CAPÍTULO 3

3 0 0
                                    

Ellie.

No sabía que estaba haciendo. Caminé en círculos sobre mi eje mientras me congelaba de frío. Pero es que mi abrigo se encontraba en el auto de Dakota, y Dakota me había abandonado.

Okay, no me gustaba pensar eso, prefería repetirme una y otra vez que se había asustado al no encontrarme y andaba como loca buscándome.

Comenzaba a arrepentirme de no aceptar la invitación de aquel extraño de entrar al Conservatorio, no parecía una mala persona y no se veía con malas intenciones, pero mi padre siempre decía que era mejor prevenir que lamentar.

Me fui a sentar a unas gradas del edificio que se localizaba a un lado del Conservatorio, encogí mis piernas y las froté para darme calor, pese a que llevaba un suéter, este era delgado y no me abrigaba demasiado, estaba titiritando.

2 minutos después vi salir al extraño, su rostro se contrajo con confusión cuando no me encontró donde me había dejado antes de irse, pero después pareció relajarse cuando dio conmigo. Llegó hasta donde estaba sentada y me extendió un abrigo.

Lo miré sin entender.

—Vamos, úsalo, sé que estás muriendo de frío.

Aplané los labios, si no hubiese tenido la cara entumida por el frío, habría sonreído. Demasiado avergonzada me sentía ya de haberle contado mis problemas de golpe, debía pensar que era una niñata inmadura.

—Gracias— pasé saliva. Me puse de pie y me coloqué el abrigo, de inmediato sentí la calidez de este impregnarse a mi cuerpo. Dios, ya tenía bastantes cosas por las cuales agradecerle.

—Ahora, aquí está el celular.

Lo tomé y volví a darle las gracias. Volví a sentarme en las gradas y marqué el número de Dakota, esperaba que me contestase rápido.

Un tono, dos tonos, tres tonos y nada. Colgué la llamada.

—¿Puedo intentarlo otra vez?

—Adelante, las veces que necesites— hizo un gesto con su mano y sonrió. Dios, si hubiese sabido que esa sonrisa con hoyuelos sería mi perdición más adelante, habría huido.

Tragué saliva con nerviosismo y volví a llamar.

Mientras esperaba pacientemente a que Dakota contestara, lo observé con atención, era alto y delgado, aunque no flacucho, parecía estar en forma. Su cabello lacio y castaño contrastaba con lo claro de su piel. Me pregunté cómo es que no demostraba signos de tener frío pese a solo llevar unos pantalones negros de vestir, una camisa blanca con las mangas dobladas hasta los codos y un chaleco que hacía juego con sus pantalones.

Un tono, dos tonos, tres...

—¿Diga?

Respiré con alivio y me giré un poco para tener más privacidad.

—Dakota, soy yo, Ellie.

—¡Ellie! ¡Oh por Dios! ¿Dónde te has metido? Llevo buscándote como una loca por todo Fenway. ¡Casi quedo calva de la preocupación!

Rodé los ojos, Dakota tenía tendencia a exagerar bastante las cosas.

—Estoy en el estacionamiento del Conservatorio, ¿puedes venir por mí, por favor?

—¡Por Dios! ¿Acaso no me escuchas? ¡Llevo buscándote como loca! No te muevas de ahí, ya llego.

—Está bien, de todas maneras, no tengo a dónde ir.

—Por cierto, ¿de quién este número? ¿y por qué no contestas tu celular?

—Larga historia.

—¿Y por qué tu voz suena rara? ¿Estás llorando?

A una llamada de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora