Capítulo 3 -. "¿Sabes mi nombre?"

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Él corazón de Gavi late con fuerza, al ver que, Pedri habré la puerta de su habitación mientras él camina por el pasillo, para ir a la suya.

Siente como su estómago se comprime con fuerza cuando pasa por su lado, como si él no existiera: será complicado tratar de conquistarlo.

Gira la manija exterior de su cuarto, no sin antes darle un vistazo a la puerta de enfrente; la puerta del chico que tanto le gusta.

Se siente tan afortunado por tenerlo como vecino, pero se siente ridículo porque, a pesar de verlo todas las mañanas cuando van a almorzar, ni una sola vez se ha armado de valor para tan siquiera saludarlo.

Cierra lentamente para no causar mucho ruido, mientras observaba lo linda que se ve su caja.

Ha hecho un buen trabajo a la hora de forrarla, y aún mejor con el relleno: montones de cartas con dulces.

Toda su vida, desde que puede recordar, ha observado lo que hace Pedri, al punto que sabe más sobre esa que persona, que de él mismo. No le gusta el caldo con verduras, pero ama comerce las zanahorias hervidas. No le gusta el té, prefiere el café aunque no pueda dormir por las noches. Y, duerme con un lindo conejo que mamá Cielo le dió.

Sabe demasiado de él, sin tan siquiera haber intercambiado saludos.

Se sienta en su escritorio a seguir anotando cosas que se le ocurren sobre lo lindo que es, pero un momento ruido proveniente del patio no le permite continuar.

Abre su ventana, que da a dicho lugar. Siente como va a explotar ahí mismo, cuando ve como los niños mayores, golpean a Pedri, quién está en el suelo sin nada que poder hacer.

La furia llena de calor su cuerpo, y de inmediato, corre fuera de ahí.

Después de tantos golpes recibidos, ya casi no siente nada. La sangre escurre de su nariz al punto que comienza a manchar el suelo.

Ve un pie cerca de su rostro, y cierra los ojos tan solo esperando a que lo golpee. Pasan unos excesivos segundos en los que no siente nada, así que abre los ojos.

Los tipos se han alejado. Ahora tienen aprisionado a Gavi. Por alguna razón lo sabe, sabe que ese es su nombre.

Siempre lo ve por las mañanas y casi a todo lado que va. Incluso siente su mirada sobre él en ocasiones.

Uno de los bravucones suelta un puño al pómulo del castaño, y en un movimiento inútil, Pedri intenta levantarse para ayudarlo. - Fracasa.

Abre la boca para tratar de pedir ayuda, pero la ahora, sangre proveniente de su labio, se lo prohíbe.

Una creciente sensación dentro de él, se concentra en asegurarse de que se encuentre bien.

-¡Sueltenlo!- se puede escuchar a unos metros, la voz de Julia.

El grupo de imbéciles, lo dejan de inmediato, tirándolo al suelo.

-¡Quiero a todos en mi oficina ahora!- grita nuevamente.

Sus ojos se sienten pesados, así que se deja llevar, cerrandolos con calma.

Eso, hasta que aquélla familiar voz lo llama.

-No cierres los ojos, por favor, dime qué estás bien. - pasa su mano acomodando su cabello.

-Estoy mal, baboso. - articula antes de comenzar a toser.

-Lo siento, voy a llevarte a la enfermería. - lo sostiene en sus hombros, para cargarlo hasta el mencionado lugar.

Camina con prisa y el corazón acelerado, nunca lo había tenido tan cerca, y su aroma, es delicioso.

Entra rápidamente en el lugar sin tomarse la molestia en pedir permiso, recostandolo en la camilla.

-¿Qué pasó, Gavi?- interviene con preocupación la enfermera.

-Lo golpearon, muchos tipos a la vez. - sostiene la mano de Pedri, para hacerlo sentir seguro, aunque no sabe si de verdad está funcionando.

-Hijo, tienes que salir. - ordena.

El ojimarrón aprisiona con sus fuerzas existentes los dedos del más alto, como a manera de pedirle que se quede.

-Prometo que esperaré acá afuera. - besa su frente, y sale.

Se desliza por la pared hasta quedar completamente en el suelo. Toca sus labios, y puede jurar, que aún siente la suavidad de su rostro.

El pórtico se abre, algún par de horas después. La enfermera cierra con cuidado tras ella, localizando con la mirada al más alto.

-¿Qué pasó? ¿Cómo sigue? - la ataca de inmediato, al notar que está ahí.

-Por suerte no fue nada grave, tan solo las heridas superficiales en su rostro y algunas más en el resto de su cuerpo. - le sonríe para tratar de estabilizarlo.

-Gracias al cielo. - exhala aliviado.

-Ahora está durmiendo, y mi turno ya terminó. Va a quedarse acá toda la noche, por si quieres acompañarlo. - hace un guiño.

-Claro, ¡ Yo lo cuido! .- exclama entusiasmado -¿Algunas. precauciones? -

-Junto a la camilla hay un par de frascos con notas referentes a la hora y dosis. Si cumples con todo eso, nada puede salir mal. - se despide.

Gavi apenas la ve salir del panorama, entra de inmediato al sitio, poniendo el seguro de la puerta.

Podrían matarlo si lo llegan a ver ahí.

-Ya regresé. - susurra suponiendo que él lo escucha..

Carga con cuidado la silla que está tras el escritorio y la coloca junto a él.

-Te hicieron mucho daño en tu bonito rostro. - acaricia su mejilla lentamente.

-Estoy feo. - susurra entre dientes.

-¡Mierda! - se hace para atrás asustado, tirando la lámpara.

¿Te asusté?- abre los ojos divertido.

-Si, y mucho. -levanta dicho objeto.

-Perdón. - hace una pausa para intentar no reír, aún le duele todo. -De hecho desperté desde que entraste, pero no sabía cómo iniciar una conversación. -

- Creeme, yo tengo mil maneras de como hacerlo, sin necesidad de espantarme. - acaricia su pecho por la impresión.

-¿Soy bonito? - susurra.

-¿No te has visto en el espejo? - sonríe observándolo completamente.

-Sí, tengo muchos moretones. - hace un puchero con su labio lastimado.

-No me refería a el ahora. Me refiero al siempre. Aún que sigues siendo lindo con esos golpes en tí. - evade su mirada.

-¿Por qué estás acá Gavi? ¿Por qué llegaste a detenerlos? - cambia su actitud de una manera drástica.

- "Sabes mi nombre". - susurra con emoción.

-Como no saber el nombre del chico más imbécil de aquí, nunca puedes hacer nada bien. - deja de mirarlo.

-¿Por qué me hablas así?.- traga saliva ruidosamente. - Eso es malo de tu parte, sabes-

-Pues si no te parece, la puerta está muy grande para que te vayas. - volteando la cara al lado contrario.

-Me iré. - se levanta.

-Nadie te detiene

El castaño abre la puerta y la azota con mucha fuerza, mientras sus lágrimas abandonan sus ojos, y los sollozos escapan sin control de su boca. Nunca imaginó que fuera un inútil a la vista de todos; nunca imaginó que era un inútil a la vista de Pedri.

-"Eres un imbécil, Pedro". - Susurra el pelinegro para sí mismo. - El es bueno, y lo has lastimado. -

Le asusta. Tiene miedo de acostumbrarse a la presencia de Gavi a su lado, porque le aterra que él también desaparezca, como mamá Cielo lo hizo.

Odio San Valentín (Adaptación Gadri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora