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Conforme uno va creciendo, el cerebro se da cuenta que hubieron cosas que se sintieron mejor que otras, y esas son las que decide guardar. Memoria selectiva, les gusta llamarle. Olvida la comida del día de ayer, pero esa vez que comiste pizza en casa de tu mejor amigo mientras veían Shrek 2 llegando de la primaria; olvida que dijo la profesora de historia hace dos clases atrás, pero no olvida que tu compañero alzó la mano para decir una estupidez que te hizo gracia; olvida quien te dio los buenos días, pero no olvida el que te dijo lo bien que se te veía el suéter este invierno.

Un recuerdo que te hace sentir bien, que te estimula, es en gran parte de las veces un recuerdo que vale la pena guardar.

Pero eso nunca explicó cómo es que aún el día de hoy, cinco años después, las cosas malas son lo único que ella recuerda de la preparatoria.

— ¿Tienes tus cosas listas? 

La voz de su madre era cansada, como se esperaría una mujer en sus cincuenta con dos trabajos, secretaría de 7 de la mañana a 3 de la tarde, y madre a tiempo completo.

— ¿Qué voy a alistar? Solo es un lápiz, una goma y un sacapuntas, ni siquiera llevo una mochila encima.

El asiento del coche olía a aromatizante barato, y la ansiedad que recorría su sistema hacía que el aire del interior, cálido y acogedor, comenzase a sentirse asfixiante y empalagoso. Pero abrir la ventana no era una opción, no si no quería hacer enojar a su madre apenas las seis de la mañana.

— bueno, ¿entonces ya estudiaste?

— Ajá — mintió, mirando a la ventana; la lluvia había cesado en cuanto subió al coche, dejando como única prueba las gotas en el cristal. — ¿Van a pasar por mi?

No contestaron rápido, se sumieron en una conversación para ellos, pero eso no le importó; no cuando ya estaba acostumbrada a ser ignorada. Lisa miró a la ventana y contó diez cosas buenas de las vacaciones de verano. Apenas había comenzado a pensar en un segundo puesto cuando las murallas blancas y azules aparecieron en el paisaje.

— Tu madre estará esperándote, no te preocupes por eso y concéntrate en tu examen.

Su padre intentó sonar prudente, pero fue en esas palabras de consuelo que ella halló exasperación. ¡Era el examen de una maldita preparatoria pública! Ni siquiera había sido el Colegio Paramount.

Lisa había estado convencida de que de haberlo intentado, habría podido ingresar al prestigioso instituto, ese con un perfil de ingresados tan reducido que uno debía estudiar tres meses antes de presentarse al examen. Pero habían sido las palabras de su madre que resonaron en su cabeza más tiempo del que deberían haberlo hecho: "Es demasiado exigente para ti". Al parar frente al edificio una enorme pancarta con la inscripción "Bienvenidos al Instituto Gumpo" te saludaba.

— ¿Y si me roban saliendo de clases? — en su broma se guardaba preocupación real.

— No seas ridícula, ahí estudió tu hermana.

El asfalto debajo de sus botas estaba empapado, en cuanto cerró la puerta del Nissan su padre arrancó; poco faltó para que el coche la arrastrara de lo rápido que se marchó. Cuando ya estaba cerca de la entrada, el olor a petricor le inundó.

Detrás de un muro de medio metro de alto, un vasto jardín con un enorme árbol se presentaba, y detrás de este, el edificio de rectoría. Una caminata corta e insegura la dejó descubrir la abastecida zona que conformaba una cancha de baloncesto infestada con chicos y chicas en una inmensa fila.

Lisa advirtió como su cuerpo comenzaba a reaccionar gastrointestinalmente a esta situación.

"Tu tranquila, solo camina con seguridad" se dijo a sí misma, intentando recordar que en algún momento Rihanna dijo: "Fingelo hasta que lo logres"

Cómo olvidar a lo que ya te olvidó (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora