[Caell]
Camino despacio, con las manos en los bolsillos y la mente en blanco. Voy silbando una canción que Damon me enseñó cuando éramos adolescentes. La letra es bastante obscena pero entonces, con las hormonas alteradas y deseosos de experimentar aquello de lo que hablaba la canción, nos parecía lo mejor que habíamos escuchado. Y seguro que nos empalmamos más de una vez cantándola aunque, si soy sincero, no lo recuerdo.
Sonrío al recordar aquellos tiempos. Entonces éramos uña y carne y pensábamos que nada nos iba a separar. Sólo éramos dos muchachos ingenuos que disfrutaban de las guerras entre clanes y soñaban con convertirse en guerreros que enorgulleciesen a nuestro laird. Y tendría que haber sido así pero, sin embargo, nos hemos convertido en esto.
La vida, a veces, es una mierda.
Suspiro con fastidio y dejo de silbar. Estoy llegando al lugar acordado y no quiero mostrar nada de mí. Si hay algo que he aprendido durante estos siglos, es que no puedo confiar en nadie. Y mucho menos en el vampiro con el que voy a encontrarme.
Abandono la calle principal, llena de luces, ruido y olores agradables y me interno en una callejuela oscura, hedionda, que recoge todos los olores del Támesis. A unos metros puedo ver el sucio letrero de la taberna. Lleva ahí desde mediados del siglo XIX y, desde sus inicios, ha sido regentada por el mismo vampiro: Marcus Stoppenhead. El tío es un cabrón de cuidado, pero es el único que puede ayudarme.
Tomo aire antes de entrar. Necesito infundirme fuerzas y ánimos, porque lidiar con este tipo no es fácil. Nos hemos encontrado muchas veces a lo largo de los siglos, pero nunca han sido encuentros normales. Sé que, si le dejase probar mi culo, las cosas no serían tan difíciles. Pero yo no me acuesto con tíos. O al menos no con todos, sólo con uno... pero eso sucede cada vez que los planetas entran en una especie de mierda cósmica que dura un instante y luego todo desaparece hasta la siguiente vez que el Cosmos decide favorecernos. Él ha sido, es y será el único.
Empujo la puerta, que hace un ruido de mil demonios. Dentro hay una decena de vampiros que me miran con desconfianza en cuanto me ven entrar. Marcus está en su lugar de siempre: tras la sucia barra. Hace tiempo que no entro aquí pero, a juzgar por la mugre que veo, la taberna no se ha limpiado desde que Molly murió y eso fue a principios del siglo XX.
— Enero se presenta frío, ¿no? — Digo sentándome en un taburete y tratando de no tocar la barra. Puedo prescindir de los pantalones, pero el abrigo es sagrado. Tirar unos pantalones más o menos no me supone nada, pero el abrigo... bueno, tiene su historia.
Marcus me mira con el ceño fruncido.
— ¿A quién cojones le importa?
Sí, empezamos bien.
— Sólo pretendía iniciar una conversación, hombre. — Ladeo la cabeza y lo observo. Gordo, barbudo, sucio y con la dentadura bastante estropeada. Quien quiera que lo convirtiese debía estar desesperado — Pero si crees que podemos prescindir de las cortesías...
Deja el vaso que está limpiando sobre la barra y lo hace con tanta fuerza que se rompe en mil pedazos.
— Déjate de toda esa mierda, McLeod. ¿Por qué querías verme?
— Le prometí a ella que la saludaría cuando regresase a Londres. ¿Dónde está?
Gruñe malhumorado y recoge los cristales. Me señala las escaleras que llevan al primer piso. Comienzo el ascenso y él me sigue. Tiene los ojos fijos en mi culo y me alegra enormemente que el abrigo me llegue hasta las rodillas. Tiene la extraña habilidad de hacerme sentir violado cada vez que me mira.
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Celtic Blood
VampireCaell Mcleod y Damon O'Lubnaig han tenido vidas complicadas. Sus unicos días felices quedaron muy atrás, perdidos en la Escocia de los clanes y las guerras. El curso de su existencia se vio truncado tras una de las últimas incursiones vikingas, dond...