Podríamos ir a dar una vuelta.

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Siete años antes.

Ese par de héroes habían estado fuera del pueblo durante algunas semanas, tal vez cinco, Veg había perdido la cuenta luego de un tiempo, pero calculaba que ese era el tiempo que había estado junto a Will, viviendo en una cabañita en medio del bosque, mientras se encargaban de recopilar información sobre una red de ladrones que había estado atormentando a pueblos vecinos.

Vivir con Willy se había convertido en una de sus experiencias favoritas, pero también era a la que más trabajo le costaba acostumbrarse. Willy era igual a él de obsesivo con lo limpio, pero a su vez, ambos se fastidiaban del otro porque cada uno tenía su manera de mantener limpio y ordenado. Will había gritado, cosas que no hacía.

– ¡La necesito Veg! –. El grito fue lo que hizo que Sam se quedará en silencio y retrocediera un paso. Estaban bajo mucha tensión y Veg comprendió por qué si compañero estaba así.

– Lo sé, pero no puedo decirte dónde está tu espada porque se supone que tú guardas tus propias cosas.

Se sentó frente a él. Will estaba sentado en el borde de la cama, con la cabeza entre las manos, frustrado y decepcionado de si mismo por perder algo tan valioso. Veg se sentó frente a él en el suelo. Lo miró y luego se puso de rodillas para estar más o menos a su altura, le puso las manos en las piernas y dió un par de palmaditas.

– Vamos, iremos a conseguirte otra, no te preocupes ya. – Tomó la mano de Guillermo y lo jaló para que se pusiera de pie.

Salieron de la cabaña para ir a conseguir materiales para hacer la espada de Guillermo. Cuando salían a investigar o a por nuevos recursos, solían hablar mucho, decían cosas que el otro no sabía o se contaban chistes, sin embargo, ésta vez no fue así. Veg caminaba por enfrente de Will, aún con su mano entrelazada a la del albino. Guillermo iba con la.caneza agachada, pero los ojos fijos en ese agarre que se hacía más fuerte cada que Samuel avanzaba.

– ¡Mira! – Veg se agachó y cortó una florecita amarilla, se giró y se la dió a Will. – Ten, para ti.

Las mejillas del Díaz no podían estar más rojas. Giró la cabeza hacia otro lado y espero a que Vegetta se concentrará de nuevo en el camino, cosas que no hizo, se le quedó mirando fijamente mientras esperaba una respuesta.

– Ah... gracias – sonrió un poco y luego se puso la flor detrás de la oreja. Ahora Veg si que estaba caminando.

Al final del día, no lograron conseguir materiales suficientes para una espada nueva, lo único que consiguieron fue que una bruja los envenenara. La casita los recibió con su puerta rechinando y los pisos viejos. La única habitación que había en la casa era de Willy, porque Veg se la había cedido cuando llegaron. Tenían una vaca un poco flaca, perdoname que les servía para leche; ahora mismos Veg estaba consiguiendo leche de ahí.

– Aquí tienes.– Le tendió el vaso de leche fresca a Willy, este miró las mangas arremangadas de Veg y el calor se le subió a las mejillas. Necesitaba controlarse.

Había empezado un par de días atrás, cuando vio a Veg ducharse, sonaba pervertido y morboso, peor Willy estaba seguro de que era algo más, algo que no solo lo hacía ponerse acalorado, sino, algo que le provocaba emoción de tenerlo junto a él.

– No era necesario, a mi casi no me cayó.

– De todas formas, debemos estar bien sanitos por cualquier cosa.

– ¿Veg? – El de ojos morados lo miró. Guillermo suspiró y luego palmeo el asiento junto a él. – Ven, necesito hablar contigo.

– ¿Te vas a retirar? – Preguntó mientras se sentaba junto a Willy.

– ¡No! – Habló rápidamente. Suspiró otra vez y giró un poco todo su cuerpo para verlo mejor. – Me he sentido un poco extraño acerca de...

– ¡Oh Will! Es el veneno, ya decía yo que te había caído más. – Sirvió más leche en el vaso de Will y sonrió mientras lo miraba. – Bebe, te sentirás mejor al rato.

Guillermo se forzó a sonreír y a dar un sorbo a la leche. No quería leche, quería un abrazo de Veg.

– Tu siempre tan atento... – Suspiró y se acercó para abrazarlo. Solían ser mucho de contacto físico entre ellos, pero solo en plan amistoso. Se querían como amigos.

– Claro, no se que haría si algo malo te pasa en esta misión, fui yo quien te pidió venir.

– ¿Veg?

– Dime.

– Creo que me gustas.

Willow  (Wiggeta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora