noise

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Me removí inquieta al no poder conciliar el sueño, la música retumbaba en mis oídos y no se me hacía raro si en algún momento empezaran a sangrar. Mañana tendría ya la sesión de fotos, y mi hora de despertarse iba así: ocho de la mañana, pero la hora actual iba así: dos de la mañana. Mi horario para dormir era de ocho horas y si me faltaba hasta una mi día no iba a ser el mejor.

Bendita sea la hora en la que a mis agradables vecinos se les ocurrió hacer una fiesta con música al tope y los decibeles quemandome los oídos.

Pero claro que no se iba a quedar así, y probablemente me quedaría sin dormir el resto de la noche pero ellos se quedarían sin fiesta el resto de la noche, ambos salíamos ganando pero también perdiendo. Quité las sábanas y las aventé a la cama, estaba frustrada porque verdaderamente esa sesión era muy importante para mí y había estado mentalizandome todo un mes completo para que llegara este día porque era la primera vez que modelaba para una marca tan mundialmente prestigiosa.

Me puse mis pantuflas y con mi pijama aún puesta me dirigí hacia la puerta de mi departamento y mientras, la música se hacía más fuerte y mi cabeza retumbaba aún más. ¿Quién ponía Duki y Quevedo a las dos de la mañana? aún así tampoco entendía cómo el otro habitante del edificio como había dicho la recepcionista no salía para decirle nada, pero yo no me iba a quedar de brazos cruzados.

Es entonces cuando salí de mi temporal residencia e inmediatamente pude percibir que la fiesta estaba un piso más arriba que el mío porque las escaleras al ser de metal con hoyos en el mismo metal podía verse las luces saliendo por el inferior de la puerta. Subí mientras tallaba mis ojos, odiaba las ojeras y sabía que me iban a salir para el día de mañana.

Al estar enfrente de la puerta dónde provenía todo el musical la toqué una vez pero la música estaba tan fuerte que ni siquiera escucharon así que tuve que volver a tocar la puerta un poco más fuerte que la anterior hasta que por fin me abrió un chico el cuál desconozco la identidad pero sabía que era uno de los invitados a la fiesta. Simplemente al escuchar que antes de abrir gritó "Mati, que tocaron tu puerta otra vez". Y es que si habían escuchado la primera, pero habían decidido ignorarme.

—¿Hola?—me dijo el chico al verme—¡no sabía que habías invitado a chicas!—gritó mirando hacia atrás y luego me miró con una sonrisa que sentí demasiado coqueta.

—No recuerdo haberlo hecho—vi que se levantara de jugar la play para dirigirse hacia nosotros con la cabeza baja porque estaba rascándose la nariz. ¿En serio se habían juntado estos tipos para poner música a todo volumen mientras jugaban videojuegos? Una fiesta así ganaría el top uno de fiestas más aburridas.

Pero mi presión bajó y volvió a subir cuando alzó su mirada y lo ví bien, ahora no llevaba lentes pero por la boca y la forma de la cara reconocí al causante de que mi teléfono se haya roto. Y que por cierto, después de asentarme aquí opté mejor por ir a comprarme uno nuevo a descansar, necesitaba más el teléfono que eso.

—Increíble, me rompes el móvil y también el sueño—le miré mientras me recargaba en el marco de la puerta.

—Rubita, ¿vos estás persiguiendome o algo por el estilo?—se acercó mientras su amigo seguía viéndonos de forma extraña, pero más a mí que a él. Hasta que me percaté que veía zonas que no debería y es cuando lo miré fijamente.

—Cuidado por dónde mirás—le dije y el volteó para otro lado—y lo que estoy haciendo es tratar de dormir, pero tu música no me deja del todo así que por favor, ¿será que podrás bajarle?—le dediqué una sonrisa del todo falsa mientras mi vista se dirigía a él.

—Eh, pillo, que si se conocían—dijo su amigo mirándolo—¿tendrás amigas por ahí... ya sabes?—me miró con una sonrisa de lado, este chico estaba borracho a mil, podía verlo y sentirlo.

—No la conozco, es todo—lo miró y luego a mí—¿y quién dice que tengo que bajarle el volumen?

—Lo digo yo, no sé vos que tengas que hacer mañana pero yo sí trabajo así que te agradecería mucho que apagues toda esta fiesta—me separé del marco para mirarlo fijamente, era varios centímetros más alto que yo por lo que tenía que alzar levemente la cabeza para mirarlo y a su amigo también.

—Claro y yo tengo que hacerte caso—rio y sentí cierta ironía en sus palabras—¿si no lo hago qué pasa?—se agachó a mi altura poniendo sus manos sobre sus rodillas mientras que su amigo reía, vaya par de patanes.

—Matías, flaco ¿por qué tardás tanto?—se acercó otro chico alto y con el pelo un poco más largo—Oh, no sabía que invitaste a chicas.—cuando me miró se sorprendió más—y no sabía que conocías a la misma Luna Fernández.

—No lo hice, Enzo—se volvió a poner bien mirando extraño a su amigo. Al parecer es el único que sí me había reconocido—es la nueva vecina, algo pequeña e insoportable pero ya se iba—rio hacia su amigo y mi coraje aumentó más pero lo retuve por unos segundos.

—Si no lo haces te prometo que llamo a la policía—le dije en un tono amenazante, y si que era capaz de llamarle a la policía, se lo merecía por ser tan borde conmigo desde el minuto uno en que ni siquiera me pidió perdón por haberme roto el teléfono.

—Claro, sí, tengo miedo, mucho miedo—bromeó y después se acercó a mí y yo retrocedí dos pasos—es hora de irte a dormir, vamos—luego de eso entró a su domicilio y me cerró la puerta en la cara ¿pero quién se creía este para cerrarme la puerta en mi propia cara? pero claramente que esto no se quedaría así, cuando entré de nuevo a mi departamento tomé mi teléfono e hice una llamada a la policía.

Pude descansar cuando por fin escuché que la música había parado por completo y una sonrisa se formó en mi rostro. Por fin había paz en este lugar, cómo había dicho, íbamos a salir perdiendo los dos pero por lo menos yo descansaba bien, sin ruidos.

goma de mascar | Matías RecaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora