¿Qué se siente crecer siendo tan bello? ¿Qué se siente cuando todos te miran al pasar? ¿Eso te hace sentir bien?
No había día que no deseara acercarse para hablar de nuevo con él, no como un simple amigo, no, porque ellos habían dejado de serlo desde…
Era difícil continuar, estaba siendo tan difícil intentar enterrar todas las memorias a su lado, quería olvidar completamente lo que Rubén le hacía sentir en todo el cuerpo, el escalofrío que le recorría la espalda y se colaba por sus brazos, las mejillas calientes y rojas, el corazón palpitando con violencia dentro de su pecho, suplicando por salir de ahí; Samuel se deshacía cada que Rubén pasaba frente a él. Rub solo lo veía como un amigo más.
Había pasado algún día de un muy caluroso junio, tal vez un ocho, Samuel se sabía esa fecha de memoria. Rubén había salido a comprar la cena, Sam estaba ansioso por esa noche, pues era la primera que pasaban en su nueva casa, la casa que él mismo había estado construyendo algunos meses atrás. La casa perfecta. Ahora estaba vacía. Tal vez, Sam se lo merecía.
Realmente, nadie le decía Sam a Samuel, ni su nombre completo, lo llamaban por el apodo, el único que se atrevió a probar ese nombre era Rubén. Sus labios húmedos abriéndose un poco, dejando que un suspiro se escapara y luego un pequeño Sam acompañado de un jadeo. Veg juro que se había enamorado. Tal vez no. Las cosas eran difíciles dentro de la cabeza de ese De Luque, poco se hablaba de toda la carga de haber construido ese pueblo y alzarlo (la mayor parte) solo, para que luego, sus compañeros se encargarán de poner minas e incendiarlo cada que se les antojaba.
¿Toda tu vida te has sentido como un fracaso?
No.
A Samuel le hubiera gustado casarse con Rubén, pero no lo hizo. Antes de Rubén había existido alguien en su corazón, alguien extraordinario para Veg. No habían sido una pareja oficial, la gente hubiera hablado, hubiera juzgado y abucheado esa relación, pero… detrás de la puerta de la casa de Willy, podían ser quienes quisieran.
Estaba de pie en el altar, mirando a Rubén entrar vestido de blanco. Se veía muy bello. El pueblo había cambiado, ahora ese tipo de relaciones eran bien vistas.
Pudieron haber sido el mejor matrimonio de todo el lugar, que lástima que no.
– Ahora, el siguiente paso sería preguntar si alguno de los presentes se opone a la boda ¿hay alguien aquí que se oponga a esta unión? hable ahora o calle para siempre –
Fue divertido hasta cierto punto, ver como esa cabellera platinada intentaba esconderse detrás de la máscara. Rubén salió corriendo. Veg se quedó en el altar mirando ese par de ojos que lo observaban de vuelta, ese par de verdes ojos detrás de la máscara. Fue con él.
No volteó para ver a Rubén, no lo siguió para pedirle perdón, sentía que eso ya lo había hecho, en otra vida quizá, y se había arrepentido tanto de esa decisión, sentía que se había roto en siete partes en alguna línea temporal. La mano del enmascarado estaba fría, el aire le pegaba en toda la cara; iban corriendo, su corbata se jalaba hacia atrás y una bella sonrisa adornaba ese rostro de ojos morados. Estaba huyendo junto a Willy.
El bosque de ese pueblo era malditamente eterno, según Veg, había tantos árboles que le picaban las manos por sacar madera para hacer otra isla. Debía controlarse.
– ¿A dónde vamos? – preguntó al aire, deseando saber a dónde lo estaba llevando Willy. – ¿Me escuchas?
El Díaz no contestó. Sam podía ver su mandíbula marcada por una esquina de la máscara, se sintió abochornado de repente. Los ojos morados prestaron atención al camino, estaban yendo por un lugar que él no conocía, pero no se sentía nervioso, confiaría su vida a Will. Las ramas tronaban bajo sus zapatos y los árboles cada vez estaban más juntitos, casi no entraba la luz del día.
– ¿Will? ¿A dónde vamos? –. De repente, el enmascarado se detuvo y se giró para verlo. La máscara era extraña y estaba marcada con pintura roja, Veg encontró extraña la forma de la máscara, pero no dijo nada.
– ¿Te querías casar con Rubén?
