Capítulo 2: El muchacho de ojos esmeraldas.

154 19 0
                                    


Hola a todos de nuevo les traigo otro capítulo de este fantástico fic jajaja, sé que es muy apresurado pero al igual que ustedes moría por el encuentro entre Leah y Harry. Me he quebrado mucho la cabeza hallando un momento perfecto así que después mucho pensar quedo así, en fin espero que les guste.

Una semana una maldita semana.

Que pasó tan lentamente que quería estrellar su cabeza contra la pared más cercana, las horas pasaron con una asombrosa lentitud torturándola, todos sus pensamientos en torno a una sola persona.

Sam.

Su maldito alfa, su ex novio y ahora el padre de su sobrino, este viaje debería ser perfecto, debería ayudarle a despejar la mente a encontrar una forma de seguir adelante pero no, ahí estaba ella lamentándose de nuevo y lo peor es que no podía dejar de amarlo.

Su vida era un asco.

Suavemente colocó su mano sobre el frío cristal, un suspiro broto de sus labios y con la mirada aún apagada miro su reflejo. Se deshizo de la toalla azul que envolvía su cuerpo quedando desnuda, sintió las gotas de agua caer de su cabello y recorrer un camino prohibido a través de sus curvas.

Se analizó, cada parte de ella, sus pechos eran de un buen tamaño y firmes en su posición a pesar de que nada los sostenía, su cintura estrecha y sus caderas anchas, la clásica figura reloj de arena pero no exagerada, recordó que le dijo una de las hermanas de Jacob.

Sus piernas largas y torneadas, se colocó de perfil y vio su trasero firme, una ventaja de ser loba, un gran físico.

Su piel era cobriza pero un poco más clara que la de los demás miembros de la Push, su cabello rozaba sus hombros, y su mayor orgullo, sus ojos oscuros adornados de largas pestañas.

No era fea, al contrario era atractiva, con un gran físico y hermosos ojos.

¿Entonces porque seguía sola?

Ah, sí su actitud de mierda; suspiro a este paso se convertiría en una vieja gruñona y amargada que se quedaría sola.

Rebusco en su maleta y se vistió, pidió el almuerzo y comió, al terminar miro el libro de portada amarilla y con una mueca lo abrió y se colocó en posición de loto.

Respiró profundamente.

Una vez.

Dos veces.

Tres veces.

Cuatro veces.

Y arrojó el libro contra la ventana, sin quebrarlo por milagro.

Regreso a su posición y lo intentó de nuevo, pero fracasó por cuarta vez en el día.

Por todos los cielos. Sólo era meditación, nada del otro mundo pero entonces por qué demonios no podía hacerlo.

Cuando vivía en Forks intento todo lo que se le ocurrió que la ayudara a controlar su loba interna, hasta que se decidió por el yoga y no le sirvió, pero cuando encontró el libro arrumbado bajo toda su ropa decidió intentarlo de nuevo.

Después de todo estaba en Londres, una de las ciudades más pobladas del mundo, un lugar donde fácilmente podría perder el control por cualquier tontería así que debía mantenerse tranquila a cualquier precio, no sería bueno que se transformara en una gran loba blanca a mitad de la calle. No, para nada bueno.

Pero eso de estar sentada sin hacer nada no era lo suyo.

-Una vez más, solo una vez más. -Susurro auto convenciéndose.

Imprimación Mágica »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora