○ una gema ○

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La duquesa de Pemberley escondió su sonrisa burlona detrás de su abanico, sentada junto a la ventana mientras Annette, con ambas manos apoyadas en su tocador, dejaba que su doncella ajustara su corsé.

—Ya está lista, Miss Alcott. Solo faltan que decida qué joyas llevar.

Annette miró las opciones que su doncella había puesto sobre la cama, sus ojos danzando felices entre cada una. Finalmente se decidió por un collar de perlas que se ajustaba alrededor de su cuello, adornado por un colgante de oro igual a los pendientes a juego. Cuando volteó la duquesa viuda sonrió y aplaudió suavemente, complacida con su aspecto.

—Bellísima —la alabó, la rubia acercándose para tomar las manos que le había ofrecido— Serás la más bella en el baile, mi cielo.

—Le agradezco sus palabras, Lady Bennet —se sonrojó Annette, y la mujer rió. Su pequeña protegida aún no sabía cómo recibir cumplidos—.

Un par de golpes en la puerta atrajeron la atención de ambas, y la doncella se encargó de abrir, dando paso al joven duque de Pemberley, que sonrió en cuanto sus ojos dieron con ambas mujeres.

—Madre, encantadora como siempre —dijo, y la mujer hizo un gesto con la mano para que se detuviera, haciéndolo reír y mirar a la menor— Y usted, Lady Alcott, luce maravillosa.

Annette rió e hizo una sutil reverencia— Se lo agradezco, milord.

Él, con una adorable sonrisa, se acercó y ayudó a su madre a levantarse de su asiento, ofreciendo un brazo a cada una— El carruaje nos espera.

El viaje fue tranquilo, con trivial conversación y uno que otro comentario sobre cómo esperaban que iría la noche. La duquesa no necesitaba recordarle ni a su hijo ni a la joven Annette cómo comportarse, pues confiaba en ambos y tanto sus modales como carisma.

No le cabía duda de que esta sería sus primera y última temporada.

Cuando entraron al salón donde la fiesta se desarrollaba fueron inmediatamente interceptadas por nada menos que Lady Danbury, Elliot y Annette dedicándole una reverencia.

—Lady Danbury —la saludó primero la mayor de los tres, sonriéndole a su amiga de toda la vida— Luce usted radiante.

—Puedo decir lo mismo de usted, Lady Bennet —sonrió devuelta la mujer, ambas echando a reír por lo absurdo de tener que mantener las formalidades— Y veo que trajo consigo al duque. Querido muchacho, hace mucho ya que no te veía.

—Mis disculpas, Lady Danbury —respondió el duque— Mis responsabilidades me han mantenido al margen, pero puedo prometerle que verá mucho más de mi esta temporada.

a million dreams ○ b. bridgertonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora