2

2.7K 430 80
                                    

“¡Date prisa Max!”, Jos suena exasperado, la paciencia nunca fue una de sus virtudes. “¡O llegaremos tarde!”

Los golpes constantes en la puerta del baño tenían irritado a Max, el «pam, pam» repetitivo y lo desesperante que era su padre le estaban dando dolor de cabeza, el pinchazo en su sien era señal de que este día iba a ser complicado.

“¡Espera, aún no termino!”

No entiende a su papá, la reunión no sería hasta dentro de una hora, tiempo suficiente para que Max pusiera sus pensamientos en orden y se alistara. Pero el hombre, al otro lado de la puerta y el cual llama «papá», ha estado insistiendo en que se apresurara, mucho antes de que saliera el maldito sol.

¿Acaso Jos no conoce las palabras «paciencia» y «muy temprano»? Estaba seguro que ni siquiera Christian estaba presente en la sede. Si no tuviera respeto a su padre y un gran autocontrol, Max ya le hubiera gritado «¡cállate viejo!».

“Diablos Max ¿Qué carajos haces allí dentro? Eso lo dijiste hace quince minutos. Eres peor que tú hermana”. Escucha el resoplido de su papá. Max no responde y, por primera vez, Jos no insiste dando por finalizada la ardua batalla por sacar a su testarudo hijo. Los pasos resuenan en el pequeño pasillo de la habitación mientras la voz de su papá se aleja; aún amortiguada por las paredes, el «muchacho vanidoso» que masculla entre dientes Jos es perceptible para Max, quien expulsó el aire en un suspiro de alivio.

“¡Te espero en la sala!”

Max sabe que su papá no se irá, sería un milagro si lo dejara solo, el hombre aguardará por él igual a un maldito perro de mala cara. Ni siquiera ideando el mejor plan de escape, Max podrá salir de su habitación.

La presencia de su padre no era molesta para él, pero llegaba a poner nerviosa a la gente. Quería ser el único que estuviera presente en la reunión de bienvenida de Sergio, tener tenso e incómodo a su futuro compañero de equipo era lo último que Max necesitaba.

Miró su reflejo. El agua le cae gota por gota por todo el rostro, desde la punta del cabello hasta el filo de la barbilla, la barba desordenada decora su mandíbula, su piel estaba más pálida de lo normal, sus ojos se ven nublados de un azul tormentoso similar al cielo de Gran Bretaña que amenazaba con lluvia casi todos los días; las ojeras estaban pronunciadas y el tono oscuro hacía que Max se viera del asco.

Desarreglado, desvelado, así era como Max se percibía desde hace varios días, conciliar el sueño se volvió un reto, como intentar correr el circuito de Nürburgring. Su cuerpo vibraba de emoción, se sentía inquieto, el estómago le revoloteaba de ansiedad y sus pies se movían de par en par como un niño pequeño que ha tomado diez tazas de café seguidas.

Sabe porqué está así, no era ignorante a su constante estado excitado, sin embargo, Max no llega a comprender que tenía de emocionante ver a Sergio. Ya habían tenido encuentros mucho antes de que el mexicano firmara para Red Bull, incluso había fotos de ambos circulando por internet junto a su antiguo compañero Kvyat.

Se verán todos los días. Entrenarán juntos, correrán juntos, tomarán entrevistas juntos, y si Christian tuviera el poder, incluso, dormirían juntos en la misma maldita cama.

Si Sergio fuera un hombre intimidante o alguien como quien Max tuviera problemas, Max tendría razones suficientes para estar intranquilo… Y he ahí el problema, porque Sergio era todo lo que le recordaba a Max a un día nublado de primavera cuando tenía diez años.

Ojos bonitos de un chico extraño y bonito siempre reaparecen en sus recuerdos cuando el mar de la nostalgia lo arrastraba. Siempre se preguntó qué habrá sido de ese adolescente bonito una vez que Max subió de nivel; cuál camino habrá tomado, si habrá seguido corriendo o decidió desistir. Aunque el transcurso de los años distorsionaron el bonito rostro que conmocionó a Max cuando era un niño, sigue recordando aquel par de ojos brillantes cuando se ponía melancólico o cuando cerraba los ojos.

la pequeña frase en tu muñeca | chestappen ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora