y exhausta que escapó de mis labios sin control.
—Una broma, ¿verdad? —dije, tratando de mantener mi voz firme a pesar del dolor y la confusión.
Ella me miró con seriedad, sus mirada tan cortante como un cuchillo afilado en el aire fresco de la noche.
—No es una broma, Kaigaku. Has fallado —dijo, su tono tan frío como el viento que soplaba a nuestro alrededor.
Me mordí el labio, sintiendo una oleada de ira y vergüenza arder dentro de mí. ¿Cómo podía enfrentarme a ella ahora, habiendo perdido de esta manera?
—Nunca imaginé que tu hermano tuviera una frente tan dura —murmuré, tratando de desviar la conversación hacia cualquier cosa que no fuera mi propia derrota.
Pero Nezuko no parecía impresionada. Se cruzó de brazos, su silueta destacada contra la luz de la farola cercana, y su mirada era implacable.
—No hay excusa para el fracaso, Kaigaku —dijo, su voz resonando en la quietud de la noche como un juicio final.
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Quite la mirada derrotado, estaba agotado por lo que no podía pensar bien
—Pero está bien... No esperaba menos de ti —Dijo con un tono de resignación, acercándose para ofrecerme su mano en señal de apoyo— Supongo que tendremos que rehacer el plan. —Su voz sonaba firme, pero había un deje de preocupación en sus ojos.
