CAPÍTULO 9: TUTTECOSE

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(TODAS LAS COSAS)


Si ya no te reconoces, no la tomes con mi vida

Se non ti riconosci più non te la prendere con la mia vita

Con tu vida que parece una película dentro de una película

Con la tua vita vita che sembra un film dentro un film

Dentro de una película, dentro de una foto descolorida

Dentro un film, dentro una foto sbiadita


A la mañana siguiente...

Me desperté antes de que sonara la alarma a las ocho. Todavía era de noche y parecía pronto. Me fregué los ojos con las manos y miré la hora en el móvil. Eran casi las siete de la mañana. No era tan pronto pero tampoco tan tarde como para levantarme. Fantástico.

Arrancamos el día con alegría, felicidad y sueño por no haber dormido lo suficiente y por no haber tenido una agradable noche de sueño. Me había pasado toda la noche girando a un lado, girando al otro, tratando de taparme porque me destapaba. Luego que si tenía más frío y de nuevo a girar y girar.

No sabía como ponerme y había sido consciente de todos y cada uno de los momentos en que me dormía sobre la derecha y ahora sobre la izquierda. Boca arriba y a dormir. Un fastidio de noche vamos y no porque añorara mi cama. La noche anterior había dormido de lo más bien, puede que el cansancio del viaje me ayudase a dormir, pero entonces, ¿qué había pasado aquella segunda noche?

Cosas que pasan, sin sentido y sin motivos aparentes. Sin más.

Pensé en volver a intentar dormir pero ni la hora era adecuada, ya que para una hora supongo que me levantaría peor de lo que estaba y además no es que tuviera sueño, me había desvelado.

Decidí levantarme y primero que nada ir al baño y lavarme la cara. Después, me fui al balconcito a ver cómo se veía el cielo sin que aún hubiese amanecido, más claro, pero nocturno y pensé que en cuanto amaneciera y saliese el sol saldría del hotel a que me diera un poco de aire.

Mientras tanto, miré un poco el paisaje del balcón y puse la tele a bajo volumen para no molestar y así ver algo hasta que se hiciera de día.

Una vez vi que amanecía, sobre las ocho y poco, me vestí, cogí el bolso y salí de la habitación sigilosa. Los demás huéspedes seguramente seguirían durmiendo y no quería hacer demasiado ruido y despertar a alguien.

Bajé por las escaleras por el mismo motivo y salí del hotel.

Había decidido ir hacia donde mis pies me dirigieran y creo que querían ir hacia la libertad y la tranquilidad del mar. Aquella era la primera vez en todo el viaje que me acercaba al mar, más concretamente a la playa y decidí bajar a la arena.

Aquel día el mar parecía estar embravecido, con más fuerza de la que imaginaba debía tener normalmente. El cielo estaba algo nublado pero había pequeños huecos por donde se veía cían, suave, característico del norte. Algunas pequeñas nubes rosas a lo lejos embellecían el paisaje.

La bahía de la Concha con la isla de Santa Clara.

El agua era de un azul que competía con el cielo, fuerte y con oleaje que hacía que las olas llegasen hasta mitad de la playa. Bajé a la arena dejando atrás los paseos de piedra y pasando al paseo de madera. El viento empezaba a soplar pero aunque era poco, seguía siendo fresco. Me abroché la chaqueta hasta el cuello y seguí por la madera hasta llegar a la arena que estaba mojada por el oleaje nocturno y hasta donde el agua parecía llegar en ese momento.

El Club De Los Corazones AsustadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora