CAPÍTULO 4

4 0 0
                                    

André.

Hay muchas cosas que nos suceden que son imprevisibles. Ese tipo de cosas que no creerías que te pasarían a ti y no sabías que necesitabas y que, sin embargo, resultan agradables. Eso fue para mi conocer a Emille. Fue algo que no sabía que estaba buscando, y aun así llegó a mí.

Estuve alrededor de 10 minutos de pie en el mismo lugar en el que me había dejado antes de subirse al coche. En primera porque estaba sorprendido de haber dejado a un lado mi timidez y charlar con esa chica como si la conociera de toda la vida, y en segunda, un poco tarde me di cuenta de que se había llevado mi abrigo, ya comenzaba a tiritar un poco y, pese a eso, me sentía satisfecho, porque antes de despedirse, había vislumbrado un bonita y sincera sonrisa en su rostro.

Después de todo, de eso de trataba, ese había sido mi propósito al decidir quedarme y acompañarla, de hacerla sentir mejor, y eso me hacía sentir bien conmigo mismo.

Solté un suspiro y caminé hacia la calle, dirigiéndome hacia el hotel en el que me hospedaba, por suerte no quedaba tan lejos, unos 25 minutos caminando, quizá, o 10 si casi corrían como fue mi caso.

Froté mis manos en busca de calor y soplé, el invierno venía con bastantes vientos helados.

—Buena noche— saludé al portero del edificio cuando abrió la puerta para mí.

—Buena noche, joven— asintió con amabilidad —¿Ha disfrutado su primera velada en la ciudad?

—No ha estado nada mal— me despedí y caminé hacia el ascensor, una vez dentro coloqué mi estuche del violonchelo en el piso.

Sonreí. Había sido una buena noche. 

A una llamada de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora