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Año 36.d.c

Manfred Hightower disfrutaba de la celebración en el faro de Antigua, cargando con cariño a su nieto Maegar en su primer onomástico. El bebé, de risa risueña, era el centro de la atención de la familia mientras disfrutaban de la festividad en la casa de los Hightower. Sin embargo, Maegor, el príncipe, permanecía apartado en los jardines, alejado de la efusividad de la celebración.

El príncipe tomaba vino en silencio mientras un arpa melódica resonaba en el ambiente. Maegor no compartía el entusiasmo de la celebración, especialmente cuando se trataba de los Hightower. La llegada de Valaena, su hija, con otra flor para él, interrumpió su tranquilidad.

—Pa —pronunció la risueña voz de Valaena, entregándole otra flor a su padre. Maegor la miró con desinterés, pero la niña insistió en seguirlo hasta allí. Al final, era su responsabilidad cuidar de ella.

—Tus abuelos se van a molestar porque destruiste sus rosales —observó Maegor, señalando la travesura de la niña. Valaena rió y pateó un arbusto de flores.

—Pero como no te importa, no tiene por qué importarme —dijo Maegor con indiferencia. Valaena se acercó al lado de la banca donde él tenía sus flores recolectadas y comenzó a jugar con ellas.

—¿Te gustan esas cosas? —preguntó Maegor con curiosidad. Valaena asintió, y él continuó observándola.

—Bueno, entendí. No es como que en Dragonstone haya muchas flores, o siquiera algo que no sea musgo y alga de mar —comentó Maegor, dando otro sorbo a su copa.

—¿Y ya hablas? —preguntó con curiosidad. Valaena lo miró sin entender del todo.

—¿Teta? —dijo Valaena llevándose el dedo a la cara, sin comprender. Maegor asintió.

—Haber... di... Maegor —dijo Maegor, mirándola.

—Ma... —balbuceaba Valaena.

—Mae-gor —repitió Maegor, animándola.

—Mae... lor? —dijo Valaena, confundida.

—No, Mae-gor —repitió Maegor, intentando alentarla.

—Mae... gor —dijo Valaena, esforzándose.

—Eso es —dijo Maegor, reconociendo el esfuerzo de su hija mientras continuaba disfrutando de la tarde en el faro de Antigua.

—Príncipe Maegor —dijo Manfred acercándose a su yerno con formalidad

—. Sería tan amable de acompañarnos en la celebración de su hijo primogénito —añadió el Hightower con seriedad. Maegor, en un gesto burlón, se cruzó de piernas.

—No deseo ir —respondió con desinterés, mientras Valaena se quedaba parada al lado de su padre, mirando con recelo a su abuelo.

—Además, que yo recuerde, mi hijo primogénito es Valaena, no ese niño... —dijo Maegor, desviando la mirada hacia sus uñas con desinterés. Manfred apretó los puños.

—Bueno, mi príncipe, el hijo varón es más importante que la... hija, no importa el orden de nacimiento —dijo Manfred, y luego dirigió su mirada a Valaena—. Valaena, vete con tu nana —ordenó con seriedad. Sin embargo, Valaena se quedó pegada a su padre.

Maegor suspiró, ya harto de la situación.

—¿Cuántas veces le tengo que decir que no se meta en la educación de Valaena? El padre soy yo, usted no es nadie para meterse —dijo Maegor mirándolo con fastidio. Manfred apretó los puños.

—Soy abuelo también. Tengo derechos —respondió Manfred con seriedad. Maegor, de manera cínica, cargó a la niña.

—A ver, niña, diles quiénes son tus únicos abuelos, los únicos que te importan —dijo el príncipe. Valaena rió.

Bailando con fuego 《Targaryen Au》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora