En el sombrío submundo de la mafia, donde dos familias rivales, los Russo y los Moretti, están destinadas a enfrentarse. Sin embargo, la narrativa toma un giro inesperado cuando los protagonistas, Isabella Moretti y Dominic Russo, inicialmente enemi...
Después del inusual encuentro en el callejón, Isabella regresó a su territorio, donde la palabra se extendió rápidamente sobre el juego peligroso que había propuesto a Dominic Russo. Los murmullos y las miradas inquisitivas seguían a Isabella mientras caminaba hacia su guarida subterránea.
Una vez allí, rodeada por sus leales subordinados, Isabella se dirigió a ellos con una mirada firme.
—Todos saben que las cosas están a punto de cambiar para nosotros. Una alianza temporal con los Russo es inevitable, pero antes de que nos sumerjamos en este abismo, debemos discutir si podemos confiar en ellos.
El silencio llenó la sala, todos esperando ansiosos las palabras de su líder. Isabella continuó, expresando sus dudas y exigiendo la opinión franca de su gente.
—Dominic Russo es astuto, pero la astucia puede disfrazar la traición. Conocemos la reputación de su familia, en especial de sus dos hermanos menores, quienes han sembrado el caos en todas partes por donde pasan.
Las murmuraciones se intensificaron ante la mención de los problemáticos hermanos Russo. Isabella, con una expresión calculadora, trazó un plan en su mente.
—No podemos permitirnos ser cegados por el brillo momentáneo de esta alianza. Debemos asegurarnos de que nuestros intereses estén protegidos. Si alguna vez Russo o alguno de sus hermanos traiciona nuestra confianza, necesitamos un plan de contingencia.
Se inició una acalorada discusión, donde cada miembro de la familia criminal expresó sus preocupaciones y sugerencias. Al final, Isabella tomó una decisión.
—Escuchemos sus propuestas, pero, mientras tanto, asegurémonos de recopilar información detallada sobre la familia Russo. Debemos anticipar cualquier posible traición y actuar antes de que nos veamos comprometidos.
Isabella salió de la sala de estrategia con determinación, dejando a sus subordinados para llevar a cabo los detalles tácticos de su plan. El corredor oscuro resonaba con el eco de sus pasos decididos mientras se dirigía hacia el despacho de su padre, Vittorio Moretti, el patriarca de la familia criminal.
Al llegar a la puerta del despacho, Isabella golpeó con firmeza. La voz grave de su padre la invitó a entrar, y ella entró con una mezcla de respeto y cautela. El despacho estaba lleno de mobiliario antiguo, con un aroma a tabaco y whisky que impregnaba el aire.
Vittorio, con su cabello plateado y una mirada penetrante que revelaba décadas de experiencia en el inframundo, se giró hacia su hija.
—Isabella, ¿qué novedades nos traes hoy?
Isabella respiró hondo antes de hablar, sabiendo que la decisión que estaba a punto de discutir tendría un impacto significativo en el destino de la familia.
—Padre, los Russo nos han propuesto una alianza temporal para hacer frente a un enemigo en común. Pero antes de sellar cualquier trato, debemos considerar la confiabilidad de los Russo y sus hermanos. Suena como un pacto con el diablo, y no sé si podemos confiar plenamente en ellos.
Vittorio escuchó con atención, aunque el ya estaba al tanto de todo, su rostro imperturbable revelando poco sobre sus pensamientos. Después de un breve silencio, preguntó:
—¿Y cuál es tu opinión, Isabella?
Ella respondió con firmeza:
—Creo que podemos aprovechar esta alianza a corto plazo, pero debemos estar preparados para cualquier eventualidad. Los Russo tienen sus propios problemas internos, y no podemos ignorar la amenaza del mafioso misterioso que está tomando control de nuestros territorios. Creo que debemos fortalecernos desde adentro y, al mismo tiempo, asegurarnos de que nuestra alianza con los Russo no sea un pacto que nos debilite.
Vittorio asintió, revelando una chispa de orgullo en sus ojos.
—Eres astuta, Isabella. Ve y haz lo que sea necesario para proteger a la familia. Confío en tu juicio.
Con un asentimiento de agradecimiento, Isabella salió del despacho, llevando consigo la responsabilidad de tomar decisiones cruciales para el futuro de los Moretti. Mientras se encaminaba de nuevo hacia la sala de estrategia, la sombra del mafioso desconocido pesaba en su mente, una figura sin nombre que desafiaba el equilibrio del poder en el submundo criminal.
Isabella regresó a la sala de estrategia, donde la discusión táctica continuaba entre sus subordinados. Al entrar, notó el murmullo apagado que cesó inmediatamente a su llegada. La desconfianza flotaba en el aire, y los ojos de algunos de sus hombres reflejaban la incredulidad de que una mujer pudiera liderar la familia criminal.
Con una mirada penetrante, Isabella se dirigió a su equipo.
—He hablado con mi padre, y su decisión es clara. Aceptaremos la alianza con los Russo, pero con cautela. Sin embargo, veo que algunos de ustedes dudan de mis capacidades para liderar.
Una risa burlona se extendió entre los presentes, alimentada por la idea de que una mujer pudiera dirigir la familia. Isabella, sin titubear, extrajo una pistola y apuntó directamente a los genitales de uno de los incrédulos.
—¿Dudan de mí? —dijo con frialdad—. Deberían tener más cuidado con sus dudas. Soy más astuta y más inteligente que cualquiera de ustedes. ¿Alguno más quiere cuestionar mis habilidades?
El silencio se apoderó de la habitación, solo interrumpido por la respiración agitada de los presentes. Isabella continuó, dejando claro el precio de la desconfianza.
—Aquellos que no confíen en mis capacidades, les doy una oportunidad. Dejen estas tierras ahora, antes de que los elimine de la faz de la tierra. No toleraré la insubordinación ni las dudas. ¿Alguna pregunta?
La sala permaneció en silencio, solo el crujir de las sillas rompió la tensión. Isabella, con la pistola aún en la mano, dejó que sus palabras resonaran. Sabía que la lealtad se ganaba a través del respeto, y estaba dispuesta a asegurarse de que nadie subestimara su capacidad para liderar la familia Moretti.
La mirada de Isabella Moretti, implacable y decidida, se encontró con la de cada uno de sus subordinados, marcando un momento crucial en el que la familia criminal comprendió que, bajo su liderazgo, no habría lugar para la duda o la deslealtad.