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Miro mi mano en el aire y el nudo se asienta en mi estómago, sintiendo que en cualquier momento iba a vomitar. La imagen de hace unos días se repite en mi mente, como una broma de mal gusto, en el momento en que supe que Andrés tenía una prometida, como mismo yo lo tenía hace pocos meses.

A pesar del dolor de mi pecho, solo pude sonreír cuando él me dio una sonrisa triste, porque ambos sabíamos lo que eso significaba. Luego, en la noche tuve la oportunidad de limpiar las heridas de mi corazón. Pero no fui capaz.

¿Por qué? Sabía lo que dolía, pero no podía llorar.

Lo peor de todo, es que me invitaron a una cena esta misma noche ellos, Zaid y yo. Tenía que haber dicho que no, era lo mejor para mí, lo más sano, aunque no fui capaz, que clase de masoquista soy que le di mi mejor sonrisa aceptando la invitación.

Estoy tan rota que no soy capaz de curarme a mí misma y alejarme.

Y sí... me arreglé esta noche para ir a esa cena, en donde veo al hombre que amo con otra mujer.

¿Cómo soy capaz de reclamarle?

Hace unos meses, Andrés sabía que yo me iba a casar con un hombre que no era él. ¿Qué hizo él? Me sonrió con tristeza y me deseó lo mejor. Yo no soy lo suficientemente fuerte como para luchar por un amor que ya no me corresponde.

—¿Ocurre algo señorita Sofía?

Sigo el sonido de la voz y me encuentro con Halima con la ropa de la colada. Le sonrío de la mejor manera que puedo y niego con la cabeza—No ocurre nada, solo pensaba si olvidaba algo.

—Se encuentra hermosa señorita.

En esta ocasión si pude darle una pequeña sonrisa genuina—Muchas gracias Halima, tienes esta noche libre, no te preocupes.

—Gracias señorita.

Sin perder oportunidad llamo al ascensor, porque era consciente de que si esperaba más tiempo se iba a arrepentir. Mira su reflejo en el cristal y se pregunta ¿qué es lo que está haciendo?, ¿por qué lo está haciendo?

El vestido celeste claro se acentúa en mi figura, tiene un escote recto con mangas hasta los codos. La falda cae recta desde la cintura y completo el atuendo con unas sandalias de tacón alto de color blanco.

Siento como el viaje se me hace eterno en el auto, aun cuando el restaurante está a pocos minutos de mi apartamento, pero aun así sabía que me acercaba a un vacío. A uno en el que yo entré por mi propia cuenta.

Agradezco al conductor cuando me ayuda a bajar y antes de que tuviera oportunidad de mirar la fachada del restaurante, veo a Zaid caminar hacia mi. Por un momento me quedo en blanco cuando lo veo. Siempre lo había visto vistiendo trajes árabes, pero ahora era distinto. Un traje de corbata de color marrón hacia que sus ojos verdes resaltaran, en especial con la kufiya beich sobre su cabeza.

—Buenas noches señorita Sofía—toma mi mano y besa mi dorso.

—Buenas noche—le doy una sonrisa sincera y él entrelaza mi mano en su codo e ingresamos al local—¿No cree que debemos dejar las formalidades?

Él sonríe, sin dejar de mirar hacia el frente y debo admitir que su altura impone mucho. Es un hombre que aunque se mantenga en silencio es inevitable no mirarlo. Y destaca en cualquier lugar que pise.

—Le pediría lo mismo si usted me llama por mi nombre.

—Touché—murmuré lo suficientemente alto como para que él soltara una ligera carcajada.

Subimos unos diez escalones antes de que nos recibieran un hoster para confirmar nuestra reserva, la cual estaba a nombre de la cadena de hoteles. Una alfombra roja bajo nuestros pies nos recibía y el dorado resaltaba en las paredes beich. Era una liga de modernismo con antigüedad, que caminaba del brazo de Zaid absorta en mi alrededor.

Las mesas negras estaban repletas de comensales a pesar de ser uno de los restaurantes más caros de todo Dubai.

Pero mi burbuja fue rota, cuando veo a la pareja a lo lejos esperando por nuestra llegada. Andrés vestía un traje de corbata de color rojo vino que lo hacía ver muy guapo. Pero sin poderlo evitar, mi vista se centra en la mujer que estaba a su lado con un traje árabe de color verde suave y un hiyab del mismo color sobre su cabeza cubriendo su negro cabello.

Kamra Nair, una hermosa mujer de 25 años de ascendencia árabe pero nacida en Londres. Comenzó su carrera de modelo siendo una niña por su belleza, pero a los 20 decidió que quería ser abogada y recién está graduada, pero trabaja en Londres. Recién vino de vacaciones a Dubai por sus abuelos hace un año.

Aquí fue cuando conoció a Andrés y comenzaron su relación, solo hace un mes se comprometieron.

—Están muy guapos los dos—dice ella con una enorme sonrisa.

Ni siquiera buscaba el sentido de odiarla, ella no sabía de mi existencia. Desconocía de mi relación con Andrés, no sabía como odiarla.

—Tu también estás muy guapa Kamra—la saludo con un beso en la mejilla.

—Vamos a cenar—invita Zaid y tomamos asiento.

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La noche recibe a la ciudad y yo participo en el espectáculo, aun cuando es media noche. Siento como a cada hora que pasa, el sueño me abandona y ahora será imposible cuando sé que estaré a segundos de verlo. Hace cuatro horas que regresé de la cena, tomé un baño y me senté en la terraza. Hace solo diez minutos que recibí un mensaje de su parte diciendo que vendría a conversar y solo un minuto que me avisó que ya estaba abajo.

Sentí el sonido del ascensor, pero ni siquiera fui capaz de bajar la mirada para mirarlo, si lo hacía, iba a perder la fuerza y el coraje que había reunido durante estos breves minutos para mirarlo.

Cuando siento sus pasos, ahí es cuando me volteo a verlo viendo que solo se quitó la corbata y se abrió dos botones de la camisa.

—Sofía, tenemos que hablar.

Había extrañado escucharlo hablar en español y le doy una suave sonrisa—Hace una bonita noche ¿no crees?

Ni siquiera podía tomar asiento y veo como él da unos pocos pasos, como si no supiera como actuar conmigo. Como si nunca hubiéramos sido amigos—Sofía, no quería...

—No querías mentirme—termino la frase por él, porque lo conozco tanto que sabía lo próximo que iba a decir—No puedo decirte nada.

—¿No estás molesta?

—¿Te molestaste conmigo cuando supiste que me iba a casar?

—Pero no lo hiciste y estás aquí.

—Porque encontré a mi futuro esposo acostándose con su amiga el día de nuestra boda—me rio con amargura y no entiendo porque—pero ese no es el punto Andrés, no tengo la cara para reclamarte algo.

—¿Aún me amas?

—¿En serio me harás esa pregunta? —pregunto con una sonrisa llena de dolor—la culpa de todo esto la tengo yo.

—¿Por...

—Tuve la oportunidad...—tomo una pausa para hablar, bajando el nudo que se formó en mi garganta—tuve dos veces la maldita oportunidad de decirte lo que sentía, pero la dejé pasar, pensé que ahora sería diferente—no quiero mirarte a los ojos, porque sé que echaré a llorar como quiero evitar hacerlo... no delante de ti—pero solo me dejó en claro de que ya te perdí.

—Sofía, yo sigo sintiendo lo mismo por ti.

Parpadeo para eliminar las lágrimas que querían salir cuando escucho sus palabras, pero sigo sintiendo el dolor—No puedo Andrés, ya no puedo.

—Sofía...

—Tú la quieres—me volteo y me felicito cuando no lloro—hoy lo vi en tus ojos, puedes sentir lo mismo por mi pero la quieres—tu mutismo me da la respuesta y solo puedo sonreírte con tristeza—soy incapaz de robarte eso, no puedo, te mereces toda la felicidad de este mundo y ella te la da.

—Te sigo amando Sofía.

—Aunque quiera no puedo decírtelo—le doy una sonrisa y él me mira con dolor.

—Lo siento Andrés, aunque quisiera cambiar el destino no podemos hacerlo, sabes lo que siento, no puedo esconderlo—me acerco a él con una sonrisa triste y tomo sus mejillas con ambas manos—pero tengo mis manos atadas y ya sangran.

Mírame a los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora