-¡No, Maxon! ¡No hay justificación válida para lo que sucedió! -Gritaba America a su esposo, quien intentaba permanecer calmado por el bien de ambos.
-America, cariño, sabes que nunca haría semejante cosa.
-Já, no fue eso lo que vi.
-No mal interpretes lo que digo, America. Tú sabes a lo que me refiero.
Ella, con lágrimas en los ojos, hizo caso omiso y se movió hacia el otro lado de la habitación con los brazos cruzados sobre su gran barriga.
-No me interesa, Maxon. Me engañaste, y me duele muchísimo -lo miró a los ojos y respiró hondo-. Si hubiera sucedido cuando aún estábamos en la selección lo hubiera comprendido, pero, ¿ahora? ¿En el mismo momento en el que llevo a nuestro tercer hijo en mi vientre? Eres increíble.
Maxon cerró sus ojos y exhaló profundamente. Amaba a America, pero a veces era muy obstinada. Sí, básicamente la había engañado, pero había sido contra su voluntad.
Todo comenzó unas semanas atrás, cuando habían recibido como invitados a la familia real de Nueva Holanda. Si bien los integrantes de la misma eran cinco (los reyes y sus tres hijos), en esta ocasión solo habían viajado la reina y la princesa Skylar. Su recibimiento fue hospitalario y cálido, al igual que el trato que Maxon notaba de parte de la joven princesa. Claro que no se preocupó, lo tomó como parte de su personalidad, al fin y al cabo la princesa también trataba así a sus dos hijos, Ahren y Eadlyn.
Sin embargo, cada vez que él y America estaban en el mismo lugar que la princesa, podía sentir una extraña tensión entre ambas. Su esposa mantenía la cordialidad y la sonrisa, pero cuando la noche llegaba, ella se descargaba y dejaba a la vista su desagrado hacia la joven.
-Me da un mal presentimiento cuando estoy cerca de ella -le decía a Maxon una noche-, y la forma en que te mira no me gusta para nada.
Él rió y le dio un casto beso en su hombro desnudo.
-No seas tan paranoica, cariño. De seguro la ves así porque su hermana lejana cometió un par de errores en el pasado.
America puso los ojos en blanco y bufó.
-Puede ser. Pero igual aunque su hermana fuera una santa, mis sospechas seguirían en pie.
Maxon siguió sonriendo y la calló con un beso. Nunca creería que su esposa tenía razón, aunque él mismo se sintiera incómodo en la presencia de Skylar. Ahora se arrepentía; si le hubiera creído a su esposa, no hubiera permitido que la princesa se saliera con la suya.
Porque eso fue lo que hizo un sábado por la noche cuando Maxon no podía conciliar el sueño. Él se levantó silenciosamente para no despertar a Mer (quien por fin lograba descansar tranquila luego de varias noches de molestia por el embarazo) y fue a dar un paseo por los jardines; para su sorpresa allí estaba Skylar admirando las flores.
-Hermosas, ¿no crees? -Preguntó él, tomándola por sorpresa.
-Oh, su majestad -dijo Skylar rápidamente e hizo una reverencia-. Sí, son muy hermosas. En mi hogar tenemos flores, pero no cautivan tanto como las que aquí veo -comentó ella con doble sentido, mirándolo a los ojos y sonriendo levemente. Él sintió algo raro, pero no comprendió que era una indirecta.
-¿Y qué haces despierta a estas horas?
-Disfruto de mis últimos días en el palacio, su majestad. ¿Y usted?
-Oh, deja esas formalidades por ahora -pidió él con un gesto de la mano-. Yo intento combatir el insomnio. Este lugar siempre me ayuda -explicó él mientras que admiraba el jardín.
-Me imagino por qué.
Maxon tomó asiento y ella lo miró unos segundos. Mientras un silencio se formaba, ella se sentó a su lado.
-¿Y cómo va todo con la reina? -preguntó Skylar de manera atrevida.
Maxon frunció el ceño pero respondió.
-Bastante bien. A pesar de que en el pasado tuvo tensiones con mi padre, ahora no hay resentimiento alguno. Tu madre es una mujer muy simpática.
Skylar rió y suspiró.
-Me alegra oír eso, pero me refería a la reina America.
-Oh, claro -contestó él, aún más confundido-. Todo va bien. Hemos tenido un par de días estresantes debido al bebé, pero ya está mejorando.
-Debe ser frustrante... -ella lo miró- Digo, estar embarazada. No lo imagino. -Sí, en especial tener que soportar los cambios de humor y las acusaciones lastimosas -dijo él con una pequeña sonrisa que no llegaba a sus ojos-. Pero vale la pena, en especial cuando el bebé nace al fin y lo sostienes. Sientes que tu mundo da un giro de 360 grados, y todo lo malo desaparece rápidamente -esta vez su sonrisa era completa. Era duro, pero de verdad valía la pena para Maxon.
Skylar lo miraba hipnotizada y una sonrisa se dibujaba en su rostro. Le habían comentado que el rey Maxon era uno en un millón, un verdadero hombre, pero nunca creyó que sería tan cierto. Si iba a volver a su hogar en unos días, no podía permitirse hacerlo sin haber probado lo que era estar con un hombre como él, aunque eso tuviera espantosas consecuencias.
Así que lo miró fijamente y, en cuanto él le devolvió la mirada, ella sonrió y se acercó velozmente a él. Unió los labios de ambos y sintió un fuego recorrerla por dentro. Aunque no duró mucho, le fue suficiente para quedarse con ganas de más.
Lo intentó, pero Maxon se levantó enseguida y la mantuvo alejada.
-¿Qué hiciste? -preguntó él, sin saber qué hacer.
-Diría que lo siento, pero no lo hago -confesó ella, con una sonrisa.
-Tú... -pensó en qué decir- ¡No vuelvas a hacerlo! -Demandó, nervioso- De verdad, no deberías haberlo hecho.
-¿Y qué? ¿Me mandaras a la cárcel? ¿O harás que me azoten?
Maxon presionó sus labios y, aunque las leyes decían que merecía un castigo, se dio cuenta que no podía hacerle eso. No porque fuera una princesa, sino porque era una joven. Era casi la misma situación por la que había pasado Marlee, pero esta vez él podía evitar el castigo.
-No te pasará nada, a menos que vuelvas a hacer algo como eso. Esta vez solo será una advertencia. Pero la próxima deberás hacerte cargo de tus actos -la miró por última vez y se fue casi corriendo de allí, mientras que ella tocaba sus labios delicadamente y lo observaba con una sonrisa ilusionada.