III

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A las nueve de la noche subo a la habitación de invitados a ver si el misterioso chico se ha despertado y a llevarle algo de comer. 

Subo las escaleras, con una bandeja en las manos con una simple sopa de pollo de fideos finos. Con una suave brisa abro la puerta, sin hacer mucho ruido. Al entrar dejo la bandeja en un pequeño escritorio que mi madre utiliza a veces como despacho. 

Apoyo delicadamente mi nalga derecha en la cama, a la vez que le cambio el paño mojado de la frente, por uno que está más frío. Cuando el trapo frío hace contacto con su frente, el chico se despierta, entre abriendo los ojos.

- ¿Dónde estoy?- Pregunta con un tono de voz rasposo y un volumen casi inaudible. 

- Puedes estar tranquilo, estás en mi casa, en la tierra...- Me levanto para acercarle la bandeja con sopa. Él se incorpora para poder comer más a gusto. Mira de un lado a otro y cuando, creo que ve que no corre ningún riesgo, suelta un suspiro y relaja sus hombros. 

-¿Cómo te llamas? Y ¿quién eres? - Se lleva una cucharada a la boca y puedo ver en su cara que la sopa caliente le reconforta.

- Soy Violeta, yo y los otros chicos que has visto antes, somos los nuevos guardianes de la muralla.-

- Pero si sois unos niños, no creo que podías hacer mucho.- Pero será gilipollas. Muy ofendida me levanto a la vez que hago un fuerte aspaviento con el pelo.

- ¿Se puede saber por qué eres tan gilipollas? Literalmente te hemos salvado, curado, dado de comer. Eres un simple niñato, ¿qué tienes dos años más que yo?- Con un rápido movimiento le quito la bandeja con una mano y con la otra le quito la cuchara, para después meterla dentro del plato hondo. 

- Simplemente, estoy exponiendo una realidad, eres una niña de diecisiete años.- Se levanta y intenta pasar por mi lado, para, intuyo irse, pero le pongo un dedo sobre el pecho.

- ¿Tanto te cuesta dar las gracias?- Él queda con la boca cerrada, pero no me quedo para escuchar su réplica. Salgo de la habitación dando un portazo. 

Bajo al salón donde están los chicos sentados en uno de los sofás. Chicos ya se ha despertado, paso hacia la cocina para dejar la comida sobre la isla. Salgo hacia el poché y saco de mi bolso un cigarro y un mechero, no soy una fumadora recurrente, pero entre toda la situación de las guardianas y ahora este insoportable chico. Escucho la cristalera abrirse a mis espaldas, pero no me giro para ver quién es. 

- ¿Estás bien?- María se sienta a mi lado y con una mirada me pregunta si puede coger un cigarro y con un movimiento de mano le digo que sí.

- Es por ese chico, ha sido muy desagradable y me ha dicho que como una simple niñata puede ser una guardiana de la muralla.-

- ¿Tengo que recordarte que la primera que dudo de ti, fuiste tú misma?- Después de hablar, sacó calmadamente el humo de su boca.

- Ya lo sé, pero es diferente que yo dude de mí misma, que alguien dude de mí con un tono de soberbia...-

- Violeta, yo creo que cuando te des cuenta de que seremos unos grandes guardianes te darán igual estas opiniones.-

Sin decir nada más apago el cigarro en el cenicero de cristal transparente, situado en el centro de la mesa. En silencio entro en casa y subo las escaleras hasta llegar a la habitación de invitados. Antes de entrar suelto un suspiro, para tranquilizarme y toco la puerta. Cuando abro la puerta puedo ver una escena que me dibuja una pequeña sonrisa. Mateo está subido en la ventana, con la mitad de su cuerpo suspendido en el aire, por lo que puedo interpretar está intentando escapar.

LOS GUARDIANESWhere stories live. Discover now