II

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Kamila

El castaño entra a la casa, pero lo pierdo de vista cuando gira hacia la derecha, miro a mi alrededor, veo a un hombre en la calle de enfrente viéndome fijamente con una sonrisa que se supone debe hacerme sonrojar, sin embargo solo hace que me de miedo, así que entro y cierro la puerta tras de mi.

Sigo los pasos del castaño y me detengo cuando veo a otras dos personas esperándome en lo que creo es la sala, hay una chica rubia,de ojos verdes, muy bonita y un chico pelinegro, con los mismo ojos que la chica, es alto y, por qué diablos todo el mundo es guapo en este lugar.

Los dos me dan un repaso pero nadie dice nada.

–Hola, me llamo Cristina, debes ser Kamila, un gusto.—Dice la chica muy rápido mientras avanza y me da un abrazo que se me hace muy largo.

–Sueltala Cris, la vas a asustar.—Ahora es el chico pelinegro quien habla.—Jaden, qué alegría poder conocerte por fin.

Me tiende su mano cuando la chica se aparta, con duda le doy mi mano, y me la estrecha como si estuviéramos cerrando un trato. Al rato me suelta, se da vuelta y se sienta en el puff que está a una esquina, su mirada me da entender que espera hable, pero no se decir.

–Supongo que no sabes quien soy.—Me dice el castaño.

–Nop.

–Soy Marco, tu primo, hijo de tu tía Cecilia, de seguro tampoco te acuerdas de ella, es la hermana de tu madre.—Se me detiene el corazón, y supongo que Marco se da cuenta por la forma en que me mira.—Chicos pueden dejarnos solos, por favor.

La chica y el chico se miran entre ellos y se sientan, los dos suben las escaleras y desaparecen.

–Siento mucho lo de tu madre.

–¿Conociste a mi madre?

–No mucho, tenía cinco cuando se mudaron.

Silencio.

Quería hacerle muchas preguntas.

–Se que debes estar confundida y todo eso, pero debes estar muy cansada, si quieres te puedo contar todo mañana.

Asiento con la cabeza.

–Bien, acompáñame.

Empieza a caminar con mi maleta, no subimos las escaleras, me guía por la casa hasta llegar a una puerta, esperó a que la abra pero no lo hace.

–Esta era la habitación del abuelo, puedes quedarte aquí.

–Vale.

Me mira con curiosidad y eso solo hace que me incomode.

–Bueno, descansa.— Se gira y empieza a caminar.

–Oye, gracias.

Se detiene y me mira.

–No hay de que.—Sonríe, y lo pierdo de vista.

Abro la puerta y el olor a humedad me da la bienvenida, es un cuarto grande, con una cama grande en el centro, un closet y un escritorio,justo arriba de el hay una ventana.Hay otra puerta supongo que es el baño. Entro y cierro la puerta con un pestillo.

Me tiro en la cama y cierro los ojos, sin darme cuenta caigo en los brazos de Morfeo.

A donde nos lleve la luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora