a million dreams ○ b. bridgerton

○ un diamante ○

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"Si la Reina llega a escoger a Eloise como el diamante, ¿con quién te casarás entonces?"

Las palabras de su hermano hacían mella en la mente del vizconde Bridgerton, que se movía ansiosamente por la estancia, intentando evadir a las madres y jóvenes que se acercaban a él con el propósito de cautivarlo.

Había decidido, puesto que no pretendía que su matrimonio fuera menos que satisfactorio, que se casaría con la mujer que la Reina anunciara como el diamante.

No creía que esto fuera a ser una tarea difícil. Era un vizconde, de una familia sumamente respetada, y el mar de mujeres que se le lanzaban para bailar con él era señal suficiente de que lo tenía en la bolsa.

Pero ahora dudaba. No había tenido en consideración siquiera la posibilidad de que su hermana menor encantara a su majestad, y ahora todo su plan podía irse por la borda.

Benedict lo vio parado junto a la mesa de refrigerios y se acercó cauteloso, una pequeña y burlona sonrisa en su rostro— ¿Huyendo del deber, hermano?

Anthony rodó los ojos, pero respondió de todas maneras— No. Simplemente espero a que la Reina haga su anuncio.

—¿Y qué harás entonces, eh? ¿Cortejar a la señorita y proponerle matrimonio? ¿Y si te rechaza?

Eso hizo al mayor reír, genuinamente. Anthony realmente creía —y no estaba equivocado, si me permiten agregar— que cualquier señorita estaría más que encantada de ser cortejada y más tarde desposada por el vizconde.

—Eso es exactamente lo que planeó hacer, hermano —respondió, una sonrisa engreída en sus labios que hizo que esta vez fuera Benedict quien rodara los ojos— Da igual quien sea. Si la Reina la considera un diamante, entonces la quiero.

—Eres todo un romántico, hermano —bufó Ben en respuesta, llevándose su copa de vino a los labios— La señorita que escojas será muy afortunada.

—Ciertamente —coincidió el vizconde, decidiendo ignorar el sarcasmo que su hermano había empleado— ¿Y tu, hermano? ¿Alguna debutante que te haya cautivado?

Benedict abrió la boca para soltar otro comentario bañado en sarcasmo, pero el aire se le atoró en la garganta.

Primero vió su cabello rubio, delicadamente recogido en un moño alto adornado por brillantes perlas. Luego reconoció su nariz al mirarla de perfil, pequeña y respingada, y segundos después pudo apreciarla en toda su belleza cuando la vió de frente.

Annette Alcott estaba allí, al otro lado del salón, riendo con dos otras personas que reconoció al instante: Lady y Lord Bennet.

Tragó saliva, y no fue hasta que escuchó a su hermano reír a su costado que pareció despertar de un trance.

—Ahí está mi respuesta —se burló Anthony, bebiendo de su propia copa mientras miraba apreciativamente a la rubia a la distancia— Estaba esperando que llegara.