Damon
Ambos jadeamos por el esfuerzo y abandonamos la postura de combate. El sudor brilla en nuestros cuerpos, que claman por una ducha. Me giro y comienzo a quitarme las vendas de las manos. Mi humor sigue siendo bastante siniestro.
—Te noto estresado.
Percibo el matiz de diversión en su tono y le fulmino con la mirada. Pero Lucien es insistente, alza las manos en son de paz, y sigue bromeando—: ¡Eh! Soy yo el que no folló anoche y estoy de mucho mejor humor. —Mira mi cuello mientras lo dice y yo sé lo que está viendo ahí. Me preguntó si anoche estaba mirando. Creo que me ha quedado algún puñetazo por dar en esa jodida mandíbula burlona.
—Yo tampoco follé —digo, sin embargo, y cojo la botella de agua para beber. Lucien se pone serio.
Al principio fue el Sire quien me adiestraba, pero tras lustros de entrenamiento me convertí en un guerrero y fue a partir de entonces cuando empecé a entrenar con Lucien.
—Pensaba que habías ido tras tu hermano, cuando te di el aviso —dice como si nada, mientras coge su toalla y empieza a secarse el sudor del pelo, que lleva algo largo. No sé si sabe lo que hacemos Caell y yo o es un simple cambio de tema.
—Fui. Y no es mi hermano.
—Tu hermano de sangre, qué más da. —Hace una pausa cauta y continúa—: Supongo que sabes en lo que anda metido. —Me tenso imperceptiblemente. O eso espero. No quiero que ni siquiera Lucien se percate de lo que me afecta, aunque creo que es demasiado tarde para eso. Oigo, más que veo, su sonrisa.—Si quieres seguir con esa actitud, me parece bien. Sólo dime si he de seguir jugándome el culo por él o por ti.
Le miro con una mezcla de emociones en los ojos, ninguna de ellas buena.
—Tu hermano anda metido en algo sucio. Más de la mitad de la guardia del Consejo está tras sus pasos, los Antiguos saben que está muy cerca de la cúpula rebelde. Si al final resulta ser él el Sanguinario...
—Yo mismo lo mataré —atajo.
Él arquea una ceja, sarcástico e insolente. E incrédulo.
— ¿No me crees?
—Se avecina una guerra —comenta, como si nada. —Los de arriba están nerviosos. Juega bien tus cartas. —Me mira muy serio.
—Avísame si alguno de los guardianes va tras él.
Caell sólo puede morir en mis manos.
Él asiente.
—Te veo en la reunión —se despide.
Recojo mis cosas y subo a mis dependencias, en busca de la ducha que me hace falta. Entro en mi habitación y comienzo a desnudarme, dejando la ropa conforme cae. Cuando estoy frente al espejo del baño, me apoyo en el lavabo y aprieto hasta que los nudillos se marcan blancos en mis manos.
Hace siglos que no reconozco la mirada que me devuelve el espejo, pero he aprendido a convivir con ella. Lo hago muy bien. Muevo el cuello hacia un hombro y al otro, y cruje. Estoy tenso de cojones. No solo de frustración sexual —no me han dejado ni un maldito segundo siquiera para aliviarme lo de ayer—, sino por el maldito cabrón.
¿Por qué ha vuelto? ¿Qué coño quiere? ¿Qué mierda hace mezclándose con esa gente?
Niego con la cabeza para sacudirme todos los interrogantes de encima y me dirijo a la ducha. No creo que pueda salvarle el culo mucho más, pienso y no profundizo en la razón que me empuja siempre a hacerlo ni el riesgo que corro. Esa puerta se cerró hace mucho tiempo.
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Celtic Blood
VampireCaell Mcleod y Damon O'Lubnaig han tenido vidas complicadas. Sus unicos días felices quedaron muy atrás, perdidos en la Escocia de los clanes y las guerras. El curso de su existencia se vio truncado tras una de las últimas incursiones vikingas, dond...